sábado, 18 de febrero de 2023

UTOPÍA


 

Era tan fantaseador que quiso hacer un mundo nuevo con retazos de sueños guardados en un viejo baúl de ropa usada.

Ante la falta de ingredientes para la pócima milagrosa, no tuvo más remedio que utilizar el brillo de una estrella, la sonrisa de un joven, el canto de una alondra, el ala de una golondrina, el sol que calienta en los trascachos.

A pesar de los esfuerzos de nuestro imaginativo protagonista, aquella alquimia no funcionaba.

Afanado en su utopía, no se daba cuenta de que los sueños guardados en el baúl, se los había terminado por comer las polillas, la estrella se había cansado de brillar ahogada por la polución, los jóvenes escondían sus sonrisas, por la angustia de un futuro pintado de miedos, la alondra dejaba de cantar, harta de no aparecer en la lista de Spotify, la golondrina dejaba de aletear cansada de tantas fronteras y alambradas y el sol, tan mayor y sensiblero, había decidido ausentarse, mientras se ponían de acuerdo las antiguas y seguras cuatro estaciones.

Nuestro visionario, ante este vacío lleno de soledades, se olvidó del lenguaje de la luz y los latidos, se hizo sombra y se dedicó a garabatear palabras inconexas.

Estaba convencido que al final, ante la mudez de un cielo sin sentido, no tendría que peregrinar para encontrar las puertas del infierno, siempre que ese concepto, como tantos aprendidos, fuese real.

El GPS de su existencia le acabó por marcar las coordenadas geográficas y la situación exacta para tan desagradable final.

Aunque, pensándolo bien, no necesitaba para nada el infierno, ya tenía bastante con su propia soledad.

 


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