miércoles, 28 de febrero de 2018

EL FANDANGO




El “fandango”, es un baile popular introducido en Cádiz, en el año 1735, por los que han estado en el reino de las Indias, que se acompaña al son de un tañido alegre y festivo.


Antecesor de las “jácaras”, a finales del siglo XVIII, se hace cantable en Huelva con el “fandango de Huelva” y en Málaga con “la malagueña” y “la taranta”.


El “fandanguillo” nace por la necesidad de crear letras para el baile del “fandango”, naciendo este palo flamenco que conforma una gran variedad de cantes que toman nombre de cada región, cada pueblo o cada intérprete.


Tal como se conocen en la actualidad el “fandango”  es un cante para escuchar.


La mayoría son quintillas, en las que se repite la primera estrofa en la tercera, para completar los seis tercios:


De la hermosa Andalucía
Huelva es rica capital
De la hermosa Andalucía
Que guapas son sus mujeres
Y qué bonita es su bahía
Y que buen fandanguillo tiene.


Sería imposible que en este espacio tratara de compendiar todo lo que se sabe sobre el “fandanguillo”, pero al menos trataré de marcar una línea, que defina la enorme variedad de este “palo”:

Regionales: Fandangos de Huelva, de Almería, “granainas”, “malagueñas”, “cantes de Levante”.

Y una gran cantidad de cantes que tienen su raíz en este palo del flamenco, como son “las livianas”,” el martinete”, “la milonga”, “la petenera”, “el polo”, “la minera”, “la serrana” y alguna más que seguro se queda en el tintero.

Por intérpretes: Vallejo, el Gloria, Cepero, Juan Breva y una interminable lista de viejos y nuevos "cantaores".

He citado a Juan Breva, que partiendo de un baile de Málaga, llamado “verdial”  crea un fandango “verdial”  flamenco y de aquí se genera lo que se conoce como “malagueña”:


Creyendo que ya eras buena
en ti puse mi querer
pero yo me equivoqué
y tú sigues siendo quien eras
 Dios te lo pague mujer

Y me respondió al momento
a un sabio le pregunté
y me respondió al momento
yo también me enamoré
y aunque me sobra el talento
lloro por una mujer.


Me imagino unos cuantos amigos alrededor de una mesa, cuando empieza a lucir las estrellas dentro de la copa de vino,  uno de ellos “se echa palante” y entre sus latidos y los nudillos en el tablero, inicia el “compas” y  se arranca con un “fandanguillo”, a sabiendas que la guitarra, su sempiterna compañera, pronto estará su lado, para arroparlo con cariño, para llenar, con sus rasgueos de luz, los espacios vivos del cante.

No se por cual decidir
con dos mujeres me entiendo
no se por cual decidir
a las dos estoy queriendo
las dos me quieren a mi
los tres estamos sufriendo.


Es el introito, el comienzo del milagro. Seguro que la noche se despierta, se hace joven y se ocupa por poner “falsetas”  a todos los corazones y un ángel flamenco termina por revolotear por la estancia, con sus alas de sabiduría popular y su sonido antiguo de metal y campana.





lunes, 26 de febrero de 2018

LA BULERÍA






Este es uno de los palos más jóvenes de la inmensa baraja del flamenco, aunque debo aclarar para neófitos, que a pesar de todo, es  bastante anterior a David Bisbal.

Con el nombre de “bulería”, aparece por vez primera en el año 1910, en una grabación de Pastora Pavón.

Esto no quiere decir que la gracia gitana no tenía cabida en el flamenco, solo que a la demostración cantada y bailada de esta alegría, se le llamaba “chuflas”, “fiestas” o “jaleos”.

Como suele ocurrir con los estudiosos, no terminan de ponerse de acuerdo al tratar de encontrar la etimología de “bulería”, mientras unos defienden que proviene de “bullería” (bulla), otros de “burlería” (burla), “bulero ” (engaño) e incluso “fulero” , fulería.
No pretendáis que un no preparado como yo, entre en estas disquisiciones, que cuentan poco a la hora de los sentires.

