Fotografía de Eva Bellido del periódico "Todo Benicassím".
Me
siento ante el teclado del ordenador en esta mañana lluviosa, gris y
desapacible, sin saber de qué escribir.
La
tristeza del día, parece agarrotar mis dedos y lo que es peor, me nace como una
especie de censura que trata de tachar, con pinceles negros, lo que debía ser
la alegría.
Todavía
me pesa en el recuerdo, ese mar de ayer que me hizo recordar lo escrito por Alessandro Barico en “Océano
Mar”:
“Se oía el mar, como
un alud continuo, trueno incesante de un temporal hijo de quién sabe qué cielo.
No se detenía un instante. No conocía el cansancio. Ni la clemencia. Si lo
miras, no te das cuenta de todo el ruido que hace. Pero en la oscuridad...Todo
ese infinito se convierte sólo en fragor, muro de sonido, grito abrumador y
ciego. No se puede apagar el mar, cuando arde en la noche”.
Hace
solo unos día, disfrutaba y os hablaba de ese mar femenino, “la mar”, maternal y paciente. Sensual y
acariciador. Lúdico e infantil. Amoroso
y paciente.
Pero
todavía vive en mi memoria, es mar “padre
padrone”, brutal y violento, inmisericorde y enemigo, depredador de arenas
y palmeras.
Ese
mar rabioso, que ruge cuando ataca, sin importarle barreras y sin reparar,
siquiera, en las vidas de los que le aman.
No
es ese el mar que yo admiro y siento que no sabré nunca a quién pedir responsabilidades, por este triste cambio.
Delante
del mar de ayer, me quedé triste y sin palabras, aunque pensándolo bien, quién soy yo, para pedirle explicaciones al mar.
Como
no sé sobre que escribir, el día lo dedicaré a la lectura, y a escuchar la
música retrasada, esa que vas dejando, para cuando las tardes manchan los
cristales, las golondrinas se retiran temprano, y en la pizarra del cielo, un
cepillo de bruma, borra las estrellas.
¡Otro
día será!
Si Juan, los días también son de colores. Diferentes. No siempre gratos. Pero hay que vivirlos, como dices que harás, sintonizando con su frecuencia. Con la calma que ofrece la edad y que no es aturdimiento ni aletargamiento invernal sino sabia tranquilidad y sosiego. Que la lectura y la escucha te sean propicias y alimenten aquello que vive en tu interior. Dará sus frutos, seguro.
ResponderEliminarLeer siempre es una buena opción.
ResponderEliminarLeerte me resulta grato.
ResponderEliminarBesos.
Pues así es la vida Juan, esos días delante de las teclas sin nada que decir, no es que abunden pero alguno se deja ver.
ResponderEliminarSobre el mar... Reconozco que no me produce nada desagradable el verlo alborotado, rugiente o "amanazador". Más bien me placen las distintas formas en las que se manifiesta.
Recuerdo los amaneceres en la costa ibicenca, con el agua totalmente quieta, y los temporales de ahora en las costas vascas. Ambos momentos con su propia naturaleza.
Abrazos.
Juan, hasta cuando no tienes nada que decir, me gusta como lo dices.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Juan!! Creo que estamos destruyendo la naturalez y el mar se hace sentir, solo hay que escuchar sus quejas o alaridos, el hombre no piensa en el mundo piensa en sus negocios y beneficios, y asi estamos con el derretimiento de los glaciares, aumentando la masa de aguas del oceanos y mares con sus consecuencia zonas inundadas, islas que desaparecen.... en fin hay que cambiar y solo depende de la humanidad!!
ResponderEliminarUn beso enorme y otro dia sera!!
Lo dices todo sin querer decirlo, te fluyen las palabras y eso es un don y un arte.
ResponderEliminarSí que en días así el mar puede producir tristeza. Es invierno, amigo.
Un café caliente mientras oyes música, también es una buena opción. Abrazos.
Lo primero decirte que la foto que has colgado en tu entrada es terrible, igual que las imágenes que se emiten por televisión. En todo momento estoy con todo el Levante y con toda Cataluña. Espero que ésto acabe pronto.
ResponderEliminarDicho lo cual comprendo el estado de ánimo que tienes hoy y tu enfado con el mar, lo único que se me ocurre en su defensa es que agredimos continuamente a la madre natura y estos zarpazos son para llamar nuestra atención de que debemos cambiar nuestra actitud y defender sus límites, tú sabes igual que yo que con las costas se están haciendo verdaderas barbaridades y nos está avisando, como buena madre que es.
