Harta de grifos secos y mañanas sucias, de avergonzarse de comprar a cuenta y a veces pagar con caricias no sentidas, harta de constantes apagones, de noches infinitas y de muertes prematuras, aquella joven negra se montó en una lancha “resabiada”, en busca de una nueva vida o una presumible muerte.
Tuvo suerte: arribó al
resplandor de los anuncios multicolores, los escaparates repletos y los bajos
sueldos seguros, aferrándose a estos como el sueño posible después de la
pesadilla.
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En esta fiesta a la
que había asistido, junto con unas compañeras blancas, pudo pensar en todo
ello, sola en una mesa, mientras sus amigas bailaban.
Solo bailó una vez, y
supo desde ese momento que ya no estaba dispuesta a volver a pagar con algo
suyo unos minutos musicales en los brazos de un hombre.
Ya no tenía que
“dejarse hacer” pensando en el hambre de sus hermanos, en las ausencias de su
padre y en las interminables lágrimas de su madre.
Mientras sus amigas
blancas bailaban, pensó en unas palabras dichas por su maestra y que creía
recordar, pertenecían a una vieja cantante de jazz llamada Billie Holiday, sin
saber si eran la letra de una canción o un pensamiento de la artista.
Lo que no había olvidado
era la frase que hace tiempo escuchó:
“Puedes
cubrir tus tetas con blanco satén, llevar gardenias en el pelo y no ver una
sola caña de azúcar en kilómetros a la redonda, pero seguirás trabajando en una
plantación”
Estaba en estos
pensamientos, cuando un “rijoso”, con la mirada perdida en sus pechos y el tacto pronto al “manoseo”, se acercó
pidiéndole un baile.
.- “Lo siento, estoy cansada y mañana tengo que madrugar para recolectar caña de azúcar
Billie Holiday I'll Be Seeing You
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