Aunque el antecedente primero de la gracia, como no puede ser de otra manera, proviene de Cádiz y sus “chuflas”.

Carpintero, carpintero
Arregle usted la cunita
Para que no quede muy grande
Ni tampoco demasiao chequetita
Hay señor, José con el tracatra
Que ganas que ganas me dan de bailar.


Se cree que, como tal, nació en Jerez gracias a un “cantaor” que remató su “soleá”, digamos que aceleradamente.

El cante por “bulerías” no sabe de medidas y fagotiza toda letra que se le acerque, desde “tangos” a fandangos”, “siguiriyas”, “boleros cubanos” y hasta la lista de la compra , si fuese preciso, que ya la guitarra, las palmas y el jaleo se pondrán de acuerdo, para acabar el monumento sonoro de la gracia y el ritmo.


De la huerta del chorrito
traigo rabanitos tiernos
pero pican un poquito.

Mal fin tenga este cartero
que no me trae cartitas
de la persona que yo más quiero.

Dinero, mal fin tenga los dineros
que tengo que aborrecerte
tanto como yo te quiero.


Es junto a los tanguillos el cante festero por excelencia, por su ligereza en el compás por su “jaleo” y su acompañamiento con palmas, guitarra y cajón.

Suele ser el remate final de una juerga, la espumita que queda después de la tremenda verdad de los cantes grandes y no tiene nada de extraño que alguien se arranque a bailar ante tanta abigarrada y barroca belleza.


Luna que brillas los mares, los mares oscuros
ay luna tu no estas cansá
de girar al mismo mundo?
Ay luna quédate conmigo y aun no te vayas!
pq dicen que veces, se tarda el alba, se tarda el alba
ya no viste la luna su velo de seda negro
ya no baja a mirarse en su azul espejo
el sol le dio a la luna un beso eterno.


Son muchos los interpretes señeros de esta modalidad de cante, pero he elegido a la Fernanda y la Bernarda de Utrera, para justificar aquello que más arriba decía de que la bulería  fagotiza lo que se le acerque: mientras Fernanda canta bulerías “clásicas”, la Bernarda lo hace agarrándose a canciones que nada tienen que ver con el flamenco, pero que con su “pellizco” y su arte, suenan geniales.




miércoles, 21 de febrero de 2018

LA SEGUIRIYA






No pretendo intentar en este corto espacio, todo lo que se conoce y se ha estudiado sobre el nacimiento de “la seguiriya”, es palo del cante que junto a “la solea” y la “bulería”, forman el entramado sobre el que se sustenta todo el bello edificio del cante flamenco.

Os diré, que la “seguriya” es un cante de desgarro, de solemnidad, de “quejío” y donde el melisma se hace pena y nos conmueve el alma. También su cante es la expresión social del hombre, todo aquello por lo que se siente sometido:

Yo no sé por donde
ni por donde no,
se me ha “liao” esta soguita al cuerpo
sin saberlo yo.


Al comienzo del siglo XIX, a este cante se le llamó “Playera”, pero su etimología no viene de playa, si no de plañidera, pues en el principio eran cantes que se ofrecían en el velatorio, para mostrar el dolor por la pérdida.

Os habrá extrañado el que no se sepa de la seguiriya hasta finales del XVIII y principios del XIX.

Al ser la seguiriya el cante “caló” por excelencia, algunos historiadores entienden que hasta que Carlos III concede libertad de movimientos a los gitanos marginados y ocultos, estos empiezan a hacerse sentir y lo hacen cantando las penas de su mal vivir pasado.

“Siempre por los rincones
te encuentro llorando
que yo no tenga libertad en mi vida
si te doy mal pago”


Como con “la solea”, el arco vital de sus comienzos se centra entre Cádiz, Jerez y Triana.

Se necesitaría mucho empeño, tiempo y dedicación a poder establecer un mínimo común denominador de la métrica de la “seguiriya”. Quiero pensar que cuando los sentimientos nacen en el corazón y suben a la garganta, las medidas sobran y se hacen portento de voz y melodía, aunque la pena ahogue.