Y pensar que aún hay quien dice que lo del cambio climático es una patraña...
Y hablando de otra cosa, suscribo plenamente las palabras de Emilio que "hasta cuando no tienes nada que decir, me gusta como lo dices", lo dices bonito.
Besos
Me has trasladado tu estado de ánimo, la tristeza de las consecuencias de esta violenta borrasca Gloria, que apena y tantas pérdidas está causando a media España, lo peor, las muertes...
ResponderEliminarComo dice Emilio y Tracy: "hasta cuando no tienes nada que decir, me gusta como lo dices", sobre todo, con la objetividad y el sentimiento. Ojalá mañana amanezca espléndido el día y todo vuelva a su cauce, pero veremos las secuelas...
Un beso y abrazo.
Hasta el ser más amado nos puede herir a veces sin querer... O en el caso del mar que se enfurece estos días, quizás sea su manera de protestar, de hacernos ver lo mal que lo tratamos a él y a la Tierra.
ResponderEliminar¿A quién pedir responsabilidades?... Todos somos responsables seguramente y desgraciadamente. Y algunos pagan con su vida. Tristeza, sí. Las imágenes que se ven en la tele son escalofriantes.
Mañana será otro día y encontrarás una alegría que contarnos pues aunque digas que no sabes de qué hablarnos, no te creemos y la prueba nos la has dado hoy de nuevo ;)
Abrazote desde mi tarde de sillón lector otra vez.
Llueve y llueve y sopla el viento helado desde la sierra.
"El mar. La mar.
ResponderEliminarEl mar. ¡Sólo la mar!"
Ya lo decía Alberti.
Día de invierno y día de temporal, Juan. Gris, cierto, pero estamos en invierno y es lo que toca. Nieve, lluvia, viento. Lo que ocurre es que queremos ganarle la partida al mar y construimos casas a su orilla, enderezamos el curso de los ríos, y sólo queremos nuestro acomodo. Pellizcamos la pared y ya tenemos luz, y qué olvidadizos somos cuando no la necesitamos y siguen luciendo y luciendo... Siento la pérdida de seres humanos y los destrozos que causa la virulencia del agua, o del fuego en Australia. Pero me conmueve el grito sollozante y desesperado de la Madre Naturaleza, me entristece ver la tierra aterronada y agrietada por falta de agua cuando hay sequía, y me conmueve las imágenes de esta tempestad. Pero no nos movemos o no se mueven lo suficiente para evitar, si es que está de nuestra mano, todo este cambio del clima. Respetar nuestro planeta y respetar la naturaleza debiera ser nuestro lema.
Mientras tanto, una buena lectura hará más ameno el tiempo hasta que se pase el temporal.
Mil besosssss
Para no tener nada que decir, te has hecho entender la mar de bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sin alegrarme de los daños que pueda ocasionar el mar a los humanos (o a las obras de los humanos), me enamora ese mar bravo, con carácter, que clama, que brama, fuerte e invencible. Será porque soy atlántica, pero lo considero de una belleza sobrenatural.
ResponderEliminarBesos
Hoy al ver la televisión y las tremendas avalanchas de agua y viento,le decía a mi hija que no somos nada cuando la Naturaleza se "enfada"
ResponderEliminarY es que es un hecho natural.No podemos pedir explicaciones porque no las hay.
Es una tragedia saber que han muerto algunas personas,y los destrozos que ha provocado.En esto,me siento solidaria ,como lo haces tú ,tan triste y con tanto dolor.
Esperemos que la mar se calme cuanto antes y se acaben las desgracias.
Un abrazo y mi ánimo en estos momentos para todos los que lo están viviendo
Besucos
Gó,de paso,poco a poco
Buenas noches Juan, has escrito algo profundo y triste. Todo en el mundo esta desbordado. Ese mar cuando se pone así de violeto no hay quien lo detenga. Saludos amigo.
ResponderEliminarNo sé si te has dado cuenta, pero tanto pensar en qué escribir, has terminado escribiendo :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo que nos dices, a mí me llega. El mar estuvo bravo, altivo, feroz y vivo como nunca por acá.
ResponderEliminarUn abrazo