QUOSQUE TANDEM CATILINA…
La clase era un rumor de conversaciones y risas. Don Manuel,
nuestro profesor de latín, acurrucado en el sillón se defendía del frío,
metiendo sus manos en los bolsillos de su enorme y ajado abrigo gris. Por
debajo de la mesa, sus piernas estiradas dejaban ver unos enormes zapatos con
sendos agujeros en las suelas. Tenía los ojos cerrados, como en duermevela.
Los estudiosos que se afanaban en su traducción y los que
jugábamos o conversábamos, solo éramos observados por las miradas adustas, pero
sin brillo de Franco y José Antonio.
De vez en vez, si el rumor de las conversaciones se
agrandaba, el profesor se rebullía en su sillón, se alzaba las solapas del
abrigo y repetía su monocorde oración de reprimenda:
...quosque
tandem Catilina abutare patientia nostra.
Don Manuel era gallego. Nadie sabía ni por qué, ni como
había ido a parar a nuestro Instituto. Algunos comentaban, que era debido a
ciertas ideas políticas poco recomendables en aquellos años.
Lo que sí sabíamos con certeza, es que era padre de muchos
hijos, (nunca los pude cuantificar), a los que llamaba "mis rapaces",
que de su fondo de armario solo conocíamos su viejo abrigo gris, que usaba
siempre y que tanto él como su mujer, (a la que nadie conocía) y sus hijos,
pasaban hambre.
Debo confesar que el aprobado de su asignatura era
relativamente sencillo. Dos o tres, los "empollones" la aprobaban
mediante una fórmula que a los demás nos parecía extraña y antinatural. Es
decir, estudiando.
Otros lo conseguían copiando en los exámenes que solían ser
traducciones escritas.
Y aún había otros que ni se molestaban en copiar y aprobaban
regalándoles el pan y chocolate de la merienda a cualquiera de los rapaces que
jugaban en la plaza, encargándoles al tiempo que se lo dijera a su padre,
anotándoles, incluso, nombre y curso.
Permitidme, amables lectores, que no os aclare en que grupo de
los dichos me encontraba yo, aunque mi merienda era demasiado exigua y no
creo que quisiera compartirla.
Don Manuel solía adelantarnos las notas de viva voz unos
días antes del final del curso.
Aquel curso de año 1946 hubo un suspenso en latín. Omitiré
por educación, el nombre de aquel alumno. Alguno puede conocerlo y no es de
recibo a estas alturas, menoscabar su consolidada reputación,
...Mengano de Tal.... 0
Todos no volvimos extrañados, mirando a nuestro compañero.
Una sonrisa beatifica iluminaba su cara sonrojada y mofletuda. Tal parecía que
la noticia no le afectaba lo más mínimo.
Se levantó con parsimonia y en alta voz y sin importarle en
absoluto el que todos pudiéramos escucharle, se dirigió a Don Manuel.
:- Mi padre me ha encargado, que sea cual sea la nota que
tenga a bien de ponerme, le haga entrega de este obsequio, como reconocimiento
de la abnegada labor que usted tiene con nosotros.
Dicho esto, le entregó en mano un vale de 5 kilos de pan de una
conocida panificadora local.
Don Manuel miró extrañado el cartón. Nos miró a todos con un
rictus de perplejidad, creo que hasta titubeó y al final lo guardo en el bolsillo de tapa de su ajado abrigo gris
y no dijo nada.
Mengano de Tal volvió eufórico a su pupitre y los demás
agachamos un poco la cabeza.
En el Libro de Notas, Mengano de Tal, obtuvo un notable en latín,
aquel año de 1946.
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Aquel último día de clase, como todos los demás, los alumnos
formábamos militarmente en el patio del Instituto, para el acto solemne de
arriar banderas.
Delante del mástil con las tres banderas, la nacional, la de
falange y la requeté, el director, el profesor del Espíritu Nacional y el
sacerdote profesor de Religión. Breves palabras del Director, exaltada arenga
del profesor de fino bigote y camisa azul y unas oraciones del sacerdote
pidiendo por el Caudillo, fueron el introito para el canto del "Cara al
Sol".
Yo que era alumno de los primeros cursos, estaba al final de
las filas y muy cerca de la puerta de salida.
Mientras nos desgañitábamos tratando de dar el mayor aire
marcial posible a lo de "que tú bordaste de rojo ayer", pasó por mi
lado Don Manuel, el profesor de latín, camino de la salida con una vieja
cartera de cuero bajo el brazo, encorvado, arrastrando sus zapatos con agujeros
en las suelas, con la cara macilenta mirando al suelo y con su enorme, ajado e
incongruente abrigo gris.
Yo le oí decir, esta vez con rabia y en castellano con un
particular acento gallego, mientras miraba las banderas:
.-!!!Hasta
cuando, cabrón paisano, vas a abusar de nuestra paciencia!!!
Entonces, no supe a quien se refería.
Madre mía qué texto tan espléndido. Tocas un tiempo y unos salarios de hambre en la docencia. De un patio con banderas de postguerra y cantos de cara al Sol. Pues el latín, aprobarlo por cinco quilos de pan no me parece mal precio, sin entrar a cuestionar el hambre del profesor de suelas de zapatos agujereadas.
ResponderEliminarBrillante tu post. Un abrazo y porque los tiempos como esos no puedan repetirse.
Pues esperemos que estos tiempos de hambre y deseperación no vuelvan a repetirse. Me imaginé perfectamente a Don Manuel, a los niños, el aula. el recreo...
