Aquellos
que me siguen, ya conocen lo que fue “La
Quintería”.
Para
los que no lo sepan, les diré que fue un negocio hostelero creado por mi padre,
utilizando unos de los salones del Bar de Sebastián, usado antes para juegos, (dominó,
chamelo, brisca, truque, tute, etc.-), convirtiéndolo en una especie de mesón,
con decoración manchega, donde se servían variedad de tapas, raciones y
bebidas.
Nuestra
clientela era variopinta y numerosa, gracias al impacto que tuvo en aquellos tiempos,
(finales de los 50, principio de los 60), la originalidad de su decoración,
totalmente manchega y a la calidad de lo servido.
En
aquellos tiempos todavía estaba en vigor la célebre y antigua Ley de Vagos y
Maleantes, creada en la ll República y que le vino de perlas al franquismo
varonil y cristiano.
Se
apoderaron de “La gandula”, (así le
llamaban a la ley), y le añadieron artículos lesivos y antinaturales que
castigaban al ya vilipendiado grupo de los homosexuales.
En
mi pueblo, los había y algunos de ellos eran suficientemente conocidos. Me
imagino que lo mismo ocurriría en otros pueblos y ciudades.
Recuerdo
que no eran bien vistos en los bares y tabernas conocidos y por tanto, ellos mismos
se abstenían de visitar los del centro y tenían que conformarse por juntarse en
bares del extrarradio.
En
algunas ocasiones y cuando, de vuelta a casa, y a horas en las que la clientela
empezaba a escasear, había dos de esos “parguelas”
que se atrevían a pasar por la “La
Quintería”.
Podría
daros los nombres y motes con los eran conocidos, incluso sus profesiones, pero
me abstendré de ello, que en los pueblos todos nos conocemos y por respeto a
sus familiares y a su recuerdo.
Debo
decir, en honor de la verdad, que tras hacer un pacto con ellos, en el que
prometieron no hacer proselitismo mientras estaban en el establecimiento, yo
mismo y los dependientes conmigo, velaríamos porque nadie pudiera meterse con
ellos, fueron muchas las noches que disfrutamos y nos reímos con su humor y su gracia,
en aquellos tiempos rompedora y distinta.
Como
decía al principio, la dichosa Ley obligaba a la Guardia Civil, a hacer cada
cierto tiempo una redada, en la cual le “apretaban las tuercas”, para que los
ya conocidos dieran pistas de nuevos u olvidados “bujarrones”.
Pasada
unas semanas de esa redada, los protagonistas de los que os hablo, recalaron en
“La Quintería” a tomar unos chatos y
nos contaron su patética odisea.
Me
salto los palos, bofetadas y otras vejaciones y paso a contaros lo que uno de
ellos nos contó.
Al
parecer el Capitán del cuartel, del cual también podría decir el nombre, pero
mejor me callo por otros distintos motivos, le preguntó:
.-Necesito que me
digas cuantos “maricones” sois en el pueblo, que tú debes conocerlos a todos.
.- ¡Ay, si yo le
contara! Yo calculo que “semos”…
.- ¡Somos, se dice
somos!, dijo el Capitán.
.- Perdón mi capitán,
es que no sabía que usted también era.
De
lo que ocurrió después, no puedo dar fe, que yo solo transcribo, lo que nos
contó.
Lo
que si es cierto, es que extrañamente, pasados unos días, todos los “sarasas” conocidos, aparecieron por el pueblo recién
pelados al cero y mi confidente seguía luciendo su bien poblada melena.
Quiero
pensar que aquel día el Capitán estaba de buen humor y a nuestro amigo “gay” lo salvó la gramática.
Interesante algo que no sabía- Saludos
ResponderEliminarBuena anécdota de un tiempo alegremente ya pasado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Afortunadamente aquellos tiempos pasaron, repelús me da al leerte, esperemos que nunca vuelvan y que dejen a cada cual disfrutar de su sexualidad como estime conveniente.
ResponderEliminarMe lmagino a La Quintería como un oasis cultural y de libertad en plena Mancha, dentro de lo que debieron ser los años cincuenta. Si no es así, no me lo digas amigo Juan, me destruiría todo un mito que me hubiera gustado conocer.