Dice González Climent, que tanto por la quejumbre de su línea sonora como por el contenido agonista de sus coplas, la seguiriya es el cante más extremo: "no hay nada más allá de las siguiriyas. Son el salto al vacío, donde la razón humildemente tiene que atreverse a no ver, a no explicar, solamente a gritar. Tras las siguiriyas sólo cabe Dios o la Nada".

Muchos flamencólogos tienen por cierto, las similares características de las “seguidillas manchegas con las “seguiriyas flamencas”.

Es posible que en aquel tiempo, un “bato” *“calorró” *y sus “chavós”*, abandonados por “Undebel”*, fuesen a vendimiar a mi tierra, para “alachar”* “jamar”*, oyesen una seguidilla manchega, que después cantiñearon a su aire y de ese modo nació la “seguirilla flamenca”.

No pierdas la esperanza,
que aunque el pocito era jondo
la soguita alcanza.

Pero no decirlo a nadie, las manchegas me pueden hacer sonreír, pero con la seguiriya flamenca, siento que se rompen las normas y como por dentro se opera la originalidad de lo primerizo, porque el cante flamenco nunca es el mismo, se debe siempre al intérprete y a ese ángel que siempre termina por visitarle y hace posible el milagro.

En la torre está el reló
y el mochuelo en el olivo,
en mi corazón la pena:
cada cosa está en su sitio.

La “seguiriya” es un “quejío” del alma que no espera consuelo, la flagelación del sentimiento.

Y de nuevo los recuerdos. Siempre escuche de los aficionados antiguos, que Manuel Torres era el mejor cantaor por “siguirillas” conocido. No entraré en vanas disquisiciones, pero debo decir que su garganta es un portento de sensibilidad y su melisma, posteriormente copiado por grandes maestros, adorna sus cantes hasta hacerlos únicos.
Pero mejor es escucharlo, aun con los problemas del tiempo.






Del habla del caló:

*BATO.- Padre
*CALORRÓ.- Gitano
*CHAVOS.-Hijos
*UNDEBEL.- Dios
*ALACHAR.- Conseguir
* JAMAR.- Comer

jueves, 15 de febrero de 2018

LA SOLEA







Soy un convencido de que el flamenco, como cualquier modalidad de arte del sentimiento, no puede explicarse, se siente o no, te alegra o te tortura como un primer amor, no nos deja indiferentes.

Como bien dijo Manuel Machado, “es el saber popular,/que encierra todo el saber:/ que es saber sufrir, amar,/morirse y aborrecer.

Por tanto solo daré unos pequeños datos sobre este “palo” del flamenco.

Me atrevo a decir y coincido con  bastantes estudiosos que la “solea” es la piedra fundamental del flamenco.

Son cantes de tres o cuatros versos. Los de tres versos se conocen por “soleá chica”, con rima consonante o asonante, entre la primera y la tercera estrofa.

Yo sembré en una maceta
la semilla del encanto
y me salió la violeta.

Los de cuatro versos, (“soleá grande”), con rima entres las estrofas pares.

Que salga el sol o que no salga
¿Eso que me importa a mí?
si la luz que a mí me alumbra
es cuando te veo a ti.

Hay bastantes variantes de la soleá, tantas como lugares y cantaores, pero hay una línea inequívoca sobre el nacimiento y crecimiento de este cante, que se inicia en Cádiz, para seguir por Jerez y terminar en Triana.

La de Cádiz, llamadas en principio “jaleos”, tienen sabor a sal y a gracia, mientras que las de Jerez y Triana se hacen mayores con el tiempo y terminan por aceptar un serio compromiso que atiende a lo melódico y tonal.

Esa soleá ya está hecha con mimbres de dolor, desesperado sacrificio y ronco sentimiento.

Muchos han sido los poetas que han querido y logrado escribir “soleares”. Hasta yo mismo que apenas sé juntar palabras con sentido, lo he intentado. Craso error: las letras flamencas no les pertenecen a nadie, están en el aire, están en el hondo decir de los que no saben gramática y si saben de padeceres.