ResponderEliminarprecioso texto!
Has hecho un retrato de la peor época de la España negra, esa posguerra interminable que incluso nos llego a los de generaciones posteriores.
ResponderEliminarUn abrazo.
No viví esa España pero sí mi padre, a todo lo que cuentas añádele un colegio de Maristas, pláticas en cuaresma y procesiones con el personaje que no conociste bajo palio.
ResponderEliminarLo único que no había era hambre ni suelas rotas debajo de la sotanas. Vivían demasiado bien por lo que cobraban.
Me ha gustado mucho tu escrito. Un abrazo.
Era la educación de la España negra, tengo leve recuerdo de ese final de los años 50 en un colegio en el que antes de entrar a clase había que cantar, quiero recordar que entre otras, "montañas nevadas", eramos niños de no más de 5 años, unos niños que merendábamos una pizca de chocolate terroso, con un buen trozo de pan, era también la España del hambre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Época que he conocido por mis padres, sobre todo por mi madre, años llenos de sombras, llenos de vacíos, llenos de recuerdos acompañados de un sin fin de sensaciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Alguna historia me han contado, Juan, sobre aquella época. Esos sacos de harina que a escondidas le daban a mi abuela para dar de comer a su hija recién nacida, mi madre. O la historia de mi tío abuelo que le obligaron a ir al frente y que disparaba al aire porque del otro lado podría estar su hermano. O mi abuelo que estuvo en la cárcel... No, Juan, no quiero contarle a mis nietos historias coma estas.
ResponderEliminarAbrazos
Vaya por delante mi felicitación por el bodegón que has colocado en la Cabecera, inunda de alegría todo el blog. Me encanta porque además lo has colocado en un momento muy oportuno, junto a una entrada que relata la obscuridad de una época triste de nuestra historia vista a través de los ojos inocentes de un niño que con sus comentarios dan ese toque de humor que siempre se agradece la hablar de vivencias tannnnnnnn tristes.
ResponderEliminarFelicitaciones.
Tengo recuerdos ya lejanos de esa forma de vestir y decorar las aulas con fotografías de tantos "famosos"pero por mi edad ,algo llegué a vivir.
ResponderEliminarENtonces los maestros no cobraban mucho y había una frase que decía:"Pasas más hambre que un maestro"
Y así era.No olvidemos que casi ,sin casi,era la posguerra y el hambre azotaba mucho
EN cuanto a la frase de latín,no sabes las catilinarias las veces que las he traducido!!!Pero es que a mí el latín y el griego me gustaban muchísimo!
No sé porqué las llaman lenguas muertas si de ellas vienen el 80% del español.
Muy buena la última palabra refunfuñada del profe ,al decir lo HASTA CUANDO...abusarás de nuestra paciencia
Entonces éramos crios que no entendíamos mucho de estos menesteres
Muy buena entrada.Me ha traido recuerdos buenos y menos gratos,pero me ha gustado mucho
Besucos
Gó
Perdona,la pintura de cabecera es una "pasada"
ResponderEliminarGenial!!
Besucos
Gó
El bodegón es realmente estupendo, los colores y la luz le dan vida. Referente a la historia no he conocido nada de eso y si lo dices debe ser cierto, si he estudiado latín y es una pena que lo quitaran. Un abrazo
ResponderEliminarEsplendido texto. Supongo eran tiempos dificiles para ese profesor de latin. Un gusto leer tus recuerdos tan lindos. Saludos.
ResponderEliminarPiel de gallina me has dejado, ante el leve pensamiento que se me ha pasado de que tales tiempos pudiesen volver.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué recuerdo tan vivo nos has traído hoy, ya sabiendo lo que significaba la frase... serías pequeño todavía pero te impactó... pobre profesor y pobre época... esperemos que esté cerrado este capítulo ya de una vez y no vuelva jamás. Y para esto, los más jóvenes tienen que saber que existió. Cosa que a veces les parece prehistoria por lo que vi en un reportaje de hace unos días: ni sabían muchos quién era "el gallego"... Increíble!
ResponderEliminarUn abrazo grande para este niño que fuiste y otro para ti.
Así que copiabas, ¿eh? jajajaja. Tu relato es un ejemplo de cómo lo que callas cuenta casi tanto como lo que dices.
ResponderEliminar¡Qué bien contada la historia, Juan!
Tu relato es como ver una película. Don Manuel me inspira mucha ternura y de algún modo me recordó a don Severino (profesor de Historia), del que se decía que había llegado a nuestro instituto porque en una borrachera meó en la estatua del caudillo y eso le costó el cargo de director en el anterior destino.
Besos
Fueron tiempos muy oscuros y de tristeza infinita. Unas 200.000 personas murieron de hambre en España durante la posguerra de la Guerra Civil Española, y que se alargó más de lo deseado. Has hecho una entrada muy interesante Juan.
ResponderEliminarUn abrazo.
No, entonces no, evidentemente, pero hoy ya sí!
ResponderEliminarNacido en el 48, no viví esas suelas raídas ni la falta de pan en los profesores, el de latín incluido. Más bien al contrario. Pero el resto del relato, cánticos incluidos, están presentes.
Abrazos Juan.
Mi enhorabuena por tu implicación y entrega en esta historia, que a todos nos llega, Juan.Todos hemos escuchado historias de la posguerra, son historias entrañables, que dejan huella.
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo.