Hoy no va de agradecimientos, va de
felicitaciones.
Permitirme felicitar a
todos los Cecilios y Cecilias que hoy festejan su onomástica.
Es cierto que no
conozco a muchos, pero alguno de los que llevan ese nombre o han nacido en esta
fecha, fueron trascendentes en algún momento de mi existencia.
Antes que mi
felicitación quede huera y sin sentido, permitirme que incluya en ella a todos
los que son capaces de sentir la música.
A los que piensan que
si Dios existiera solo hablaría con su ecuménico lenguaje.
A los que la necesitan
para completar su alegría, para llenar sus soledades, para avivar los
recuerdos, para acompañar el maravilloso éxtasis del enamoramiento, para llenar
los momentos de la tristeza y sus consecuencias.
Los que solemos
emborronar cuartillas con ansia de belleza, sabemos que cuando las palabras se
llenan de música, es cuando nace la poesía.
Os dejo con la siempre
agradable compañía de Juan Sebastian Bach.
Escuchad este
movimiento de su 3ª Suite para orquesta conocido por “Air” que con su estilo barroco nos entreabre las puertas de la
eternidad.
Os lo dice desde el
corazón, alguien que es descreído por naturaleza, pero que cuando lo escucha,
empieza a creer en la sublime realidad de lo bello, hasta en la posible
existencia de un dios superior.
Bach, en alemán se
puede traducir por “riachuelo”.
Si buscáis la magia o tenéis necesidad de la felicidad
que el cicatero mundo os niega, no dudar en sumergirse en su frescura,
descansar en su ribera, escuchar la cantarina música de su agua y notaréis como
la vida se presenta más bella y soportable.
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