Fotografía del autor.
Os dije que volvería
pronto y aquí estoy. Ahora que volvemos a las andadas del nacional catolicismo,
vuelvo para confesarme.
Hace tanto tiempo que
me catequizaron, que se me han olvidado las liturgias, pero lo que se pierde el
padre Ripalda, seguro que lo gana la veracidad de mis pecados.
Es cierto que he
tenido trabajos. Unos por imperativos de buena vecindad, otros porque siempre
he tratado desde mi jubilación, de ayudar a mi compañera de que también se jubilase
un poco y otros por esa bendita ocupación de poder cuidar de tus nietos, cuando
sus padres se dedican a luchar por su sustento.
Pero hay otros motivos
que ni me dije ni os dije. Y aunque yo me mintiera a mí mismo, no puedo
consentir que os mintiera a vosotros.
¡Cada vez me cuesta
más escribir!
No quiero pelearme con
las palabras. Los versos nacen con fluidez o dejan de ser versos.
Me cuesta darle forma
a las metáforas y a veces llego a creer que el poema que me nace es una
fotocopia de otros ya escritos.
Como no quiero engañarme
ni engañaros, he decidido dejarlo.
Leeré, escucharé
música, jugaré con el photoshop y gastaré mi tiempo en lo que la vida me vaya
ofreciendo.
Al decir leeré, quiero
también decir que trataré de leeros, pero sin la obligación que conlleva el
seguimiento que ordena la buena educación y la amistad.
No cierro el blog. Lo
dejo vivo, por si en algún momento un verso pide paso con ansias de luz y
claridades. O en ese juego mágico de la fotografía, hay alguna que merece la
pena ser enseñada.
Os
dejo mis penúltimas palabras en este poema que he titulado
SE
EMPIEZA A SECAR EL CANTO
Se empieza a secar el canto en la garganta
y los versos se enmohecen en el negro desván de
la memoria.
Llega el alba
y vuelven a repetirse los soeces sonidos
que acallan el vuelo de los pájaros,
el acompasado tic tac de los relojes.
Llega el alba
y un reseco fuego de ausencias,
agosta el venero
de donde antaño manaba la ternura.
Llega el alba
y el aire no responde a las preguntas,
como si hubiese perdido la memoria
y se hiciese noche de fracasos.
Una resonancia de apagados metales
retumba en la tristeza
con la que se macera el olvido.
Y sobran las palabras
que se hunden en la sangre
con su lastre de crepúsculos
Se empieza a secar el canto en la garganta
y me topo con la angustia
de que sea eterna la afonía.
Me quedan cosas por decir
y temo quedarme a solas,
con la inútil compañía
de los sueños no cumplidos.
Se empieza a secar el canto en la garganta
Y solo me rodea un sideral silencio funerario.