Ahora
las palabras no son el cemento
con
el que construyen los poetas.
Entrecortadas,
vergonzosas y taimadas,
se
han vendido por un plato de lentejas
a
algunos políticos, mercachifles y
cantamañanas
o
a cualquiera que sepa perder la dignidad
y
esté dispuesto
a
olvidarse de sus propias convicciones.
Quizás
por ese motivo, las palabras de ahora
se
han olvidado de su propia etimología,
quedando
sin fuerza y decadentes, sin ese calambre
que
siempre tuvieron y tanto nos obligaban.
Oigo
esas palabras tramposas y sin pálpito
y
mientras compruebo que la magia del pasado
se
resuelve en cenizas doloridas que nada significan
hasta
la música del verso se hace ruido
y
cada día resulta más difícil
la
minuciosa sinrazón de la poesía.
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