Hay un tiempo, en el
que enamorarse
es pedirle a los
milagros
que salgan del Nuevo Testamento
para poder adquirirse
a precio de rebajas
en el “súper” de la
esquina.
A cierta edad, se
edifican pedestales
construidos con sueños
inventados
que terminan por ser materiales de derribo.
Se erige una escultura,
donde al cabo del
tiempo,
se posarán las palomas
que dejarán su recado
junto a lágrimas de
lluvia.
Porque hay un tiempo
para arder
y un triste tiempo de
ceniza.
Días herrumbrosos,
en el que amor se sabe
naufragado.
A pesar de todo,
si te enamoras vuelves
a sentir
un atolondramiento,
una confusión
y la triste ceniza que
habita en el pecho,
se quiere hacer brasa
y melodía.
Y vuelves al recuerdo
de otras canciones
y encuentras una
salida a la amargura
y vuelves a la edad en
la que el amor nacía.
Pero llega la noche y
entiendes
que la vida ya marcó
su veredicto
y es cada vez más
difícil
poder acariciar una
quimera.
Una triste canción que
te recuerda
que hay un tiempo para
arder
y un triste tiempo de
ceniza.