Pudo parecer un golpe
de suerte, pero él sabía que siempre era bueno tener amigos, aunque fuera en el
infierno.
También pensó, tras
recibir aquella carta que tanto deseaba, que tendría que dar muchas
explicaciones, pues no es muy normal que, sin solución de continuidad, alguien
pudiera pasar de servir bebidas y tapas tras un mostrador, a ser el director de
una entidad bancaria.
Pero la vida, siempre
imprevisible, algunas veces daba estas sorpresas.
A los dos o tres días
de acceder a su nuevo puesto, le anunciaron la visita de alguien a quien
conocía bien, ya que era un proveedor de su anterior trabajo.
El lechero que cada
mañana a las 7, dejaba las cantaras de leche recién ordeñada en su
establecimiento, llamaba a la puerta de su nuevo despacho.
.-
¿Qué te trae por aquí?
.-Vara
usted, Don Emilio.-
.-
Por favor, Manolo, Emilio, como siempre, sigo siendo el mismo de hace unos
días.
:-
Pues verás Emilio. Como sabes este año la falta de lluvias y las tormentas, nos
han dejado sin pastos donde pacer las vacas. Y tengo la necesidad de comprar
más piensos que los que habitualmente compro.
Eso
significaría unas 50.000 pesetas, que yo iría pagando, con la cantidad mensual
que acordemos. Pondría, además, como garantía la casa y los corrales, si fuera
necesario.
El nuevo director
llamó al interventor de la sucursal para que tomara los datos preceptivos para
la concesión del préstamo. Este le informó que al no tener todavía sus
escrituras de apoderamiento y por tanto, no tener asignadas las cantidades de
riesgo que la oficina podía asumir, con su sola firma, habría que elevar una
propuesta a instancias superiores y hasta que no la autorizaran, no podría
formalizarse la operación.
Aunque aclaró, que al
ser una cantidad pequeña y tener garantías suficientes, era seguro que la
autorizarían sin tardar, máxime con el preceptivo comentario de apoyo de la
Dirección, que sabía del trabajo y la moralidad del peticionario.
Conforme vaticinó el
Interventor, la contestación fue rápida y en pocos días se ingresaron las
50.000.- pesetas en la cuenta del lechero.
Pero lo que este nunca
supo, es que la propuesta de préstamo fue denegada y fue Emilio, el director, el que
le ingresó esa cantidad de su peculio particular.
El protagonista de
esta historia empezó a comprender que tras ese nuevo mostrador que la vida le
procuraba, habrían menos risas y
celebraciones que en su anterior trabajo.
El interventor, viejo
conocedor del quehacer bancario, se atrevió a aconsejarle.
.- Mal camino inicia usted en este negocio, si se deja llevar por los
sentimientos. Mejor olvide sus principios y póngase una coraza al entrar en
este despacho.
Supo desde este
momento, que su nueva vida cambiaba drásticamente y que le iba a costar mucho
trabajo, muchos sinsabores y muchos
problemas de conciencia, si quería seguir manteniendo dignamente a su familia.
Hay trabajos para los que no estamos preparados, pero una vez en ellos ¿quién es capaz de volver la cara?
ResponderEliminarSAludos.
Es difícil renuncias a un trabajo por atenerse a unos principios. Pero es lo que debiera ser.Supongo que hay que estar hecho de una pasta especial para según que cosas.
ResponderEliminarUn abrazo.
No estamos preparados para tareas nuevas de modo repentino, nos sale el que fuimos y arruinamos el negocio. Abrazos
ResponderEliminarNo creo que muchos hicieran lo que hizo Emilio...Un abrazo.
ResponderEliminarAunque hay gente buena, creo que hoy no se arriesga nadie y los principios importan poco.
ResponderEliminarUn abrazo.
Te leo y te releo y hago una pregunta al aire porque sé que no me vas a contestar: ¿es autoboiográfico el texto, aunque sólo sea una miajita?
ResponderEliminarMe ha gustado mucho y también la imagen que ilusta la entrada , con esos colores tan vivos, me parece que irá a engrosar tu libro, jjejejeje.
PD Ya le he mandado tu entrada a María Pellicer, quien lleva todos los asuntos del Kanka, espero que llegue a su destino. Me hubiera gustadoo mandarte el correo para que le dieras el VºBº, pero he estado buscando en tu blog y no he encontrado nada.
Ya me contarás.
¿Acaso servir las mesas no es un trabajo digno?
ResponderEliminarEse Emilio era una buena persona sin igual. Ojalá los bancos tuvieran la confianza de saber que el cliente, cuando pide, es que puede y quiere regresar el préstamo.
ResponderEliminarUn abrazo y felzi noche
Mal camino si los sentimientos no pueden acompañarnos en el trabajo.
ResponderEliminarBuen relato, Juan
Besos
Gran ejemplo de humildad en su nuevo puesto!!
ResponderEliminarPor Qué se ha de cambiar la forma de ser y sentir cuando uno está "más arriba?"
Es digno de admiración su postura.Sé que no lo podría hacer con todo el que fuera por allí,porque su puesto de trabajo era el pan de los suyos,pero cuántos han dejado puestos en los que se tiene que" helar" el alma para seguir en él?
Yo sé quién lo ha hecho y ha buscado otros puestos más sencillos y siguen siendo ellos mismos, que para mi es un ejemplo de integridad .Quiero decir que conozco personas que lo han hecho,aunque sé que es muy dificil cuando debes de mantener una familia
Besucos
Gó
Emilio no estaba preparado para su nuevo trabajo pero supongo que o lo deja o endurece su bello corazón........ Un texto para reflexionar amigo Juan. Saludos.
ResponderEliminarEl interventor, un veterano de la banca, le informó claramente, tenia que ponerse una coraza de hierro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Supongo que el Director General del banco, al enterarse por el interventor de la generosidad de Emilio, lo despediría sin contemplaciones por ser tan buena gente y generoso. Y al final, Emilio volvería a servir copas y tapas a su viejo bar, incluso a sus "expulsadores", feliz y contento consigo mismo. Queda por saber si Manolo le devolvió las 50.000 pelas...
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, nuevo tramo de vida a recorrer... Y no siempre con la satisfacción deseada. La historia es edificante!
ResponderEliminarAbrazos Juan.
Qué complicados son algunos trabajos cuando se trata del pan, del sustento de otros.
ResponderEliminarBuen relato.
Para meditar...
Graciassss