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Sus
notas siempre fueron brillantes. Ahora que estaba a punto de entrar en la
Universidad, tras superar todos los obstáculos y gracias a becas que había
conseguido por su tesón y su esfuerzo, se decidió por estudiar Arquitectura y
dentro de ella Urbanismo.
Soñaba
con una ciudad nueva y distinta. No quería hacer una ciudad grande, porque en
ella la soledad es mayor y más gravosa. Siempre disfrutó en el pequeño pueblo
de sus ancestros.
Sería
una ciudad sin monumentos, pues se ha demostrado que al final solo sirvan como
vertederos de pájaros y al final terminan por olvidarse de ellos, incluso los
que los erigieron.
Un
pueblo sin historia pasada, que suele ser motivo de enfrentamientos. Mejor que
la historia se escribiera día a día.
Una
pequeña ciudad donde cada banco tuviese el obligado guardián de un árbol y cada
cajero automático tuviese un día de barra libre.
Un
lugar donde todas las ventanas, balcones y miradores dieran a ese sitio donde
cada mañana el sol nace, donde las flores compran su belleza, donde los pájaros
afilan sus alas. Mirando siempre a ese lugar donde nacen las canciones.
Un
pueblo sin cuarteles ni capillas. En lugar de aquellos, bibliotecas y en lugar
de estas una naturaleza verde y rumorosa, donde poder agradecer cada día, con
plegarias de risas, el milagro constante
de la vida,
Una
ciudad, donde fuese posible el ágora de la armoniosa amistad, donde todas las
caras, los rictus, los colores y los latidos fuesen iguales.
Una
escuela donde, sobre todo, se enseñara convivencia, donde ser iguales no
significara estar uniformados, donde se aprendiera cada día que el único método
de ascenso es el trabajo.
Un
carril para los enamorados, para los justos, para los poetas, para los que
hacen de la vida una alegría, un regalo, una vivencia.
Una
ciudad solo con aceras donde al cruzarnos se diesen los buenos días, se
premiaran los abrazos y las sonrisas fueran el idioma en el que todos nos
entendiéramos.
Una
ciudad nueva, pero necesaria, donde no habitase la usura y las ansias de
poseer. La Utopía con la que siempre había soñado.
Pero
a pesar de la brillantez de sus notas, no pudo acceder a la Universidad.
Los
que solo saben de cuentas de resultados y tantos por cientos, habían ideado
otro futuro para él.
Ahora,
por carecer de becas y no poder pagar las tasas que le exigían, guardaba turno
en la cola del paro, al igual que su padre, albañil y su madre limpiadora.
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