Me he acercado hasta el mar
y lo encontrado triste, gris, desmadejado
y con una cierta falta de insolencia.
Parece como si este verano,
sin zarcillos de luces y sonidos de espumas,
estuviera naciendo a contratiempo.
El sol no se atreve a asomarse
y la tristeza se hace brisa que estremece y nos
ahoga.
La amargura se hace bruma,
atormentando los silencios.
Me temo que esta primavera
sea escueta en vuelos de alondras,
canciones de amores que duelen
y jaulas abiertas a la esperanza.
A cambio,
como cada tarde en la televisión
me encuentro con la furia,
con la cólera desatada,
con esa violencia olvidada
que se nos sirve por capítulos
entre anuncios coloristas.
Ya es de noche y me asomo a la ventana.
Todo está negro
¡y las estrellas siguen apagadas!
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