jueves, 27 de febrero de 2020

SALVADO POR LA GRAMÁTICA



Aquellos que me siguen, ya conocen lo que fue “La Quintería”.

Para los que no lo sepan, les diré que fue un negocio hostelero creado por mi padre, utilizando unos de los salones del Bar de Sebastián, usado antes para juegos, (dominó, chamelo, brisca, truque, tute, etc.-), convirtiéndolo en una especie de mesón, con decoración manchega, donde se servían variedad de tapas, raciones y bebidas.

Nuestra clientela era variopinta y numerosa, gracias al impacto que tuvo en aquellos tiempos, (finales de los 50, principio de los 60), la originalidad de su decoración, totalmente manchega y a la calidad de lo servido.

En aquellos tiempos todavía estaba en vigor la célebre y antigua Ley de Vagos y Maleantes, creada en la ll República y que le vino de perlas al franquismo varonil y cristiano.

Se apoderaron de “La gandula”, (así le llamaban a la ley), y le añadieron artículos lesivos y antinaturales que castigaban al ya vilipendiado grupo de los homosexuales.

En mi pueblo, los había y algunos de ellos eran suficientemente conocidos. Me imagino que lo mismo ocurriría en otros pueblos y ciudades.

Recuerdo que no eran bien vistos en los bares y tabernas conocidos y por tanto, ellos mismos se abstenían de visitar los del centro y tenían que conformarse por juntarse en bares del extrarradio.

En algunas ocasiones y cuando, de vuelta a casa, y a horas en las que la clientela empezaba a escasear, había dos de esos “parguelas” que se atrevían a pasar por la “La Quintería”.
Podría daros los nombres y motes con los eran conocidos, incluso sus profesiones, pero me abstendré de ello, que en los pueblos todos nos conocemos y por respeto a sus familiares y a su recuerdo.

Debo decir, en honor de la verdad, que tras hacer un pacto con ellos, en el que prometieron no hacer proselitismo mientras estaban en el establecimiento, yo mismo y los dependientes conmigo, velaríamos porque nadie pudiera meterse con ellos, fueron muchas las noches que disfrutamos y nos reímos con su humor y su gracia, en aquellos tiempos rompedora y distinta.

Como decía al principio, la dichosa Ley obligaba a la Guardia Civil, a hacer cada cierto tiempo una redada, en la cual le “apretaban las tuercas”, para que los ya conocidos dieran pistas de nuevos u olvidados “bujarrones”.

Pasada unas semanas de esa redada, los protagonistas de los que os hablo, recalaron en “La Quintería” a tomar unos chatos y nos contaron su patética odisea.

Me salto los palos, bofetadas y otras vejaciones y paso a contaros lo que uno de ellos nos contó.

Al parecer el Capitán del cuartel, del cual también podría decir el nombre, pero mejor me callo por otros distintos motivos, le preguntó:

.-Necesito que me digas cuantos “maricones” sois en el pueblo, que tú debes conocerlos a todos.
.- ¡Ay, si yo le contara! Yo calculo que “semos”…
.- ¡Somos, se dice somos!, dijo el Capitán.
.- Perdón mi capitán, es que no sabía que usted también era.

De lo que ocurrió después, no puedo dar fe, que yo solo transcribo, lo que nos contó.

Lo que si es cierto, es que extrañamente, pasados unos días, todos los “sarasas”  conocidos, aparecieron por el pueblo recién pelados al cero y mi confidente seguía luciendo su bien poblada melena.

Quiero pensar que aquel día el Capitán estaba de buen humor y a nuestro amigo “gay” lo salvó la gramática.





martes, 25 de febrero de 2020

GAVIOTA




Cruza una gaviota el mar y luego vuela,
presintiendo las aspas de un molino,
rumbo a la Mancha, en loco desatino,
en busca de su faro centinela.

Espigas cimbreantes, son la estela
que le van enseñando su camino,
a esa tierra donde un loco divino,
con cepas de aventuras se enmajuela.

Quisiera que al llegar a su destino,
le lleve, de mi parte, este recado
que nace del amor y su latido:

Nada soy sin tu pan y sin tu vino
y sigo reincidiendo en el pecado,
de no olvidar aquello que he perdido.





jueves, 20 de febrero de 2020

LOS TRATANTES




Uno de los oficios tristemente desaparecidos es el de los tratantes de ganados, también conocidos por  “chalanes”.

La meta de su trabajo, era muy simple y sencilla, se trataba de comprar animales (mulas, caballos, burros, corderos, etc.) lo más barato posible, para venderlos después, a un precio superior. Así de simple.

