El tiempo del verano
se va alejando lentamente escondiéndose entre los pliegues de las tardes que se
hacen más cortas y soportables.
Vuelven los hábitos perdidos y es
tiempo de recuerdos y de imágenes que no volverán a repetirse hasta el próximo
año.
Mi playa sigue estando
en el mismo sitio, pero ya no se acicala con risas de niños y cuerpos morenos.
Las velas blancas se almacenan en la memoria y las barcas se quedan desnudas de
brisas, alineando su tristeza varadas en la arena.
Las hamacas se apilan
a la sombra de sombrillas tintadas con el color pajizo de una flor agostada.
Debajo de esas mismas
sombrillas, hace nada yo era feliz mirando el horizonte o leyendo las novelas
previstas para los días interminables.
Y por las noches,
cuando la oscuridad se hacía irrespirable, el regalo de la buena música,
me salvaba de sudores y desvelos, llenando
las horas de bellos sonidos.
Mi playa sigue estando
cercana, pero las olas no vienen acompañadas de cantos de sirenas que incitan
al frescor salado de la espuma.
Estoy de acuerdo con
los que dicen que es ahora cuando se
disfruta del mar y de la playa, pero no deja de tener encanto el bullicio,
muchas veces excesivamente ruidoso, de los que no tienen la suerte de
disfrutarlo con la asiduidad de los lugareños.
Para mí es un
espectáculo, observar a los que pasean por la orilla, mientras en mi móvil suena
la orquesta de Count Bassie y mi mujer se enfada por no contestar a su último
comentario, enfrascado como estoy con el swing luminoso de “Midnite Blue”.
Y lo que es
verdaderamente irrepetible, es el conseguir un banco en el paseo marítimo,
cuando empieza a anochecer y escuchar retazos de conversaciones, con las que
una mente calenturienta puede pergeñar multitud de historias que seguro en algunas ocasiones tendrían mucho de
reales. Alguien me podría tachar de “marujón”, pero asumo mi defensa
ateniéndome a lo que dice Azorín: “la vejez es la perdida de la curiosidad”. No
quiero parecer viejo.
Me gusta la playa de
septiembre y octubre porque es más íntima y recoleta, pero no tiene el latido
nervioso y acuciante de la vida. Como en casi todas las cosas, también prefiero
compartir la belleza y me resigno alegremente a “socializar” el disfrute del
verano.
Pues ahora toca socializar el disfrute del otoño.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por desgracia solo disfruto de las playas en esos momentos en que lo hacen la gran mayoría, pero me muero de ganas de disfrutarlas en esos septiembres y octubres que pudiesen ser diciembres, en esos días en que las conversaciones ajenas no me saquen de mi comunión con el mar...
ResponderEliminarBesos
Decir adiós al mar y al verano a veces cuesta, pero la ciudad en otoño también tiene su encanto. Es verdad que ya no hay magia en la naturaleza, la música de los ríos amaina, los pájaros pliegan sus plumas y en los valles solo queda la amarillez de los arbustos. Las noches van cayendo en un profundo sueño, tiñiendo las sombras con un leve vapor de ceniza. Sin embargo seguimos viviendo el momento y para mí es lo importante.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé por qué me da que este verano no ha dejado de irse. :-)
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, no sé qué decirte... yo todavía no le he dicho adiós al verano. Aquí, hace mucho calor todavía, y los fines de semana los paso aún en el pueblo.
ResponderEliminarComo añoro la playa, el mar... no me importaría irme unos días este otoño a orillas del mar, de momento, me conformo con las olas ocres de la tierra y de esos tonos que las vides tienen cuando ya se ha recogido el fruto.
Gracias por tu relato tan poético.
Besosssssss
Yo he conocido la playa en verano y en otoño. En las dos etapas tienen sus encantos, nos aporta vivencias muchas veces inolvidables. Siempre he nadado, hasta mediados de octubre, ya más tarde, comenzaba el frío y no me apetecía, pero sí que he paseado y disfrutado de la tranquilidad, ver y oír a las gaviotas, el viento en la cara me gusta, y si a todo eso lo acompañamos de una buena conversación ya resulta redondo...
