domingo, 14 de noviembre de 2021

CONTANDO ARRUGAS. AGRADECIMIENTOS


 

Para mi amiga Ester, de la que siempre aprendo y a la que mucho admiro.

 

El día era insoportable, sobre todo para aquellos que tienen un concepto especial y relamido de la belleza.

El mar, enfurecido, mordía la playa con dentelladas de espumas, mientras la lluvia, cansina y caladera, buscaba piel adentro el nido donde guarecerse.

 

Aquella mujer paseaba por la orilla, recitando pájaros, contando espigas, quizás resolviendo complicadas ecuaciones o buscando la solución a trascendentes trabalenguas.

Solas ella y la mar, caminando desde la tristeza que guardan los misterios hasta la alegría poética de los sueños.

 

Algún atrevido le preguntó como podía soportar tanta inclemencia.

Ella contestó:

.- Estoy acostumbrada, hay  muchos días afortunados en los que mi cuerpo y mi mente no habitan el mismo lugar.

Hoy mismo estoy más cerca de ese sol que pugna en salir entre las nubes, que en la mojada y fría arena de la playa.

Y sin mirar atrás, siguió paseando hasta ese sitio donde dicen que las olas descansan, las flores eligen los colores, seleccionan los aromas y aprenden su canto los jilgueros.

Notaba el alado sentir de su pensamiento  y la serena y transcendente levedad de su locura.

 


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