Corre y dile a tu maestro
el que te enseñó a querer
que te devuelva el dinero
que no te ha enseñado bien.

La soleá, no sería posible sin el acompañamiento, unas veces claro y otras sombrío que vibra y nos hace vibrar con los arpegios de una guitarra.

La guitarra, esa guapa moza que nos acompaña, mientras el “cantaor” intenta domar su pena.

Con su falseta el guitarrista comenta y enaltece lo que el cantaor añora o sufre.


Pero basta de palabras, os quería dejar un video y buscando he encontrado el que os ofrezco. Y os contaré una cosa: ese vídeo me ha hecho llorar.

Os doy la explicación, buscaba una  solea”  que en su poesía dijera todo lo que el sentimiento ordena y encontré esta de Pastora Pavón “La Niña de los Peines”. Unas “soleares” que yo había oído cantar muchas veces a mí padre.

Esta “solea”, que forma parte del repertorio de la emoción y el recuerdo, ha podido con el sosiego y no he sido capaz de domeñar los entresijos del sentimiento y mis lágrimas han sido también arpegios de guitarra, acompañando a la verdad del cante.







martes, 13 de febrero de 2018

EL DUENDE


Fotografía de Internet retocada con photoshop por el autor.




El flamenco no puede entenderse sin la magia del “duende”.

En su segunda acepción de esta palabra en el diccionario de la RAE, podéis encontrar:

Duende: encanto misterioso e inefable.

Por mucho que lo tratara, nunca podría mejorar la explicación  de este misterio, comparando a como lo hizo el poeta García Lorca en su conferencia “Teoría y juego del duende”. Pero no os preocupéis, solo copiaré una pequeña parte de esa conferencia que seguro os hará entender este misterio.

“Una vez, la “cantaora” Pastora Pavón, la Niña de los Peines, sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya o a Rafael el Gallo, cantaba en un a tabernilla de Cádiz. Jugaba con su voz de sombra, con su voz de estaño fundido, con su voz cubierta de musgo y se le enredaba la cabellera o la mojaba en manzanilla o la perdía por unos jarales oscuros y lejanísimos. Pero nada: era inútil. Los oyentes permanecían callados.

(……) La acompañaban gente importante y entendida.

Pastora, terminó de cantar en medio del silencio. Sólo y con sarcasmo, un hombre pequeñito, de esos hombrines bailarines que salen, de pronto, de las botellas de aguardiente, dijo con voz muy baja: “! Viva Paris!” , como diciendo: “Aquí no nos importan las facultades, ni la técnica, ni la maestría. Nos importa otra cosa.”

Entonces La Niña de los Peines se levantó como una loca, tronchada como una llorona medieval, y se bebió de un trago un gran vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero con duende. Había logrado matar todo el andamiaje de la canción para dejar paso a un duende furioso y abrasador, amigo de vientos cargados de arena, que hacía que los oyentes se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del rito, apelotonados ante la imagen de Santa Barbara.

Tuvo que desgarrar su voz porque sabía que no valían las formas, solo valía el tuétano de las formas, música pura con el cuerpo sucinto para poder mantenerse en el aire. Se tuvo que empobrecer de facultades y de seguridades; es decir, tuvo que alejar a su musa y quedarse desamparada, que su “duende” viniera y se dignara abrazo partido. ¡Y cómo cantó!. Su voz ya no jugaba, su voz era un chorro de sangre digna por su dolor y su sinceridad, y se abría como una mano de diez dedos por los pies clavados, pero llenos de borrasca, de un Cristo de San Juan de Juni.(….)

