A Carmela, de Mi Fular, que en sus fotografías y en sus letras, sí tiene la luz, el
empaque y la gracia de ese Cádiz que añoro.
Hablo de Cádiz
y me faltan palabras
para contar su magia.
¿Cómo explicar los
sentimientos
paseando sus calles y
escuchando a sus gentes?
¿Qué decir de ese sol
que nace en la mañana,
rodeado de azules y
brisas marinas?
¿Cómo contar ese
milagro de luz,
evocador de susurros y
canciones?
¿Cómo explicar su
ancestral y profundo
sentido de la gracia y
el duende?
¿Dónde sus lunas
escondidas,
presagio de claridades
y nuevas canciones?
En este cuarto donde
añoro,
donde el sol es
cicatero
y las esquinas
estrechas,
solo un vieja
fotografía,
boqueando de recuerdos,
me dan las fuerzas
necesarias,
para seguir escribiendo.
Hablo de Cádiz y
me sobran deseos de
torbellinos de luz
y no me nacen las
metáforas.
¡Me las robó Fernando
Quiñones,
el día que lo abracé
en La Caleta!
¿O fue esa gaviota que
picoteó mis entrañas
dejándome vacío de
luces y palabras?
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