¡ALEGRAOS QUE VIENEN LOS BUENOS!
Esta pasada semana, hemos asistido a esa
representación solo para afiliados, llamado pomposamente “Debate sobre el
estado de la Nación”.
Han hablado de “sus cosas” mientras la
nación, en la calle, seguía malviviendo las suyas.
Oyendo al Sr Rajoy, me acordé de una
entrada que publiqué en otra bitácora el día 30 de enero del 2.011.
No me resisto a volver a publicarla.
Nunca pensé que lo que
viene a continuación, pudiese teclearlo yo, a no ser que me volviese loco, o
que estuviese escribiendo bajo los nocivos efectos de una voluminosa dosis de
alcohol.
Hasta ahora, que soy
plenamente consciente de mis pensamientos, siento como un rechazo interno a la
hora de buscar las teclas necesarias para pergeñar mis frases. Casi me resulta
físicamente imposible.
Aún en contra de mis más
íntimas convicciones, lo diré: estoy deseando que lleguen las Elecciones
Generales y, conforme vienen anunciando las encuestas, las gane el Partido
Popular.
No me he cambiado de
chaqueta, no he desertado de mis intimas convicciones, no sigo ese ridículo
axioma que dice que de joven se es revolucionario y de viejo, conservador. Nada
de eso. Sigo pensando como siempre. Pero entiendo que será de la única manera
de que una cierta normalidad democrática vuelva a ser la tónica de nuestra
vidas.
Una vez en el poder este
partido que de antemano ya celebra su éxito, presumo que se nos volverá a
hablar a los ciudadanos, como personas inteligentes y con capacidad de razonar,
o dicho en “román paladino”, no nos tomaran por gilipoyas babeantes que estamos
dispuestos a tragarnos mentiras que ni un niño de 5 años aceptaría.
Comprobaremos como esos
periodistas de cámara y los medios donde suelen exponer sus dosis de mala baba,
mentiras y reproches, una vez conseguido su propósito, podrán dedicarse a lo
que en verdad les gusta, organizar juegos florales, procesiones bajo palio,
bodas mayestáticas con invitados de su cuerda y al ser posible con cuentas
pendientes con la justicia.
Justicia que subiéndose
al carro del éxito, expulsará al infierno de los proscritos a todos aquellos
jueces que en pasado o en futuro osaran aplicar unas leyes justas y que
estuvieran en consonancia con el sentido común y la dignidad, al tiempo que,
según conviniera, juzgarían con magnanimidad y premura a sus “amiguitos del
alma”, o por el contrario dejasen pasar los años, para de esa manera, salvar a
los que ni ellos mismos son capaces de defender por lo flagrante de sus
fechorías.
Las radios, las
televisiones, la prensa escrita estará toda en manos de nuestros salvadores y
los Urdazi de turno nos deletrearan las siglas malditas, mientras los espacios
se llenan de “grandes hermanos”, belenes esteban, y "leñas al mono".
Todo ello bajo la supervisión de Berlusconi (ese, al que ningún padre sensato
invitaría a la boda de su hija), y su corte de "velinas".
Y mientras el Sr. Rajoy,
podrá seguir disfrutando de la tranquila somnolencia de su siesta
habitual.
El trabajo sucio ya se
lo ha hecho ese “mindundi” llamado Zapatero. El mercado, es decir sus amigos,
han obligado a que el fino centrocampista se reconvirtiera en leñero y cuando
el partido está enderezado y a falta de segundos y ya no queda espinilla que no
esté malherida, es expulsado por un árbitro venal, para ser sustituido, con
gran fanfarria y alborozo, por alguien que no se ha cansado ni en los
entrenamientos.
Entonces podremos
comprobar cómo crecen los empleos cuan hermosas margaritas en primavera, cómo
empiezan a llenarse los pisos vacios gracias a la magnanimidad de los bancos,
cómo los jubilados vuelvan a Benidorm, bocadillo y voto incluido, cómo
proliferan los “desinteresados” amigos, como las “mordidas” se hacen a cara
descubierta, cómo los voceadores de nuestro infortunio en tierras lejanas,
olvidan sus tétricos augurios y se dedican a lo que saben, a ganar dinero.
Y cuando todo se haya
consumado y si las cosas no salen conforme a lo deseado, volverán las trompetas
del apocalipsis a decirnos que todo es culpa de la herencia recibida. Que han
sido años de plomo y oscuridad. Que ellos lo hubiesen hecho de otra manera. Que
las cajas estaban vacías. Que los rojos nunca debieron gobernar.
Es decir: se lavarán las
manos como hipócritas Pilatos.
Y también veré, como los
que siempre han pensado como yo, los que creemos en la libertad, la justicia,
la honradez, la igualdad y la democracia, nos arrepentiremos de haber sido
tibios, excesivamente exigentes, acomodaticios y proclives al desaliento.
Estos que van a ganar,
cuando se aferran al poder es difícil despegarlos. Entre otras cosas porque
siempre creen que ese poder les pertenece y cuando lo detentan otros, lo están
usurpando. Y para conseguir mantenerse en él, utilizan argumentos y métodos,
que cuando se intentó utilizar contra ellos ni los dieron por validos ni le
concedieron credibilidad.
Ya sé que me juego mucho
en la apuesta. Pero pretendo una cierta tranquilidad.
Aunque, desde luego, lo
que no van a conseguir es contar con mi voto para sus propósitos.
Tendría muchas
pesadillas si lo hiciera y muchos héroes anónimos y de los otros, a los que dar
explicaciones.