I.A
(Al
amigo Emilio, de Cayado
de
Sándalo, que el otro día
también
escribía sobre esto).
Entenderéis enseguida
que con mis años, no estoy en contra de los avances de la ciencia.
Cuando uno viene de
los vagones de tercera y los viajes que duraban un día. Cuando para hablar por
teléfono con Madrid, echabas una mañana. Cuando durante mucho tiempo, el único
pescado que entraba en tu casa era el bacalao. Cuando los coches funcionaban
con “gasógeno” y las ruedas se “recauchutaban”. Cuando recibir un “telegrama” era un mal presagio y el dinero era sonante y contante,
o no era.
Cuando recuerdo y miro
los avances actuales, no tengo por menos que olvidarme de aquel dicho poco real
y edificante que decía, “todo tiempo
pasado fue mejor”.
Todo eso viene a
cuento de esa I.A., de la que tanto se viene hablando últimamente.
A mí, que no ando
sobrado de conocimientos cibernéticos, me resulta un poco dificultoso el explicar en qué
consiste eso de “la inteligencia artificial”. Dicho de una manera un poco
pedestre, viene a consistir en que los ordenadores piensen y actúen como lo
hacemos nosotros, que dicho sea de paso tampoco, es muy meritorio con los
tiempos que corremos.
Pero se me ocurren
algunas consideraciones, que explicaré al canto y que me hacen pensar a simple vista,
que la cosa no parece fácil.
Comienzo mis dudas:
¿Dónde será exiliada
la imaginación?
¿Se confeccionará una
nueva ley de Vagos y Maleantes, para los portadores de ilusiones?
¿Se edificará un
mausoleo para enterrar los latidos, no programados, de los que se enamoran?
¿Habrá un búnker donde
salvaguardar las fantasías?
¿Qué hacer con ese
milagro del duende “que quema la sangre,
como un tópico de vidrios” (Lorca,
dixit), que solo algunos cantaores
elegidos consiguen, en noches de vino, suspiros y camisas rotas?
¿Qué haríamos si a
Mafalda le surgiera una hermana gemela?
¿Con qué algoritmos
conseguiríamos los majestuosos registros de la garganta de Billie Holiday,
cuando grita de venganza y susurra de amor?
¿Qué tecla habrá que
tocar para conseguir la desconocida, implacable y maravillosa improvisación de
John Coltrane?
¿Nombraríamos a Johann
Sebastian Bach persona “non grata”?
¿Dónde se congelará
esa luz que nace de los poetas y permite que la vida sea vista de otra manera?
Pero hay algo que me
preocupa mucho más: ¿podrán ser utilizados esos algoritmos por un millonario
loco, que se haga cargo también de nuestras libertades?, ¿o por alguien a quien
no le gustas y es capaz de dominar esas demoniacas técnicas?
Afortunadamente, no
espero que yo pueda sufrirlo, pero qué pena me da aquellos que tengan que vivir
con sueños precocinados, suspiros congelados y latidos en conserva.
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