ResponderEliminarJuan ¡Cuanto nos cuesta despedirnos de la mar! No ni ná
Un beso.
Aunque sientas añoranza del bullicio del verano, también el otoño en la playa tiene su encanto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Respiro desde mi mar ese sentimiento.
ResponderEliminarEn Otoño e Invierno,la mar es bella.EN verano y Primavera,sigue siendo bella,pero se nota un silencio ,una falta de sonrisas,una especie de vacío que en verano puede hasta ser molesto,pero vivo!!!
Y los mayores no somos cotillas.Nos gusta hablar con la gente.Es que somos personas y no nacimos para estar solos
Y una cosa:"yo tengo 65 años.A veces me da vértigo,pero hasta aquí hemos llegado.Estamos VIVOS"(repito la frase)
Deja que el ocaso llegue cuando tenga que llegar
Besucos artista de la fotografía y la palabra experta
Gó
¡No sabes cómo te entiendo!, me ha gustado leerte porque has descrito con poesía y sensibilidad todos aquellos sentimientos que me recorren y que no sé transmitir con la fuidez con la que tú lo haces. Gracias.
ResponderEliminarSoy de las personas que disfruto la playa en cualquier momento pero como tú dices opino que la alegría y el bullicio del verano pone banda sonora muy agradeble a los recuerdos. Pero Septiembre y octubre, al menos para mí, son tan especiales que contribuyen a mi puesta a punto más íntima que me resetea para poder seguir viviendo el resto del año con alegría y positividad.
Juan piensa en que por lo menos tú tienes cerca el mar y puedes gozar de su sonido, de su olor a sal y yodo, de su color, de su presencia. Eres un afortunado.
Te dejo un encarguito para el mar y que estos meses invernaleste sean más llevaderos: piensa en las personas que como yo no tenemos tu privilegio y cuando te sientes en esos bancos del Paseo Marítimo, menos concurridos en este tiempo, ten un pensamiento para nosotros a la vez que le trasmites a él, al menos de mi parte, que lo quiero y lo necesito.
Un beso muy grande..
Un texto muy lindo amigo Juan. Yo prefiero el mar en Otoño e invierno, me gusta ese silencio donde escucho los versos del mar.... Saludos.
ResponderEliminarCon más de 30º ayer en Granada, me parece que el verano se ha enquistado.
ResponderEliminarUn abrazo.
La playa, sin risas de niños, es otra playa. A mí en particular me gusta más así, sin adornos, pero reconozco que la del verano, sin ser MI playa, también es un lugar habitable para quienes así lo buscan. Por aquí sigue el calor, pero acabará por irse.
ResponderEliminarUn abrazo
Como te comentan, este año tenemos una prórroga de verano que algunos hemos aprovechado para seguir nadando en el mar. Entiendo tu añoranza, pero yo prefiero la playa de otoño, solitaria y nostálgica. Quizás porque vivo en una ciudad sin playa y supercongestionada. Un abrazote.
ResponderEliminarTodavía quedan días de playa con el buen tiempo que hace. De marujón nada Juan, es simple curiosidad que te hace pensar en alguna historia.
ResponderEliminarAbrazos.
Una excelente crónica de tiempo y lugar, vivencias y sentimientos, y también de "lugareño"...
ResponderEliminarNo, no pareces viejo, ni lo eres, somos, estás vivo y, tal vez, en ciertos aspectos, más vivo que antes.
De hecho, creo, el ser conscientes del tiempo y circunstancias en que nos encontramos, despierta otras sensibilidades.
Abrazos Juan.
Pues a mi me gusta la playa todo el año y tambien hilvanar historias a traves de trozos de conversaciones. Precioso escrito. Besos.
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