miércoles, 28 de enero de 2015

RELATO DE LOS JUEVES.- EL CASO NISMAN



Acababa de empezar el día 19 de enero y algunas ventanas de la Casa Rosada estaban encendidas.

La ocupante oficial de la residencia, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no había conseguido conciliar el sueño.

Veintiún años después de la consumación del atentado terrorista contra AMIA, y mientras el caso parecía podrido en las turbias cloacas del estado, un fiscal se preparaba para ese mismo día incoar una grave denuncia contra la Presidenta y su canciller Héctor Timerman, en el Congreso de la nación.

Ese fiscal, Alberto Nisman, iba a demostrar la acusación de que tanto la Presidenta como su Canciller habían encubierto pruebas fundamentales que implicaban a imputados iraníes.


No eran todavía las dos de ese día 19, cuando sonó el teléfono de la presidenta. Era Sergio Berni, Secretario de Seguridad de la nación:
.- ¿Diga?
.- Soy Sergio Berni, Presidenta. Le comunico que el fiscal Nisman, ha aparecido muerto en su domicilio de Puerto Madero.
.- ¿Qué pasó?
.- Lo más seguro es que se suicidase.
.- ¿Dejó alguna nota de suicidio?
.- No. Solo dejó una lista para la compra.


Las luces de la Casa Rosada se apagaron por completo. Seguro que la Presidenta iba, por fin, a conseguir conciliar el sueño.


Se acordó de la lista de la compra del fiscal y a la tenue luz de la mesilla de noche, redactó la suya.

Fue muy escueta: últimamente su estomago no estaba para muchos excesos, solo pidió una botella de champán francés, para poder brindar por la seguridad de otros tantos años de impunidad, mientras se dilucidaba si el fiscal Nisman se suicidó o fue suicidado.

Naturalmente, anotó una reputada marca francesa: una buena cosecha del champán de la Viuda.



Más sobre este caso en el blog de GUS




miércoles, 21 de enero de 2015

EL RELATO DE LOS JUEVES.- LLORAR...DE FELICIDAD.




En el relato de este jueves, el amigo Alfredo de La Plaza del Diamante, nos invita a que lloremos de felicidad.

No encontrareis lágrimas en este escrito, pero si el agradecimiento a la felicidad que  me habéis regalado, con motivo de mi reciente cumpleaños.


                                                              GRACIAS


Ha valido la pena llegar  a estos 79 años, aunque solo sea por haber tenido la oportunidad de leer las cosas que sobre mí habéis dicho en vuestros comentarios, al escrito donde os lo comunicaba.

Solo gracias a la magia de este nuevo método de comunicación que, saltándose lo prosaico y corporal y poniendo el énfasis en lo espiritual e intangible, hace posible que un hombre en las últimas etapas de su vida, pueda encontrase con personas, que si no conocidas, si al menos tienen en común con uno mismo, algo que desgraciadamente, muchas veces no se da en los contactos mas físicos y personales: una comunión de sentimientos y un acompasado ritmo de latidos.

Han sido muchos más los amigos que me han felicitado a través de mi blog, que aquellos que lo han hecho en persona o telefónicamente. Y es doloroso, pero normal: de mis amigos de siempre, cada vez van quedando menos y los que quedan, tienen un poco deteriorada la memoria, por mor de loa años.

Vosotros ganáis en número y lo más importante, en juventud. 

Esa juventud de la que yo quiero aprovecharme, para que sea el motor de los años que me quedan.

De manera que basta de elogios a mi persona. Los agradezco, pero no admito algunas palabras que hablan de gratitud por lo que digo o pienso.

No sé si os habéis dado cuenta, pero os estoy utilizando, me estoy aprovechando de vosotros, para que la vida que vivo me sea muchísimo más placentera y llena de nuevos alicientes.

Como final unas palabras de Virgilio, que reflejan fielmente mis sentimientos: “Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, debe durar la memoria del beneficio recibido en la mente del hombre agradecido”.

Gracias por estar ahí y hacérmelo notar. Sois responsables de la sonrisa que me nace cada mañana.







sábado, 17 de enero de 2015

MANO NEGRA



Fotografía de Martin Gallego

La tarde no invitaba a salir y seguramente la tristeza de su cielo plomizo, había espantado a las musas que, casquivanas como siempre, se habían marchado a buscar otras mentes más propicias.

Aburrido, decidí pasearme por esta pantalla que suele ayudar a que el tiempo pase más deprisa.

En la segunda bocacalle a la derecha, me topé de frente con esta mano, que me hizo dar un respingo.

Me impresionó en principio, pero uno ya es mayorcito y no iba a ser lo suficiente temeroso y ridículo, como para dar la vuelta y correr.

Quieto ante ella, la miré fijamente.

Aquella mano vestida de negro, tenía más de máquina depredadora que de algo vivo y con latidos.

Sus dedos con vocación de garras, se remataban en unas uñas sucias, como terminales de odios dispuestas a arañar en su provecho.

Ni las arrugas, ni los vellos erizados, le daban un ápice de humanidad a esa mano hecha para el dolor.

Me figuro la palma de esa mano con una M grande marcada, como un presagio de muerte, mientras se cierra haciéndose cárcel.

Y dentro, resistiendo la tensión asfixiante de esos barrotes, una flor que ha perdido el color que la define, pero que sigue viva ofreciendo un aroma del que nada entienden esos garfios mandados por el odio.

Ni siquiera la tristeza de esa mano casi simiesca, le resta belleza a la flor que, falta de colores, consigue enseñarnos su hermosura.

La pregunta es: ¿quién maneja esa triste máquina?, ¿quién da las órdenes para que esa mano, hecha para la caricia, se haya convertido en terminal del odio?, ¿qué delito ha cometido esa rosa, para merecer castigo?

¿Pertenecerá esa mano a alguien al que le han enseñado mal y sigue creyendo que, algo que solo ha nacido para hacer felices a los hombres, puede ser sojuzgada por tratar de irradiar su perfume al resto de la humanidad?

 ¿Nadie le ha enseñado, o no ha querido aprender, que no se puede ser dueño de la voluntad de una mujer, del perfume de una rosa, ni de la belleza de una estrella?

Me da miedo pensar que esa rosa que trata de mantener su hermosura contra dolor y  la nausea, sea apenas un capullo que comienza a derramar su belleza con la alegría elemental y sana de quien empieza a la vida.

Y más miedo me da, que el dueño de esa mano, tenga careta de hombre sonriente y alma de asqueroso depredador y haya podido confundir la candidez de la pureza  de esa rosa, con soeces argumentos para su mente enfermiza y criminal.

Y también me da miedo pensar que quien puede tener la potestad para poder evitar el dolor de ese capullo, pierda su tiempo en otros prosaicos menesteres, atendiendo consignas que de nada sirven a su conciencia, en vez de cortar de raíz el odio de esa mano, siempre dispuesta al dolor.

También puede suceder que el dueño de esa mano, le haya prestado a la misma su alma de hierro y máquina, su condición de depredador de belleza. Puede que el humo con que adoba sus sueños de poder, haya sido el que ha llenado de hollín la primigenia blancura de la mano.

Puede que al tratar de matar esa flor, lo que pretende es borrar los olores que hacen bella la vida,  que la naturaleza pierda su paleta de colores,  y que en aras de sus  desmedidas ansias, todo termine tan negro como esa mano y la conciencia que la maneja.

¡Que tarde más triste!. Vuelvo la esquina, me dirijo a otra calle y el dolor de esa imagen de ira me sigue persiguiendo.

Amigos,  este es mi deseo: ¿me queréis ayudar entre todos a liberar a esa rosa que no tiene culpa de nada, de la garra sucia y sin alma de esa mano que siempre tiene dueño, aunque no tenga agallas para dar la cara?







domingo, 11 de enero de 2015

CUMPLEAÑOS



Tal día como hoy del año 1.936, vi por vez primera la neblinosa y triste luz, que ya presagiaba unos años de ceniza y odio.
Han pasado los 79 años que hoy celebro y trato de hacer repaso, con este sencillo poema, que os dedico, con la esperanza de que la redondez pletórica de los ochenta, también lo celebre a vuestro lado.



LO QUE FUI…

No soy ya,
el que ponía collares de risa a las mañanas tristes.
Ni el que intentaba descifrar los problemas del mundo
hurgándose, pensativo, la nariz.

Ya no soy, aquel que soñaba las historias,
en la esquina somnolienta de la clase,
absorto en los rizos de aquella chica,
que, por supuesto, nunca fue mía.

No soy el que inventaba aventuras
tomando billete en un libro de mapas.
Ni el que surcaba charcos en barcos de papel
en largas y fangosas singladuras.

No soy el que guardaba en su bolsillo
un planetario de canicas, como mundos brillantes.
Ni soy el que robaba el nervio a las lagartijas,
junto a las tapias calurosas de la siesta.

Ni el que se hizo perito en hojas,
conocedor de trinos,
cazador de mariposas,
salteador de huertas,
buceador de albercas,
catador de frutos.

Ya no soy,
aquel proyecto de hombre,
delimitado de azul y letanías
que pretendieron hacer, sin conseguirlo.

Ahora, tras muchas cavilaciones
 he conseguido ser:
minero de achaques
detector de reumas y jaquecas,
conocedor de toses y latidos.

He vuelto a jugar a la aventura,
 viajando por los mundos con mis letras,
aunque siga anclado en una silla.

Desde aquél que quería robarle el sitio a las cigüeñas
a este Juan de hoy, anquilosado,
muchas cosas han pasado por la vida.

Para no parecer insatisfecho,
os diré un sincero ¡me conformo!

No quiero abusar, por eso solo pido,
                                                      seguir inventándome canciones,
en esta esquina luminosa de la clase,
mientras la vida sonríe en la ventana.




miércoles, 7 de enero de 2015

RELATO DE LOS JUEVES.- SE FUE LA LUZ


Criptana.- Oleo de García Ergüin


UN RATO DE CEGUERA.
             “El bien del cielo puede estar en las sombras” (J.L.Borges)

Porque me lo han pedido
esta noche he jugado a ser ciego.

A la hora convenida.
al igual que muchos otros
borré los colores que a diario me rodean,
quedándome a solas con mi yo más oscuro.

Desasistido y sin norte,
he marchado a tientas,
apoyándome en el titubeante bastón de la memoria.

He podido comprobar
como el mundo se hace hondo,
sin escalera ni pasamanos donde asirse,
bordeando en  cada paso un precipicio.

Si miro al frente, solo encuentro
un espacio lleno de tinieblas
y en las transparencias ocres del “Criptana”
que García Ergüin pintó,
ahora solo aparece un carrusel de luces de colores,
enrabietadas y sin formas,
que dentro de mi mente,
 no logran encender ninguna llama.

Por fuera todo es negro
aunque mi cabeza se llena de dorados girasoles.
que pierden sus semillas al llegar a mis pupilas. 

Ahora,  soy el programador de mi espectáculo,
el director de escena de mis sueños,
el dueño de la paleta que da vida.

Aprendo que debo de fijarme
en lo sustantivo de las cosas.
Que todo es lo que parece,
si se le quitan las veladuras
y los falsos oropeles.

Y también aprendo
que el mejor remedio
para esta oscuridad que asusta,
es tener una mano amiga que te guíe.

Me levanto, llego a tientas a la mujer que amo,
la toco con la mejor caricia de mis manos
y noto como fuera,
con su rumor oscuro,
 la vida está donde solía.


Cuando vuelvo a la luz,
los ojos me duelen de  tantas claridades
y mi pequeña soledad,
vuelve a llenarse
de delirantes coloridos.

Necesarios, ¡sí!, pero excesivos.
Quedarse a ciegas
te enseña a apreciar
el otro color suave que la vida nos ofrece.