Por cierto no sabía el apelativo por la que se llamaba a la Ley de vagos y maleantes... Qué historias para o dormir...
Un beso agradecido por tu contribución a restablecer la normalidad en este país con esos gestos, que sin duda unidos a los de otras gentes, facilitaron la apertura de mente tan necesaria en aquellos tiempos.
Eres un compendio de historia.
ResponderEliminarGracias por compartirla.
Besos.
Te diría que no se si reír o llorar, bueno si que lo se, es para llorar, vivía en la época en la que existía esa ley y también aquella en la que no podía haber grupos charlando amigablemente,se pensaban que podían estar maquinando contra el régimen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tiempos aquellos... :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
No he llegado a vivir aquellas andanzas, al menos mi mente no estaba desarrollada ni tenía raciocinio para darme cuenta de lo perseguidos que estaban quienes eran diferentes La España profunda se vivía más en los pueblos, creo yo. Muchas anécdotas guarda aquella Quintería. Gracias por contarlo. Por cierto, parte de mi familia se apellida como tú.
ResponderEliminarUn abrazo manchego.
Ay, Juan... Me llevado a una época, era muy niña cuando me lo contaba mi madre. Los tiempos cambian, a veces, para mejor.
ResponderEliminarMil besitos y feliz tarde.
Me alegro por tus experiencias en la Quintería, Juan. Sin duda fue una gran universidad, donde aprendiste ciencias y letras. Veo que aún pervive en tu memoria y poco a poco nos vas regando de historia y conocimiento de aquellos tiempos.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo.
No lo he conocido, pero si lo dices me lo creo, y si es cierto es triste, claro que eran otros tiempos y las cosas eran diferentes. Un abrazo
ResponderEliminarMenos mal que ya no es así,amiguco!
ResponderEliminarAquellos tiempos eran tan prohibitivos,que no se podía ni respirar
La quintería debió de ser un lugar que escuchó mucho más de lo que iamginamos
Besucos
Gó
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ResponderEliminarLa Quinteria es un lugar hermoso en tus recuerdos. Un gusto leerte. Saludos.
ResponderEliminarTiempos durísimos para los bujarrones. Muy bueno, si es cierto lo que explicó quien conservó la cabellera, pobre los delatados. Pero aunque sea falso, de ese semos a somos era una diferencia jocosa, así que bienvenida la anécdota.
ResponderEliminarUn abrazo y por un día con recuerdos cálidos como este.
Adoro la gramática...
ResponderEliminarVaya relato, algo había leído sobre este tema y lo había escuchado de mis mayores.
En estos momentos voy en tren mi parada: Valdepeñas...
Besosssss
Una anécdota que ilustra muy bien la barbarie como el ingenio y la paciencia de quienes debieron soportar semejantes vejaciones. Bien por compartirlas!
ResponderEliminarSabia de la dichosa ley de vagos y maleantes no de la magnitud de los que la sufrieron, tiempos oscuros que espero que no vuelvan. Y si, como es lógico Membrilla tambien tenía su "cupo" de bujarrones solo que algunos de los que conocí se casaron para taparlo, imagínate el papel de la mujer... lo dicho, tiempos oscuros. Me encanta lo que explicas y como lo explicas. Besos.
ResponderEliminarExcelente historia, Juan, y tan bien contada... Aquellos tiempos ya pasaron, afortunadamente, el aire es más fresco y cada cual es libre de expresar públicamente sus gustos o preferencias sexuales. Aunque sigue habiendo energúmenos que quieren devolvernos a aquellas épocas oscuras...
ResponderEliminarAbrazazo.
Lo relatas tan bien que me ha parecido estarlo viviendo. Menos mal que esos tiempos quedaron atrás...
ResponderEliminarCuánto sufrimiento innecesario.
Un beso admirador.
El desenlace podría haber sido bastante peor, así que supongo que efectivamente el capitán estaba de buen humor... o fue descubierto.
ResponderEliminarMe hizo gracia eso de salvado por la gramática
Besos