sábado, 12 de febrero de 2022

CONTANDO ARRUGAS (AGRADECIMIENTOS)


 

Para Chelo de la Torre, de Pasatiempo, que cada día nos enseña que la poesía es siempre una leal compañera.

 

LA NIÑA QUE SALUDABA EN EL ANDEN

 

Lanzando carcajadas de humo, el tren pasa raudo por la solitaria estación de la tarde.

Una niña, con su muñeca de trapo colgada de su mano, saluda a los calientes saludos que intuye tras las ventanillas, mientras en el viejo reloj del andén, se suman las horas con el luto negro de la carbonilla.

Algún día, la niña sueña que será la que salude desde el vagón, aunque los andenes estén vacíos y ya no necesite de muñecas.

Olvidará el ronco ladrido de los perros, lista para serpentear con ese tren que le enseñe desconocidos almanaques, y olvidarse de la diaria monotonía de horarios repetidos y sueños abortados.

Su pensamiento, como un pájaro viajero, espera curiosa el futuro de un billete sin retorno a nuevos paisajes, palabras nuevas, relojes plenos de minutos azules y horas de claridades.

Mientras llega ese tiempo, se olvida de los horarios y los saludos y se prepara en los libros, para ese futuro que le llama y le inquieta.

Alguna que otra vez, suma sueños,  resta días, divide sentimientos y multiplica temblores, mientras en el cielo, los pájaros y las nubes resuelven sus ecuaciones despejando amaneceres.

¡No es mala manera soñar la vida mientras pasa, cogiendo de la mano a la poesía!

 

 


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