Fotografía de Pixabay
domingo, 26 de febrero de 2017
lunes, 20 de febrero de 2017
POR UNAS TRÉBEDES Y UN PEROL
La Hilaria no sabe de
números. Sabe- y mucho- de coger yeros, varear aceituna, vendimiar, rebuscar,
segar, limpiar apriscos y todo aquello que le enseñaron desde niña, cuando no
había ni tiempo para las sonrisas.
No sabe de números,
pero hace verdaderos milagros con el exiguo sueldo mensual de su marido,
Onofre, el pastor.
De tanto contar y
recontar, últimamente anda algo escamada y tiene como un mal presagio. No
acaban de salirle las cuentas.
Su Onofre, además de
cambiar su ajada petaca, por una nueva y reluciente, le ha comprado unas
trébedes y un perol nuevo y lo que es peor, le ha dicho que se ha comprado un
transistor, que está harto de tanta soledad.
A Hilaria no le salen
las cuentas. Por muchos “montoncicos” de céntimos, por muchas sumas y restas
con los dedos de la mano, llega a la conclusión de que mas falta que sobra. Ahorros
no hay. La paga semanal sigue siendo lo mismo de exigua que siempre y no acaba
de encontrar familiar alguno que les haya legado alguna herencia.
Mosqueada, ya ha hecho
alguna visita a los corrales y a ojo de buen cubero, comprueba que faltan
ovejas.
.- ¿Qué has hecho
Onofre? Al final de nuestras vidas, vamos a terminar los dos en la cárcel.
Como Hilaria, que se
sabe cómplice si calla, no tiene transistor, no conoce la figura del participe
a titulo lucrativo, ese eufemismo actual que la salva de la cárcel, a pesar de
“estar en el ajo”.
Lo malo es que por no
tener, no tiene ni el dinero para reponer el importe del perol y las trébedes,
ni un abogado que levite, por lo que es muy posible que, a pesar de esa nueva
jurisprudencia, termine por acompañar a su marido a la trena.
domingo, 19 de febrero de 2017
miércoles, 15 de febrero de 2017
DE AQUÍ A LA ETERNIDAD... CON UN DÍA DE RETRASO.
Decía Juan Ramón
Jiménez, que si te dan un papel pautado, es mejor escribir por detrás.
Viene esto a cuento a
que una vez pasado el 14 de febrero y habiendo leído lo que en esta bitácora se
ha escrito sobre la fecha, he dejado que el calendario siga su curso y me he
puesto a pensar en nuestra felicidad compartida, en mis cincuenta y muchos años
que han dado para poder conocer y sentir el amor, de mil y unas distintas y
hermosas maneras.
No soy muy aficionado
a los “días de”. Casi todos tienen trampa.
Quiero decir con esto,
que de haberme afanado un poco más, esta entrada podría haberla publicado ayer,
pero como mis sentimientos no varían por indicación de ninguna fecha, he preferido
que sea hoy. Un día que sigo queriendo igual a la protagonista de la historia.
Corrían los años 50
del pasado siglo y se hizo el milagro.
Conocí su piel gracias
a que nuestra media de altura, era un poco superior a la normal de los jóvenes
en aquellos años y sobre todo a Fred Zinnermann.
Yo tendría entonces 17
años y ella rondaría los 15. Nuestra altura y porte, debieron convencer al
portero, para no poner pegas a la hora de acceder al viejo cine Proyecciones, a
ver la película “De aquí a la eternidad”. 3R.- Mayores con reparos.
Eso, o la bondad
congénita de Armando el portero y el hecho de que no merodeara por las
taquillas un cabo de aquella Guardia Civil tan distinta a la de ahora.
Lo demás lo pusieron
Deborah Kerr y Burt Lancaster.
No es que menosprecie
las brillantes dotes artísticas, (algunas merecedoras de Oscar), de Montgomery
Clift, de Frank Sinatra, de Donna Reed o de Emest Borgnine.
Nada de eso. Pero esa
brillante lección de pasión, ese abrazo rodeado de espumas y algas, esa
demostración de que el amor, aunque sea adultero, también es amor, fueron los
resortes que hicieron buscar la piel de la persona a la que amaba.
Todavía hoy, el
recuerdo de aquella ceniza que aún queda en mis dedos de aquella tarde, es como
una golondrina directa a aquella piel donde crecían las violetas.
Mientras Montgomery
Clift, sacaba notas tristes a su trompeta, espejos de luz brillaban en los ojos
y ramilletes de orquídeas se ofrecían a los dioses del amor y el deseo.
Mientras Frank Sinatra
moría, un manantial de caricias, como alas de palomas, buscaron abrigo en la
esperanza de un mañana dispuesto a estallar en plenitudes.
Salimos a la noche,
empapados de estrellas y soñando eternidades.
Ahora que recuerdo
aquella tarde de cine, le doy gracias a James Jones por idear esta historia,
que nos supo acercar al amor, con el palpitar sediento de palomas que llegan a
una fuente en medio del desierto.
Permitidme que hoy al
recordar las emociones de aquella lejana sesión de cine, de las gracias con una
oración que pasado el tiempo, me enseñó Pilar Miró:
“Gary Cooper
que estás en los cielos…”
domingo, 12 de febrero de 2017
martes, 7 de febrero de 2017
AGRADECIMIENTO DESPUÉS DE MI AUSENCIA
Cuando abro el correo, cosa
que hago a diario desde hace varios años y leo que alguien tiene dispuesto un
comentario para algo que yo he publicado, me queda la sensación de que ya el
día merece la pena.
Todavía mi agradecimiento es
mayor, cuando esos correos llegan, sin necesidad de que el día de la semana sea
jueves y sean agradecidas
contraprestaciones.
Eso es lo que he sentido
estos días en los que, por problemas y achaque varios, he faltado a mis
obligaciones para los lectores..
Un puñado de vosotros, se ha
seguido acordando de mi, en esa sección que di en llamar “ Casa de citas”.
Gracias. Habéis sido parte de mi recuperación.
Tenéis que entenderlo. Mi
tertulia no está en el Hogar del Jubilado ni en el Casino. Está con vosotros.
En cualquier lugar del mundo, saltando barreras, mares y fronteras. Mi tertulia
la componen jóvenes impetuosos y mayores sensatos, poetas, pintores,
fotógrafos, lectores, médicos, maestros, cuidadores, amantes de la música. ¿Qué
más puedo pedir?.¿Dónde puedo aprender más?
Mi tertulia la conforman
unos seres de los que, además de por su magisterio, se les conoce por su
corazón abierto, su hidalguía y su
generosidad.
Quizás por eso os he echado tanto de menos ¡Gracias por acogerme!
Vosotros le
habéis dado el calor necesario a este cuerpo que, como ya empiezo a comprobar, inexorablemente
se destempla con los años.
En este día
de mí vuelta , permitirme un único exceso: el de mi gratitud.
domingo, 5 de febrero de 2017
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