No
diréis que no soy previsor. De manera que ahorraros las palabras balsámicas que
seguro me vais a dedicar, que esto que escribo es un ejercicio de humor y no
tienen ningún motivo de urgencia.
Pienso
seguir dándoos la tabarra durante mucho tiempo, tanto como las meninges me lo
permitan.
De
manera que leerlos, guardarlos entre algún libro que penséis releer y lo mismo
os lo encontráis cuando ya no esté.
Escuchar
ese día un retazo de música que os guste. Esa es la mejor oración que me podéis
dedicar.
¡Ah!
Y que pase mucho tiempo, que me queda bastante que aprender de vosotros.
¡Que
tristes son las campanas!
El
día que yo me muera
que
os avisen con guitarras.
¡Que
no me llore la gente!
Bastante
he llorado yo
y
creo que inútilmente.
No
me llevéis un clavel,
que
un muerto no le hace caso
y
sí una guapa mujer.
Quiero
volverme ceniza
y
servir para abonar
“arriates”
de sonrisas.
Ahorraros
vuestro dolor.
En
la hora de mi muerte
os
sigo pidiendo amor.
No
digáis que no lo aviso:
si
en el día de mi muerte,
tenéis
ganas de reír:
!!!
A mí no me pidáis permiso!!!