Dejadme que los recuerde, con la admiración que siempre tuve por esta profesión de hombres sin cultura, pero con unos conocimientos y unas características que no se enseñan en los planes de estudios de ninguna carrera. Me río yo de esas técnicas nuevas de marketing, tan en boga.

Conocer al “contrario”,  tener argumentos y “labia” suficiente, como para llevar a “su terreno” el negocio pretendido.

Saber mantener “el tipo” y tener la “cachaza”  necesario para no caer en las posibles  e interesadas “encerronas”  del posible comprador o vendedor.

Conocer de un solo vistazo, los kilos de un rebaño de corderos, la alzada de un caballo, la edad de una mula o un borrico.

“Poner en el escaparate”  a la bestia, o lo que es lo mismo, adecentarla y tratar de que el comprador la viese siempre desde un plano inferior, aprovechando cada “repecho”  del terreno. Arrastrar la vara de avellano por el suelo para que la mula espabilara al acercarse algún posible comprador.

Y lo más importante: cumplir la palabra dada, con la sola firma de un apretón de manos, cuando el trato se cerraba, en muchas ocasiones “partiendo la diferencia”  entre la cantidad lo pedido y lo que el comprador estaba dispuesto a pagar.
Pues siendo los tratantes gitanos o payos, el que no cumplía, ya podía olvidarse del trato, que esas noticias corrían rápidas por ferias y pueblos, sin necesidad de tecnologías punteras.

Y después “el alboroque” en cualquier bar cercano, donde los que habían cerrado la operación y algunos amigos y ayudadores, cerraban con vino de la tierra la inexistente firma del contrato.

Hace muchos años, (seguro que no tenía más de 20), un carnicero de Valdepeñas y un padre y un hijo, tratantes de La Solana, me invitaron a asistir a la compra de una punta de corderos en la finca “Las Terceras”, cercana a Villanueva de los Infantes.

Creo recordar que en aquel tiempo esta finca era propiedad de Andrés Rebuelta Melgarejo, político y agricultor y nieto de los lll duques de San Fernando de Quiroga.

Llegamos de buena mañana y acompañé a los representantes de la finca, al carnicero amigo y a los tratantes de La Solana, durante todo el tiempo que duró el “trato”.

A poco de llegar tanto el carnicero y los tratantes ya tenían “pesados a ojo”, la punta de corderos que pensaban comprar.
Así lo hicieron saber a los vendedores, ofreciéndoles una cantidad que no recuerdo. Cantidad que por cierto no se aproximaba en absoluto a la que pretendían los dueños, basándose en el peso que ellos tenían.

En el “tira y afloja”  le oí decir a uno de los tratantes: “Si los corderos pesan lo que Uds., dicen, le pagamos la cantidad que piden. Pero si se acerca más a la que decimos nosotros, le pagaremos la cantidad que ofrecemos.”

Entre discusión, palabras, paseos, movimientos de los corderos, se hizo la hora de la comida y nos comimos unas “gachas con torreznos y chorizos”  con la excepción del hijo de La Solana, que dijo no querer comer y que se dedicaría a patear la finca.

Los corderos se pesaron después de la sobremesa y los kilos variaron poco de los que presumían los tratantes, por lo que los vendedores tuvieron que aceptar el trato y vender por el precio propuesto.

En el viaje de regreso, me enteré de que el acierto y la propuesta no eran a humo de pajas. Detectaron que las ovejas estaban extrañamente gordas y supusieron que era por haberlas hecho beber en la mañana en demasía.

Gastaron todo el tiempo posible en el “chalaneo,” hasta llegar la hora de la comida y poder pesar a media tarde a las ovejas, cuando ya habían desocupado sus vejigas. El hijo no es que no tuviera hambre, es que era el que debía cuidar de que no les volvieran a dar de beber, mientras comíamos.

El “alboroque”  fue en “La Quintería”. Pagó el carnicero y yo colaboré invitando a unas botellas de vino y unos aperitivos.





martes, 18 de febrero de 2020

UNA TARDE DE ENERO, 1977




En estos días que no entiendo y vivo,
no quiero olvidarme de los que hicieron posible,
la claridad de nuevas canciones con auroras.

De la roja amapola que ufana renacía,
rodeada de espigas, con granos de futuro,
a pesar de los abanderados del odio,
a pesar de sus cosechas de miedos y puñales
que nos asesinaban la existencia.

No quiero olvidarme,
de los que soñaban contratos de futuro
cara al sol de la  justicia ensombrecida,
sin saber hasta dónde duraba su destino,
ofreciendo su sangre desolada.

Del joven estudiante,
que frente a un represivo muro de grises,
se doctoró “cun laude” en plomo y sangre,
sin saber siquiera lo que era una promesa.