Permitid ahora mi vivencia personal: yo he sentido en mi piel y mis entrañas esa inolvidable vivencia del duende.
Hace muchos años, en una bodega de Valdepeñas, asistiendo “los cabales”, cuando en la noche, subió el diapasón de los sentimientos, un aficionado y buen amigo llamado Anselmo, conocedor de todos los palos del flamenco, pero parco en facultades, se rompió por dentro cantando una “seguirilla” de Fosforito

Hermano de mi alma
ven siéntate a mi vera
porque en estando
tu conmigo
quizas yo no me muera

Yo no le temo a la muerte
morir es natural
lo que le temo
son a las cuentas tan grande que
a mi Dios le he de dar
yo no le temo a la muerte
morir es natural


 Juro que la luz se hizo y habitó entre las tinajas y los empotros y sentí como esos sonidos negros del duende se posaron en mi piel, trastocando mis latidos.





jueves, 8 de febrero de 2018

LA POESÍA Y EL FLAMENCO



Enrique Morente y Pepe el Habichuela. Foto de Internet retocada con Photoshop, por el autor.



Aceptando la invitación de la amiga Ester, subo este escrito de hace  años, con el deseo de que la afición por eso tan nuestro como el flamenco, siga prendiendo en la sensibilidad de los más jóvenes.


Decía el poeta José Bergamín, algo que yo comparto plenamente y que me gustaría que también fuese compartido por vosotros:


Cuando escucho una guitarra
Un cante por “soleá”
Oigo en mi alma un silencio
Que es música de verdad
Música tan de verdad
Que las estrellas se callan
Para poderla escuchar.


En el cante flamenco, sus letras son un compendio de saberes populares, que no están adscritos a ninguna corriente poética, ni sabe de academias, parnasos ni diccionarios.

Decía el gran poeta y flamencólogo Félix Grande, recientemente fallecido, que el tema flamenco es el infortunio de la vida, pero no es eso solo.

El flamenco canta a la pena, a la muerte, al amor y su contrario. Canta las ausencias, a la mina, al campo, a la prisión, a la política. En definitiva canta a la vida y a todo lo que la hace posible, aunque duela.

No existe un listado de antologías, ni vetusto sillones dan aposento a consagrados autores, pero toda la sabiduría del pueblo, se pueden resumir en una noche flamenca alegrada con la inestimable compañía de un buen vino y buenos amigos.
Es verdad, como algunos dicen, que no se hace justicia con la poesía flamenca. Pero es igual, en los anaqueles del alma de los buenos aficionados se van guardando cantes que con sus sencillos pero definitivos versos, hacen que los entresijos sensibles del organismo los aprecien como valen y los conserven como reliquias del saber.

Para los que queráis iniciaros, os dejo un ramillete de cantes que son, al menos eso creo, verdaderos dijes literarios.


Que son penas me preguntas
No te lo puedo explicar
Las penas son del que sufre
Y no son de nadie más.
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Dijo a la lengua el suspiro
Échate a buscar palabras
Que digan lo que yo digo
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Será que no se contar
Que cuando cuento mis penas
Me salen penas de más
Será que me sobran penas.
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Que yo cantar no quería
Que nadie sabe la pena
Que me cuesta esta alegría
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Las glorias de este mundo
Son transitorias
Pues duran mientras pasan
Por la memoria.
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Hay gente que va diciendo
Que es dueño de la verdad
La verdad no tiene dueño
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Que nadie se llame a engaño
Todo el que vive por dentro
Por dentro se está matando
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Desgraciao aquel que come
El pan en manita ajena
Siempre mirando a la cara
Si la ponen mala o buena.
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Mira si soy desgraciao
Que estoy deseando morirme
Pa vivir bajo techao
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El tiempo se come al tiempo
Lo bueno y lo malo alternan
Vivamos todos los días
Y lo que viniera venga.
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Y aquí acaba mi pequeña recolección. Esto, más que una cosecha es una rebusca. Ahora os toca a vosotros. Escuchar y sentir después de haber leído.

Abrir vuestros poros al sentimiento y dejad que entre dentro de vosotros la tremenda y honda belleza de estos cantes que os harán estar más cerca de los hombres y sus vivencias.

Os dejo este vídeo del gran maestro Fosforito, con esta Alegrías de Cádiz,  muy bien acompañado por el gran guitarrista cordobés Manuel Silveria. Espero que esto se un acicate para no iniciados.