Retrato de Lorca del pintor valdepeñero Gregorio Prieto.
Ya vendrá el que hará en las almas
blancos de remordimiento…
Juan Alcaide Sánchez
Apenas el que escribe había gastado 8
meses de su recién estrenada vida, cuando Federico García Lorca, que se sabía “perseguido por una voz de penetrante acero”,
moría “besado por unos labios de hierro en las sienes y el pecho”.
Tuvieron que pasar muchos años, muchas
vendimias oscuras, muchas seguiriyas rotas, muchos claveles mustios en las
macetas, muchas lunas escondidas, hasta que yo supiera lo que era la libertad y
la vida de la mano de un poeta que se llamaba como yo y como “alcaide” que era,
supo abrirme la puerta a una libertad que me tenían encarcelada.
A los 84 años de la muerte de Lorca,
como suelo hacer con bastante frecuencia, he vuelto a leer “Mimbres de Pena”, un pequeño libro,
(solo ocho poemas), que mi poeta de cabecera, maestro y amigo Juan Alcaide Sánchez,
escribió cuando todavía Lorca tenía “retorcido
el talle con cartuchos de silencio”.
Esos ocho poemas junto a una
carta-prólogo de un poeta amigo de Alcaide, también maestro y exiliado en
Argentina, llamado Victoriano Lillo Catalán, que fue el encargado de la
publicación del librito del que os hablo.
Pasados los años y habiendo fallecido
Juan Alcaide, recuerdo que en “La
Quintería”, conocí a un viejo republicano, del que no recuerdo el nombre,
pero sí que trabajaba en el obrador de una conocida y céntrica pastelería de
Valdepeñas. Por cierto, cercana a la casa donde había nacido y muerto el poeta.
Este hombre, de estatura mediana y un
poco encorvado, pero con una brillante
luz en la mirada, conocedor de que yo había sido componente de la tertulia “San Borce”, que era según palabras del
poeta “más que una tertulia, el Catón o
el Rayas de lo espiritual de lo lírico. Cuatro discípulos y yo. Cuatro; un
estudiante de Derecho y tres de sexto de Bachiller. Luego se irán estos y
vendrán otros. La enseñanza Media de la belleza ya es mucho para mí…”
Desgraciadamente no vinieron otros, la
muerte del poeta acabaron con esas “clases
de sensibilidad”.
Volviendo al empleado de la pastelería,
la conversación giró sobre la obra y la personalidad humana y poética de Juan
Alcaide. Al final de la conversación me preguntó que si tenía todas las obras
del poeta, a lo que le contesté que todas y algunas de ellas dedicadas de su
puño y letra.
.- ¿Seguro?, me preguntó. ¿Tienes también “Mimbres de pena”?
Le contesté que, desgraciadamente, esa
no y que como bien debía saber, se publicó en Argentina y conseguirla era casi
imposible.
Así quedó la cosa hasta que pasadas
unas semanas, este hombre del que os hablo, volvió a visitarme y me hizo un
regalo inesperado.
Había escrito a máquina en un
cuadernillo forrado con una funda de plástico, (que conserva aún el precio de 6
pesetas), la totalidad del librito.
Cada vez que lo leo me acuerdo de este
hombre, que por cierto, murió al poco tiempo de darme su regalo.
Debo decir que en el año 1.998 la
asociación valdepeñera “Amigos de Juan Alcaide”, hizo una segunde edición, ya
en España, de “Mimbres de Pena”.
No la he comprado; todavía cuando hay
que tragarse la hiel y llorar por la muerte de Lorca, me sigo apañando con este
cuaderno mecanografiado por un viejo republicano, apasionado amante de la
POESÍA.