Cuando cumplió la mayoría
de edad y dejó de ser potrillo, aquel caballo ahíto de paisajes verdes, de
cielos azules y de tardes aburridas, decidió marchar a la gran ciudad para
hacerse modelo de caballos de estatuas, apto para generales, héroes y otros
patriotas relevantemente considerados.
Al poco, falto de
hierba fresca y de olor a margaritas, ansioso de lluvias y los vientos que arrullan
a los bosques, se desbocó de recuerdos y cuando terminó por olvidar el poético
ritmo de sus cascos, supo que había tomado una mala elección.
Terminó sus días en
un circo, donde las estrellas eran de purpurina, los uniformes desvaídos y la música
ramplona.
Harto de desfiles y
charangas, de compartir suciedad con otros animales, se le olvidó la costumbre
de vivir.
Ahora, se dedica a
transportar a aquellos generales, famosos por sus matanzas, políticos a los que
nos les importó los daños colaterales y nobles corruptos, que no pudiendo pasar
el filtro de San Pedro, eran mandados al Infierno.
Tenía bastante
trabajo, pero el galopar entre estrellas y nubes, le hacía recordar aquellos
tiempos en los que su iniciática vida, solo sabía de ruidosos tábanos que podía alejar con sus orejas y de aquello que
aprendió de una medre naturaleza que le dio cobijo: No es buena cosecha, aquella que se fertiliza con sangre.
Seguro que has visto la constelación del caballo alado (Pegaso) y a partir de ahí tu imaginación ha volado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobre caballito de nubes! Su consuelo seria recordar solo la época de hierbas y paisajes floridos, un abrazo Juan!
ResponderEliminarReflexionemos, pues. Todos queremos más sin saber si es menos, queremos medrar sin contar con nuestra inteligencia, cuando perdemos buscamos culpables, pero nunca en nuestro interior. Claro que tu frase final, tan lapidaria, cierra las expectativas.
ResponderEliminarUn abrazo
La imagen del caballo entre nubes es poderosa, rotunda y de una belleza increible...Tu le has dedicado tu particular homenaje...Que es toda una metáfora del hombre, que abandona la belleza de la naturaleza, del alma con sus principios y valores para embarcarse en el tren del éxito y la fama...Todo ello corrompe tarde o temprano por su materialismo, apariencia y frivolidad...
ResponderEliminarUna buena historia, detallada y crítica, que duele por su realismo...¡¡Quántos potrillos se embarcan en el tren de la decepción y la caducidad...!!!
Mi abrazo entrañable por tus buenas letras, Juan.
Ohhh...!
ResponderEliminarUn caballo que equivoco el camino, se dejo llevar por sus sueños y no observo la realidad que hay detras del carton pintado. Es como muchos jovenes, se ilusionan con las apariencias y cuando reconocen el error a veces ya no pueden regresar a su terruño.
ResponderEliminarHermosa historia.
mariarosa
¡Pobre caballo!, con el brío, la energía y la magia con la que lo has dibujado...
ResponderEliminarMerecía haber llevado otra vida, por lo menos nos deja una frase para tenerla siempre presente, como todas las que nos refieres en tus entradas.
Los caballos son mi pasión, me viene de padre, si no te importa me quedo una copia, sin utilizarla, por supuesto. Como diría Enrique "te la mango". No te la mango, te pido permiso..
Un besazo
Siempre tienen final infeliz aquellas historias en las que se deja la naturaleza para vivir en lo otro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un destino equino que tal vez no sea malo. Ahora le montan la mala gente, pero si puede pasearse a ratos por le cielo, será feliz.
ResponderEliminarUn abrazo enorme, Juan.
Mal destino tuvo ese caballo...
ResponderEliminarDecisiones equivocadas le encadenaron de por vida.
Con lo feliz que hubiera sido su vida galopando sobre la hierba fresca y admirado por las margaritas.
No, no es buena cosecha!
ResponderEliminarEl relato, sin tener que llegar a la desgracia del potro, puede servir de reflexión a la toma de decisiones que la persona suele tomar a lo largo de su vida.
Múltiples y variadas decisiones, en sus diferentes etapas, edades, que solo al final sirven para cerrar el balance de vida en su "debe" y "haber".
¿Entre medias?... ¡La vida entera! Para vivirla, corregirla cuando sea el caso, y continuar caminando...
Abrazos Juan.
Hola Juan.
EliminarEntiendo lo que dices sobre esa felicidad de "tener asuntos sin resolver". En lo que supone estar activo...
Y también, desde luego, esa apreciación que haces de la buena vida, en general.
Si bien en ocasiones, un poco aburrida.
¡Y sí, nos queda este interesante mundillo de los blogs!
Abrazos amigo.
Que maravilla de escrito y qué buen epitafio al mismo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pobres caballos montados por nefastos humanos que sólo saben guerrear. Un abrazo, Juan
ResponderEliminarPues mira, algo así pensé el otro día, paseando por Sevilla a 35 grados, cuando vi una de esas calesas que pasean turistas, parada a pleno sol. El caballo soportando estoicamente la calorina y el "jefe" wasapeando debajo de un árbol.
ResponderEliminarPreciosa estampa.
Un abrazo.
Hola, Juan, vengo a conocerte, porque, Macondo, en su blog ha hecho una semblanza de tu persona y me ha podido la curiosidad.
ResponderEliminarHa sido un placer visitarte.
Seguiremos en contacto en este mundo virtual.
saludos.