No quiero olvidarme,
de aquellos piquetes silenciosos de protesta,
de aquellos organizados corazones,
aquellos que pese a perder, supieron encontrase
en la tarde más fría de todos los inviernos,
para saber enfrentarse a pecho limpio,
a los que solo sabían “esparcir calaveras”.

En la negrura parda de la tarde,
un mar de flores con color a sangre derramada,
con la voz de la ira callando en las gargantas,
supo gritarle a los cobardes,
que con su silenciosa sinfonía
arrasarían los muros del silencio
y solo sería posible la luz y la palabra.



domingo, 16 de febrero de 2020

MI OTRO ENTRETENIMIENTO (Xll)



  Para Maite de Ex libris 
  tambien manchega y
  profesora en hidalguía.

                                                 

Ahíta de historia
piedra, blasón y sueños,
Infantes vive.




                 

miércoles, 12 de febrero de 2020

¿CUANDO SOY VIEJO?




Soy viejo…

Cuando me miro al espejo y me acobardo.
Cuando dimito de los placeres que la vida me ofrece.
Cuando  le hago más caso al miedo que a la esperanza.
Cuando paro y me asombro del camino recorrido.
Cuando me repito.
Cuando me abstengo por temor al fracaso.
Cuando estoy cómodo con la soledad.
Cuando dejo de entusiasmarme.
Cuando creo que lo que viví es mejor que lo que me queda.
Cuando quiero tiranizar al tiempo para que se acomode al paso que marco.
Cuando dejo de sentir curiosidad por lo que me rodea.
Cuando empiezo a olvidar al niño que fui y que me habita a pesar de los años.
Cuando olvido las sonrisas.
Cuando alguna mañana barrunte que he dejado de estar enamorado.

Mejor será soñar cada noche con un amanecer nuevo y distinto, vivir el día siguiente con plenitud y dejar de lado estas meditaciones, que seguro, son la consecuencia triste de que, en efecto, cada día que pasa soy más viejo.



jueves, 6 de febrero de 2020

LA CASA QUE RECUERDO




Recuerdo aquella casa
que daba a la plaza y miraba a la esperanza.
Tenía balcones con aleteos de palomas,
desde donde se podían contar luceros
y soñar auroras boreales.

Latido a latido, habité su precaria arquitectura,
mientras soñé perdido en su rincones
y fui pirata surcando sus pasillos.

En la mesa pegada a los cristales,
emborroné cuartillas,
coleccioné sellos y deseos,
sufrí de noches imprecisas,
animadas por engolados locutores.

 A golpes de rabia, rebajada con Dyc,
soñé con futuras libertades y dioses permisivos,
mientras el humo del tabaco ennegrecía la esperanza
y el triste gris de ir viviendo, dejaba en carne viva
la precisa materia con que se hacen los sueños.

Seguro que ahora,
todo ha cambiado dentro de esa casa,
aunque ya no esté para saberlo.

Pero desde este lejano mar, donde la añoro,
recuerdo esa casa que daba a la fuente y las palomas.



Tú fuiste el inicio y la enseñanza


de este nuevo nido donde habito,
de esta nueva casa
que a pesar de las nubes de los años,
siempre busca mirar a ese horizonte,
siempre esperanzado de azules.





martes, 4 de febrero de 2020

NO BUSQUÉIS GÉNERO, ES.... SIMPLEMENTE AMOR.


Hay quien se empeña en buscar explicaciones y poner fronteras a algo tan noble etéreo y personal como el amor.

Por mucho que personajillos intrascendentes, procuren ajustar cuentas en la frutería, sumando peras y restando manzanas, tratando de les salgan las cuentas que ni ellos mismo tienen claras.

Por mucho que esa gran institución que pretender regir el destino de todo mortal, tratando de entrar taimadamente en las interioridades de cada uno, para coartar la libertad que el propio dios que dicen defender, nos dio.

Por mucho que una coercitiva y castrante educación tradicional nos haya enseñado a odiar a aquel que no sigue nuestra propia senda, a pesar de todo eso, nadie será nunca capaz de ponerle puertas a los sentimientos. Y el más autentico de ellos es el amor.

Estas dos voces "distintas", pero auténticas de Mayte Martín y Falete, nos hablan en su canción en el año 2007, de la búsqueda y del dolor de un amor al que le tratan de poner barreras.




Yo los escucho y, aparte de ponerme la piel de gallina, pienso aquello que escribía Gil de Biedma

mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.

Y no pienso inmiscuirme en el género de ese amor del que habla el poeta, sólo me interesa su mensaje.