Más tinieblas en el Blog de Juliano el Apostata.









domingo, 4 de enero de 2015

RELATO DE REYES

Dibujo de Internet



La tarde se escondía, aterida de frío, entre los recovecos oscuros de las sombras incipientes.

Mientras recorría la desconocida luminosidad de las calles repletas de luces y sonrisas, su precaria presencia se difuminaba en la propia poquedad de su figura.

Todavía temblaban sus famélicas y negras carnes, más que por el frío de una noche de enero, por el recuerdo intolerable de un viaje a la felicidad, que se había saldado con muertes y fracaso.

Sus escasos 12 años, habían soportado la locura criminal de un viaje sin sentido, pero en el calvario de ese triste trayecto a ninguna parte, había perdido al hermano con el que empezó la odisea y que ahora era solo dolor hecho recuerdo y muerte lacerante entre algas y arena de una playa olvidada.

Su frío no le llegaba de fuera, le nacía del alma y ponía pespuntes de escarcha en cada entresijo de su cuerpo.

Ni siquiera sabía cómo había sido posible llegar hasta donde ahora se encontraba. Sus pies ya sabían de agua helada, arena desconocida, asfalto enemigo y pasos evasivos.

Sus viejas zapatillas de deporte, tiesa de soles, salitre y sudores, hartas y cansadas de huidas, le llevaban ahora por la acera segura de una calle repleta de luces.

Un hambre de siglos, pero dolorosamente renovada, se hacía punzada de deseos ante los surtidos escaparates que adornaban la acera, en contrapunto doloroso del vacío de su estomago.

Al torcer una esquina, se topó con una muchedumbre que miraba expectante el variopinto colorido de una cabalgata.
Antorchas, carrozas, camellos, pajes, camiones llenos de juguetes y luces, muchas luces.

Desde una de las numerosas carrozas que adornaban la comitiva, un montón de muchachos de su edad, vestidos con trajes antiguos, bombardeaban las aceras repletas de gente con una imparable ráfaga de caramelos y dulces.

Vio como los niños y mayores que presenciaban la comitiva, se arremolinaban para recoger los dulces y golosos proyectiles.

El hizo lo mismo, pero no pensando en la golosina apetitosa para cualquier niño, sino en que aquella era la oportunidad más cercana de saciar su hambre. Logró hacer acopio de un buen número de dulces que apretaba con fuerza en su mano. En la siguiente lluvia dulce proveniente de otra carroza, fue a hacer nueva recolecta, con la mala fortuna de intentar coger uno, que ya había sido visto por un rollizo niño de botas y bufanda. Su llanto al no conseguirlo, llamó la atención de su padre.

Con empujón y un certero golpe en las manos, hizo que los caramelos del niño negro hambriento y triste, cayeran al suelo y fueran recogidos por el resto de la chiquillería.

Asustado, dio unos pasos atrás y se acurrucó en la pared. Más que quedarse sin caramelos, para mitigar su hambre, le hubiesen dolido las palabras de aquel hombre, de haberlas podido entender:

<< El negro de mierda, ¿pues no quería quitarle los caramelos a mi hijo? >>

Desde la acera, el “negro de mierda” miraba una rutilante estrella colgada de una carroza, estrella que por cierto no señalaba ningún camino que llevara a la dignidad.

En una carroza, un hombre de su mismo color, vestido con costosos ropajes, con un reluciente turbante de vistosa seda y rodeado de sonrosados niños, saludaba con una mano enguantada.

El niño negro, lo miró fijamente a través de sus lágrimas. El rey Baltasar volvió la cabeza sin poder resistir su mirada. Supo al momento que el “negro de mierda” ya había notado que su color era un engaño. Chafarrinones de carbón trataban de enlutar su cara, sin conseguirlo.

El azabache del dolor, la densa negrura del hambre y el oscuro de la pena, están de verdad en la cara de ese niño negro que llora en la acera, apartado desde siempre de una fiesta en la que se habla de amor y de felicidad.