Para Neogeminis, artista siempre, tanto con la palabra como con la cámara, y
ejemplo constante de desprendimiento y generosidad.
Ya se había olvidado
de cuando comenzó a preocuparse por reunir a toda su numerosa familia para las
fiestas de Navidad.
Cada año la familia
crecía y no era fácil reunirlos a todos ya que algunos se veían obligados, por
las circunstancias de sus trabajos y quehaceres, a cambiar de domicilios e
incluso de países.
Afortunadamente, le
era fácil localizarlos y por tanto ponerse en contacto con ellos, gracias a las
modernas facilidades que la nueva tecnología le ofrecía.
A veces pensaba en lo
trabajoso de su empeño, si tuviera que hacerlo “a la antigua usanza”, con tradicionales y lentos correos, o con
inseguras y caras conversaciones telefónicas, aunque en su fuero interno sabía
que, si fuera necesario, también lo haría de esa arcaica manera.
Recuerda ahora con
tristeza, a aquellos que dejaron de asistir bien porque había perdido su pista,
o lo que es peor porque ya no podrían asistir a ninguna convocatoria en este
convulso mundo.
Año hubo en que algún "familiar", seguro huésped en otras oportunidades, tuvo dudas en cuanto a su
asistencia, pero al final recapacitó y pensó en que en el hogar donde se
reunían, siempre era acogedor y caliente, se respiraba amistad y sonrisas, era
propenso al abrazo y la camaradería y aunque hubiese desafecciones, siempre
primaba la libertad educada de saber que nadie sobraba en esa casa.
Volviendo entendió que
siempre es corto el camino que lleva a la casa de la amistad y el afecto.
Otro año más, aquella
mujer hizo la lista de sus “parientes”
y comenzó a preparar la casa para recibirlos como solía.
Su única avaricia
perdonada, consistía en atesorar nuevos visitantes y cada año conseguía alguno más.
Ese era su premio y
con ello tenía suficiente.