Lo había meditado durante una larga
noche de insomnio, como las que repetidamente padecía.
La destinataria de su carta, tenía que
saber todo lo que sentía y le torturaba: sus frustraciones, sus anhelos no
conseguidos, los obstáculos que la vida le ponía para poder hacer realidad su sueño,
su falta de valentía para gritar a los cuatro vientos la injusticia de no poder
ser dueño de sus deseos.
Nada más empezar su redacción, se quedó
sin tinta en el bolígrafo.
Se levantó en busca de otro y al pasar
al lado de la cuerda que colgaba del techo, en un movimiento reflejo tiró de
ella.
Junto con las luces primerizas del
alba, por la ventana también entraron sonidos de campana de la torre cercana y
un luminoso y nutricio rayo de esperanza.
Afortunadamente, no hubo más palabras
en la carta rocíen iniciada, sólo el encabezamiento:
.-Sra. Juez: