¡Basta de prisas!
Ahora que me faltan
energías, cuando se vislumbra la estación término, de este viaje llamado vida, quiero
recordar que aún existo.
Que siguen
acompasados los latidos, aunque haga acopio de cenizas.
Por eso es bueno
recordar, aquellas veces que siendo niño, la primavera era eterna y los latidos
rimaban con la amistad, en las largas tardes umbrosas de los patios.
Cuando la inocencia
era nuestra mejor armadura, ante un mundo regido por consignas y mandamientos.
Cuando solo los
juegos eran noticia interesante. Cuando casi todo, “era la primera vez”.
Por eso, ¡basta de
prisas!
Ahora es mejor
sentarse al socaire de esta primavera primeriza, y recordar aromas invocados,
mariposas multicolores, azules escondidos entre los verdes de la parra, el
frescor del atardecer, con el empedrado oliendo a tierra fresca.
Cuando he pasado de
mirlo a milano, dejad que busque los aires necesarios, elija las ramas
adecuadas y codifique las distancias de mis vuelos.
Ya me sé casi todos
los destinos y ando ligero de equipaje.
Y sobre todo, ya no tengo prisas por llegar a
donde sea.
Ahora solo tengo
urgencias de colores, de verdades, de agradecidos abrazos, de sonrisas
redentoras.
Le perdí el miedo a
los mandamientos y ya no me conmueven las consignas, por repetidas que sean.
Por eso, ahora que
anochece, y la penumbra repinta los adentros, repaso lo vivido.
Quiero andar el
camino que lleva hasta la noche y sus presagios y debería preguntar a quién examine, cuál es
la nota de mi existencia.
Me fastidia pensar,
que después de tanta palabra, alguien me dijera, que nadie va a acordarse de mi
firma.