Os quiero hablar hoy
de dos artistas reconocidos, dos verdaderos mitos de una época pasada y dos
formas diferentes de comportamientos y formas de ser.
Nada más entrar por la
puerta de “La Quintería”, el primero de ellos, lo primero que hice fue avisar a
mi padre.
Sabía que no me
perdonaría el haber pasado por su establecimiento, sin su conocimiento, su
ídolo flamenco más preciado: Pepe Marchena.
Después de los saludos,
el arremolinamiento de los que lo conocieron y una larga conversación sobre el flamenco, con algún cante “por lo bajini”, saqué el libro de firmas, con el fin de
solicitarle la suya.
No pareció gustarle
mucho la petición y solo accedió a que se llevaría el libro de firmas al hotel,
y lo devolvería al día siguiente con su autógrafo.
Al tratar de exponer
que no era esa la costumbre, mi padre, (donde hay patrón no manda marinero),
cortó por lo sano accediendo a la petición.
Bien es cierto, que a
la mañana siguiente, el propio “cantaor”, con una gran bufanda, tapando la
garganta y la boca, se presentó en persona a entregarme el libro de firmas.
Me abstengo de repetir
el “trabajo” de su autógrafo, ya que
podéis leerlo perfectamente, en la foto que acompaño.
Por aquellas fechas,
tuve la enorme suerte de conocer, al simpar Antonio Machín.
Mi primera impresión fue
que me pareció más alto de lo que yo intuía. Vestía impecablemente, con un
abrigo y un pañuelo al cuello y una sonrisa que no borró de su cara durante el
tiempo de su visita. Recuerdo su conversación fluida, con ese acento caribeño y
un cierto ceceo sevillano, que subyugaba.
Alguien, tuvo la feliz
ocurrencia de poner una moneda en el tocadiscos, he hizo sonar una canción
suya.
Recuerdo que me pidió,
si podía saludar al que había tenido la ocurrencia. Y así lo hizo, con una educación
exquisita.
Luego supe, que
Sevilla era su segunda patria. Y lo supe una de las veces que estuve en su
Semana Santa y oí una marcha en la procesión de “Los Negritos”, con las
primeras notas de “Angelitos Negros”.
No en vano un hermano
suyo, Juan Gualberto, llegó a Sevilla desde Cuba y al poco fue tan sevillano,
que se hizo del Betis y fue hermano de la cofradía de “Los Negritos”, una de
las más antiguas Hermandades de Sevilla, llamada así, porque al principio
estuvo integrada por personas de color de la ciudad.
Antonio Machín,
también fue hermano de esta cofradía y tiene una estatua frente a la Capilla y
Casa de Hermandad de “Los Negritos”.
Otra cosa que me
impresionó, del gran cantante cubano/español, fue su caligrafía.
Podéis comprobarlo.
Aquí también me ahorro la explicación del autógrafo, pero por otros motivos.
Conozco estos grandes de la copla cada uno a su estilo personal por mi abuela, prefiero Antonio Machin su música es melódica.
ResponderEliminarBesos y feliz domingo.
Por las idas y venidas, vueltas y revueltas de la firma de Machín, diría que firmó con las maracas en la mano, sin dejar de cantar cualquiera de sus sones. Valiosa colección de autógrafos, Juan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bárbaro. Me parece increíble que hayas conocido a tantos artistas y tan diversos. No lo pongo en duda, ino hablo del azar que produjo tales encuentros.De Machín, cómo no, sabía muchos de sus temas. De Pepe, tan inculta en el el arte flamenco, no tenía ni idea.
ResponderEliminarGracias por compartir, no tus batallitas, es que es el anecdotario de tu vida. Un abrazo
Bueno, bueno. Tienes un archivo histórico de la pera limonera.
ResponderEliminarUn gusto y un placer disfrutarlo contigo.
Un abrazo.
A Machín nunca llegué a verle en persona y eso que vivía muy cerca de la clínica donde yo trabajé un año en Madrid, casi al lado y a diario pasaba por su portal. Murió en Madrid y está enterrado en Sevilla.
ResponderEliminarTienes una joya en recuerdos. Abrazos.
Interesantes personajes ¡qué distintos! pero qué suerte haber estado en La Quintería.
ResponderEliminarMe quedo con Machín quizás porque lo conocí personalmente y tengo un autógrafo de él en el libro de los evangelios porque veníamos de clase de religión y fuimos unas cuantas a comprarnos unos bocadillos a una charcutería de la calle Cruz Conde y allí estaba él, la verdad es que no sé qué hacía allí. Pero pasamos un rato muy bueno con él ¿con aquella edad quién no se lo pasaba bien? y lo mejor nos fumamos el resto de las clases de la tarde.
Un placer inmenso leerte.
Que bonitos recuerdos que compartes con nosotros, gracias por ello amigo Juan. Saludos.
ResponderEliminarRetazos de historia, de arte y de vida.
ResponderEliminarAbrazos Juan.
Me gustaría que nos contarás, si quieres, el valor sentimental de ese libro de firmas que tanto me agrada que nos presentes, no te digo del valor económico hay cosas que no pueden valorarse.
ResponderEliminarUn abrazo.
Dos caligrafías muy distintas de dos personajes unidos por el mismo arte y aún más unidos gracias a este libro y tu admiración por ellos. Bonitos recuerdos en efecto. :)
ResponderEliminarUn abrazo. Y una sonrisa :)
Bueno, esos autógrafos a conservarlos como oro en paño, tal es su valor.
ResponderEliminarBss.
Dos grandes, distintos pero despordaban arte por los siete "costaos". Que suerte haberlos conocido.
ResponderEliminarUn abrazo.
A Antonio Machín le recuerdo porque mi padre susurraba sus canciones y le tenía admiración
ResponderEliminarVaya libro de autógrafos tienes a,miguco!!y de anécdotas.Es una reliquia muy valiosa,por su historia y la tuya al lado de estos protagonistas que nos presentas de vez en cuando
Me gusta leerte
Besucos
Gó
Vaya tesoro que tienes en casa...
ResponderEliminarAbrazossss