Cuando inevitablemente,
van cayendo los años,
como hojas oxidadas del otoño.
Cuando nada nos compensa
de todo aquello que perdimos.
Cuando ya no nos consuelan
ni plegarias ni aleluyas.
Cuando ni siquiera son distintas
las noches de los sábados
y pierden consistencia
casi todas las teorías.
Cuando me pesan tanto los olvidos,
no quiero enfermar de monosílabos.
Ni dejar que se desoville
el hilo plateado de los sueños.
Quiero ver en el espejo
unos ojos con brillante luz de fuego
dando color y ansia a las pupilas.
Ahora solo quiero que mis palabras,
-luz y caricias contenidas-
como gotas de lluvia inunden los barbechos,
germinando flores
que sepan sobrevivir a la esperanza.
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