Reproduzco aquí una entrada publicada por mí en otra bitácora, el día 28 de marzo de 2010. Su demostrada actualidad me empuja a su nueva inserción.
Quede claro de antemano que nunca ha sido santo de mi devoción el personaje sobre el que hoy pretendo escribir.
Las únicas estrellas a las que admiro, son las del firmamento y algunas de Hollywood, aunque estas, desde que murió Cyd Charisse, han dejado bastante que desear y cada vez relumbran menos.
Siempre he creído que en cualquier profesión o empeño, la humildad y el trabajo silencioso y tenaz, son siempre virtudes dignas de tener en cuenta. Y la fanfarria, el ruido y las trompetas, no suman nada al trabajo bien hecho.
Y el juez Baltasar Garzón, ha pecado en más de una ocasión por poner a la luz de las ondas y a los ojos de las cámaras los pormenores de su tarea, por otra parte digna de encomio y con probados logros de justicia y equidad.
Lo aplaudí, aunque con dolor de mis más íntimos sentimientos, cuando instruyó el caso GAL, porque entendí que mi adhesión a unas siglas, no podían de ninguna manera esconder lo que era de justicia: castigar con todo el peso de la ley las aberraciones cometidas en las pestilentes alcantarillas del estado.
Por cierto, mis aplausos de entonces, se unieron a los que ahora piden la cabeza de este juez que, tanto hoy como ayer, solo cumple con su obligación. Será por lo del color del cristal.
También he celebrado sus éxitos ante viejos y sanguinarios dictadores, terroristas sin alma, políticos corruptos y venales y enemigos de la democracia, sin pararse a mirar de qué color era su camisa o que cargo ostentaban.
Lo que ha quedado meridianamente claro para todos aquellos que saben leer y no han admitido orejeras, es que lo que ocurre con este juez es una confabulación en su contra, perfectamente diseñada y en la que han colaborado por igual, una rancia izquierda resentida y esta derecha española que amamanta de igual manera a esos que llevan lustros buscando el centro y a los que, con la cara al sol y la camisa vieja, siguen añorando la lucecita del Pardo, aunque, eso sí, aprovechándose de las ventajas de una democracia que odian.
Por cierto, se puede comprobar que aquél que utilizaba la lucecita para ver mejor a la hora de firmar decretos y sentencias, lo dejó todo atado y bien atado. No eran los políticos, ni era el ejército, al que creía domado. Han terminado por ser los jueces, algunos jueces, lo que han sabido tomar el relevo, para que los perdedores sigan siendo sojuzgados y sigan sin tener derecho a nada.
Después de más de setenta años, viene a demostrase que la guerra no ha terminado, la siguen perdiendo los de siempre. Esos casi veinte mil cadáveres sin identificar en el Valle de los Caídos, o esos que siguen enterrados a la vera de los caminos, por donde solo deberían transitar la caridad y la hidalguía de los vencedores, que siguen amarrados a un odio que no se comprende. Vencieron y quieren seguir venciendo, negándoles a los perdedores hasta el deber de poder enterrar a sus muertos.
Pero, ¡cómo van a saber de derechos humanos esos jueces del Tribunal Supremo que juraron lealtad al Movimiento Nacional!. Les deben pleitesía a aquel que puso la última firma en el diploma de su titulo, ungido por la autoridad y la gracia que le daba Dios y la "gloriosa cruzada".
Personalmente me he quedado perplejo ante el fácil entendimiento entre los jueces y la derecha de este país, por otra parte sumida en múltiples y variados casos de corrupción galopante. Un “totum revolutum” puesto al servicio de acallar a este juez que no se casa con nadie y acostumbra a decir las verdades del barquero.
Esa pestilente amalgama formada por Falange Española y de la madre que la parió, Manos Limpias (¿), ese dechado de valentía, vergüenza torera y caridad cristiana llamado Sr. Trillo, que parece tener muy buena mano entre la puñetas y un tal Sr. Rajoy, pretendiente por tercera vez a la jefatura de gobierno de este país, que tragándose el humo de un buen veguero, no tose al decir que “eso de la Memoria Histórica no interesa a nadie”. Con lo que viene a demostrar que esos cientos de miles de familiares de muertos sin identificar, para él son eso, nadie.
Aclarando: la justicia, esa que debe ser igual para todos, abre de par en par sus puertas y se rinde con armas y bagajes ante los facinerosos y niega a sus víctimas, lo que por la buena nacencia y los más elementales derechos de humanidad les pertenece.
Ese maloliente batiburrillo azul, viene a demostrarnos que saben organizarse cuando están en peligro sus prebendas.
Sentarán en el banquillo de los acusados al juez Baltasar Garzón, para jolgorio y ganancia de malversadores, chorizos, asesinos, mafiosos, prevaricadores, políticos resentidos de medio pelo y mientras nosotros, los que decimos querer a la democracia, los que amamos a la justicia y la libertad, nos callamos como putas y dejamos hacer sin dar un solo grito.
En algún sitio pude leer que de joven se es revolucionario y de viejo se es conservador. Yo tengo 74 años y ardo en deseos de salir a la calle a gritar que es to no se puede consentir. ¿Es que nadie tiene ganas de seguirme?
Si permitimos eso, es que no merecemos nada mejor. Entonces no es que seremos diferentes, es que no somos nadie.
Y no os escondáis diciendo que no se puede hacer nada. A la vista está: ellos si pueden.
Solo me restará tener que reconocer que ellos son de otra pasta, mejor que la nuestra. Que merecieron ganar. Que siempre seremos perdedores.
¡Que vergüenza!