El desahucio estaba
previsto para el viernes, pero debido a la llegada del Rey Emérito, y por la
falta de agentes de la autoridad, necesarios para llevar a cabo la orden
judicial, dicho desahucio fue aplazado hasta la semana siguiente.
Aquella pareja de viejos
campesinos gallegos, que no habían sido capaces de soportar las dos crisis
seguidas, terminarían por perder su casa y los campos colindantes.
Ellos, que solo se
habían dedicado a trabajar y no sabían de Corinas, cacerías, emiratos,
comisiones y otras zarandajas, agradecieron al Borbón el poder dormir unos días
más en su casa de toda la vida.
Era "engordar para el matadero".
Seguro que ellos
sentirían sobre sus cansadas espaldas, el inexorable peso de la ley.
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