Alegoría de la Poesía: Santiago Rusiñol
El pasado día 22, he cumplido mi primer año como bloguero en esta bitácora. Llegaba hasta vosotros, con la esperanza de nuevas amistades, con el deseo de nuevos desafíos, con la tarea de no dejar que las hojas del calendario trastocaran mis latidos.
En lo que a mí respecta, he cumplido. 55 entradas. Cada semana he sentido la necesidad de contaros algo, he abierto el cofre de mis sentimientos y con las mejores palabras que conozco, he pretendido hacer gozar a los sentidos, he ido desgranando aquello que o me hacia cosquillas en el alma o me hacía borbotar por la rabia o la desesperanza.
En 345 ocasiones, habéis tenido la gentileza, no solo de leerme, sino además de comentar lo que con mis parcas habilidades había pergeñado.
Soy consciente de que la poesía no es carne de best seller, por eso cada mañana que abro el correo y compruebo que alguien se ha molestado en escribir unas líneas sobre lo que yo he escrito, no dejo de emocionarme. Ese es mi pago. Esa es mi espuela. Esa es mi única ganancia.
Será por eso por lo que yo siempre pretendo acudir a la cita de mis amigos. No puedo entender que alguien pida atención y luego no esté dispuesta a darla, sobre todo en algo tan minoritario y necesario de empuje, como es la poesía.
Es posible que la calidad de lo que escribo haya dado lugar a algunas decepciones y bastantes desafecciones y es lastima: necesitamos más ayuda los inhábiles, los que apenas balbuceamos lirismo, los que no tenemos la habilidad de mantener a nuestro lado a la esquiva e insumisa musa.
Pienso como Herman Hesse: “Hacer versos malos depara más felicidad que leer los versos más bellos”.
Quizás por ello, no cejo en el intento de seguir escribiendo y en animar a todos los que, como yo, pretenden hacernos soñar.
Tengo que constatar también, que en este tiempo de un año, me han nacido, un bello ramillete de amistad, con 22 blogueros que me han ofrecido la fragante verdad de su cariño.. A los que ya conocía y a los nuevos, mi agradecimiento.
Yo podía haber elegido entre el hogar del jubilado o el casino, pero hace tiempo que decidí que para mí no eran ni las partidas de dominó ni la duermevela en un sillón ajado, aprovechando el rayo de sol.
Yo quería una tertulia que traspasara los océanos, que me acercara a países que nunca podré conocer, que me mantuviera vivo, gracias a la savia de voces nuevas, que me enseñara parte de lo mucho que ignoro, que me diera el calor de una agradable compañía.
Y lo habéis conseguido. Faltan algunos. Los que se han ido y no dejo de añorar y los que todavía no han sabido o no han querido dar con la casa donde habito.
No desespero. Ya volverán, los unos y los otros.
Los espero, mientras pueda, con un abrazo y mi agradecimiento.