En el Gran Teatro, mientras un tramoyista, preparaba toda la
parafernalia del Verano, al actor que lo iba a representar le avisaron para que
se preparara.
Sabía perfectamente su
papel, (no en vano lo repetía cada año en su gira), pero le costaba desprenderse de algunos tics de su anterior
trabajo, (irrelevante y no protagonista), en la acabada representación de
Primavera.
Ahora la exigencia
era, el no poder esconder su cara tras una mascarilla, por lo que sus dotes de
actor tendrían que multiplicarse, para dar veracidad al color y las alegrías de esa estación que
siempre nos trae el recuerdo de laxitud, juego y felicidad.
Intentó buscar esas sensaciones ensayando muecas y caras delante del espejo,
pero no acababa de convencerse de la credibilidad de su personaje.
La obligatoria tela de
defensa para el virus lo tapaba todo, pero a cara descubierta, no era capaz de
quitarse la triste uniformidad de los días pasados, el dolor de los que se
habían ido, sin posibilidad de retorno, la tristeza de los niños, que no habían
tenido la oportunidad de aprender a jugar, las descoloridas flores que en las
macetas y los parterres, habían perdido sus perfumes, sin que nadie reparara en
ello.
.-
En cinco minutos, a escena.
Apagó las luces del
espejo y al hacerlo volvió a mirar la vieja fotografía que siempre le
acompañaba, de cuando era niño jugando junto al mar.
Y pensando en la
inmensidad de ese azul y su milagro, supo que ya nada le sería imposible.
Cuando vio las
sonrisas sin tapujos, las ganas del aplauso y la agradable sensación de que la
vida debería volver, supo que terminaría por hacer el papel de su vida.
A este actor le pasa como a algunos estudiantes, que sabiéndose las lecciones por haber estudiado, en los momentos previos de un examen, ves que no recuerdas nada, pero nada, esto me ha ocurrido en varias ocasiones, pero llegado el momento de sentarte, tranquilizarte y comenzar todo viene a la cabeza y la cosa fluye a la perfección, seguro que no será el único actor que le ocurre eso, cada uno tendrá su truco para relajarse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Entrar hoy a tu blog con esa luz que dá la imagen de cabecera ya es una suerte, el texto es el premio, la descripción de lo que esperamos al quitarnos la mascarilla, la metáfora del actor y los cambios a los que nos enfrentamos. realmente genial. Un abrazo
ResponderEliminar¡¡¡Bravoooooooo!!!
ResponderEliminarBuen actor. Veremos que pasa cuando nos quitemos las mascarillas.
Abrazosssss
No podía faltar esa vista tan nuestra y tan mediterránea. Con una bella imagen sobran las palabras.
ResponderEliminarDios quiera que, ese quitar de mascarilla nos sonría a todos por igual y no tengamos que recurrir nuca más a ella. La sonrisa de los niños se extraña mucho y ya se hace imprescindible.
Un abrazo amigo Juan y buena semana.
Ya llegará el día en que podremos sonreir todos a cara descubierta, lo bueno es aprender a sonreir con los ojos mientras tanto. Y seguro el actor saldrá a escena con ese niño que lo acompaña siempre, un abrazo Juan!
ResponderEliminarQué bien describes la situación con esa metáfora del actor.
ResponderEliminarY sí esperamos el día en que nos podamos quitar la mascarilla, aunque si te digo mi verdad me da un poco de rapero hacerlo aún.
Un abrazo
También le suele pasar eso, al actor que cada cual llevamos dentro, en mi caso con este verano que no acaba de despegar no hay manera de que se despejen
ResponderEliminarlos tics que llevamos de este tiempo pandémico que da
igual por la estación que circule.
Espero y deseo que me ocurra como a tu protagonista: que me venga arriba cuando vea ese marta bonito de tu "frontispicio".
Besos de luz y sal.
Qué maravilla, amigo Juan, espero que en el gran teatro de la vida podamos ser como tú actor, representar la nueva vida para llenarnos luego de aplausos.
ResponderEliminarBienvenido sea el verano.
Qué preciosidad de relato. Todo un canto a la esperanza que nos ha quitado este bicho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un hermoso canto a la esperanza y con ella, volver a sentirnos seguros y vivos, como si hubiera sido todo un mal sueño.
ResponderEliminarAbrazos,Juan.
¡Y lo hizo!
ResponderEliminarUn abrazo.
Boa noite Juan. Obrigado pelo texto maravilhoso e que nos traz uma grande reflexão.
ResponderEliminarJuan, en este gran teatro de la vida, todos hemos estado encerrados en el camerino. Pero ha llegado la hora de salir a escena con libertad, a cara descubierta...¿Seremos valientes y auténticos? Hay que retomar la ilusión, la fortaleza y la esperanza del niño que todos llevamos dentro. Es hora de vivir de verdad, renovados, con los valores humanos y dando lo mejor de nosotros mismos.
ResponderEliminarMi felicitación por tu magnífica metáfora, que nos viene a todos de maravilla, amigo.
Mi abrazo entrañable y admirado.
Muy reflexivo este texto. La vida normal debe volver, ojala asi sea.... Saludos amigo Juan.
ResponderEliminarEs muy buena reflexión. En el teatro, o en la docencia, la expresión de la cara es importante. Diría que vital. Ahora estarán felices si pueden actuar de nuevo sin masacrilla.
ResponderEliminarUn abrazo
Beautiful blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarNos narras muy bien todo el proceso interior del personaje, desde su inseguridad (a la que tanto ha contribuido el hecho de ir tapados) hasta su comprobación de que los temores eran injustificados.
ResponderEliminarDeja muy buen sabor de boca este relato, fresco, animoso como el empujoncito de una ola... pero sobre todo... lo que más me ha gustado es ese niño en la fotografía junto a su mar...
Un fuerte abrazo, y siempre encantada de refrescarme en tu blog :)
Ya ha saltado el nuevo día, aunque es de noche, y he venido a felicitarte por tu santo, y a desearte que mañana estés contento y lo celebres con alegría ¡Felicidades!
ResponderEliminarLa mascarilla puede cuidarnos del virus, pero la cara limpia es la que dice la verdad de nuestros gestos.
ResponderEliminarmariarosa
Hoy vuelvo a pasar por esta última entrada para desearte un feliz día de tu onomástica.
ResponderEliminarFeliz San Juan.