miércoles, 2 de noviembre de 2022

OBJETOS PERDIDOS


 

El poeta escribía poemas a sabiendas que ya no tendrían retorno y que sus rimas volarían como las hojas de los árboles en el otoño, sin saber siquiera donde terminarían por hacerse hojarasca.

Antes, sin apenas rechistar, había perdido amigos, recuerdos, ilusiones, creencias.

Hasta la libertad, por la que tanto había luchado, quedó enmarañada en algún recodo, manoseada por los que nunca creyeron en ella.

Supo, con ensoñadora alegría, que hubo un tiempo en el que perdió la cabeza,  lo que le obligó a tener que utilizar en su lugar un corazón que ya no le pertenecía.

A pesar de ser consciente y dolerse, de no tener amigos, de faltarle los recuerdos, de olvidarse de las rimas, de no encontrar los calendarios y de haber perdido la esperanza, nunca visitó la Oficina de Objetos Perdidos.

Hasta esta mañana que fue a preguntar por su sombra que le ha abandonado, a pesar de que la luz del sol de este otoño, que no quiere serlo, blanquea de luces los tapiales y llena de claridades la mañana.

Le han dicho que no debe preocuparse y que se habría tomado unos días de descanso.

Él sabe que no, que ya está harta de soportar tanta espalda encorvada, tanto achaque, tanta insoportable ceniza en los bolsillos, sin siquiera una rima que sirva para reconfortarla.

El poeta caminó en la tarde ahíto de tristeza, mientras la edad le tramaba un nuevo desencanto.



 


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