martes, 13 de junio de 2023

AQUELLO...


 

Aquella infancia,

marcada por nubes azules

surcos verdeando a pesar de los terrones

y pájaros jugando al escondite

en la tarde preñada de ilusiones.

 

Aquellos días,

en el que tiempo sobraba,

mientras las horas somnolientas

caían del campanario,

haciendo que los perros

olvidaran los silencios.

 

Aquellos amigos,

licenciados en nidos y lagartijas,

faltos de juguetes y sobrados de golondrinas,

que al trascacho de las parvas en las eras,

coleccionaban deseos y soñaban esperanzas.

 

Aquel primer amor,

desvanecido como una sombra,

entre nubes de tiza

y peroratas magistrales.

Unos rizos dorados

donde se ahorcaban los deseos

con ansias y ternuras primerizas.

 

Aquel yo,

que buscaba en el descanso de la noche,

alguna estrella fugaz

que iluminase la tristeza gris de la existencia,

ofrecerle luz y latidos

a un caminar sin metas,

a un penetrante olor a odios y cenizas.

 

Hoy ha crecido el tiempo,

-tanto que comienza a acabarse-

y no todos los sueños se cumplieron.

Las luces de las farolas enmudecen,

las noches se acortan tanto,

que acabaré siendo perito en madrugadas

y a falta de estrellas fugaces

me sigo conformando con la luna.



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