Ellos se quedan,
con la sola tristeza
del temor y las armas.
Dejan las fábricas,
los campos,
las oficinas,
para meterse de lleno
en denso aguacero,
de plomo, miedo y
sangre.
Y ellas,
después de ver venirse
abajo sus hogares,
de que se suicidasen
los cristales
ante tanto temor y
tanta luminaria.
Después de que el
mundo envejeciese,
avergonzado, por no
saber contestar
a preguntas que
parecían olvidadas,
ellas, tuvieron que
coger de la mano a sus hijos
y tragándose las
lágrimas de sus ojos azules y tristes,
sonreír haciendo
pelotas
con esa nieve blanca
que no sabe de melancolías.
Hoy sería un día,
para poder pisar la
tierra verde,
ponerse colorete en
las mejillas y flores en el pelo.
Para bailar y recordar
viejas canciones,
con las que recibir
una nueva primavera.
Pero no puede ser,
un malnacido pretende,
que debéis aprender a
vivir-o morir-
en el túnel amargo,
de una silenciosa
noche de cenizas y alaridos.
En este día, solo pido
que pronto veas el
azul tras la ventana,
que las noches
recobren claridades de luna
y que puedas regalar a
los tuyos,
un ramillete de sueños
cumplidos,
atado con un abrazo de
sonrisas.
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