martes, 24 de diciembre de 2013

CARTA A LOS REYES MAGOS


LA REBUSCA





Queridos Reyes Magos: ahora qué vais de vuelta a casa quiero daros las gracias. Como todos los años, habéis repetido el milagro de poner sonrisas en las caras de los niños. Como siempre, conseguís que sus miradas nos enseñen ese candor autentico que solo habita en los corazones puros.

Al principio, trataba de recoger los momentos de mis nietas en las mañanas del 6 de enero, con una cámara fotográfica. Al poco, desistí. Era un momento mágico e irrepetible que no podía meterse en las estrecheces técnicas de un visor.

Gracias también porque a pesar de mis muchos años, sigo emocionándome en estas mañanas con olor a chocolate, cadencia de sonidos nuevos, paletas de colores brillantes, gritos de alegría y besos emocionados.
Gracias, repito.

* * *

Haced un alto en vuestro camino de regreso. Quiero contaros una cosa.

Veréis: la Valdepeñas que me vio dar mis pasos de niño, es una ciudad famosa por sus vinos. Seguro que habréis oído hablar de ella. Bien.

Después de las faenas de la vendimia, es decir de la recolección de la vides, cuando ya todo ha terminado y los lagares están repletos de uva para molturar y el epicentro del trabajo ha pasado de los majuelos a la bodega. Cuando el campo se queda huérfano de cantos, suspiros, cansancios y sudores, entonces, es cuando empieza “la rebusca”.

Es entonces cuando los que nada tienen, los que solo son visitados por el hambre, van a los campos y recogen los racimos perdidos, los olvidados y mustios, la pobre resaca que va quedando rezagada después de la opulencia y la plenitud. Los racimos que se han caído de las “capachas” con el traquetear de los tractores, los que han quedado en la cepa escondidos de la vista del presuroso vendimiador, el que se quedó a medio camino entre saciar el hambre y la mirada del manijero.

Pues bien, queridos magos de oriente, con esa paupérrima cosecha de advenedizos, hay familias que pueden dar de comer a sus hijos durante unos días.

Os preguntareis a cuento de qué viene esta historia. Os lo explico.

Nadie más consciente que vosotros mismos, de que vuestro trabajo, a pesar de desprendido y brillante no llega a todos los niños. Diría yo que son más los que se quedan sin la alegría de vuestra visita que los afortunados. Y no creo que esto sea justo.

Cuando lleguéis a vuestros almacenes, después de un merecido descanso, mirar por todos los rincones, hacer una rebusca, con la cual puedan sonreír más niños de los que lo hacen.

Vender el oro, que es solo sirve como representación de vuestro poder, pero no como respaldo de vuestra magnanimidad. Rebuscar en las cámaras, seguro que encontráis tesoros de incalculable valor, bajo una patina de polvo e indiferencia. Cerrar esos faraónicos templos donde es imposible el recogimiento y usar el incienso para que purifique la casa de los que no tienen.

Quitar el oro y las piedras preciosas de todos los costosos ropajes que hacen más pequeño y empobrecido al que necesita de pan y cariño.

Rebuscar en los templos, en los palacios, en las cajas fuertes, en las catedrales, en ese centro mismo de esa cristiandad que adoráis y seguro que podéis hacer otra ronda de donaciones a esos niños que no solo necesitan regalos, sino los necesarios alimentos para seguir subsistiendo.

Vosotros que tenéis el don de la ubicuidad, rebuscar en los salones de los consejos de administración, arrebañad lo que podáis de los presupuestos para la guerra y el odio, estad ojo avizor en los consejos de ministros y vigilad el Ibex 35, el Nasdaq, el Dow Jones, el Nikei, el Cac 40, todos esos índices que siempre señalan a favor de los poderosos. Usad de verdad vuestra magia.

No sé si vosotros tendréis la potestad para hacer lo que pido, pero al menos intentarlo.

Lo hago por egoísmo. Siempre que disfruto con las sonrisas de mis nietas al abrir sus regalos, se me congela la felicidad pensando en aquellos que no tienen nada.

A pesar de que yo, ya he hecho mi rebusca, he podido comprobar que no ha servido para mucho.

Es por eso por lo que os pido ayuda. Vosotros, con vuestra magia y amor si que podéis conseguirlo.



Carta que opta al reto ideado por MOS












jueves, 19 de diciembre de 2013

RELATO JUEVERO.- DOS REGALOS




Hay en tus ojos
Oro, incienso y mirra
y luz de auroras.






Vino de Oriente
y nos trajo el regalo
de su sonrisa.


Más regalos en Judith









sábado, 14 de diciembre de 2013

MI FELICITACIÓN DE NAVIDAD




Imagino que todos los que tienen la paciencia de leerme, ya han recibido, por tierra, mar y aire, toda clase de mensajes navideños. Mensajes de personas que quedan lejos del calor presencial del abrazo. Felicitaciones con vivos colores que hacen juego con los de la tarjeta Visa.

Mensajes de aquellos que ya te tienen bien atado al consumo o de los que aprovechan estas fechas en que se baja la guardia, para hacerte nuevo rehén de sus negocios

 Los que te agradecen tu fidelidad, los que te ponen señuelos para que entres en su coto. Melifluos mensajes firmados en serie, sin conocer siquiera ni la literatura ni el sentido de los sentimientos.

 Seguros que estaréis aturdidos de bombillas y neones, de ángeles y pastores, de peces en el rio y de dulces campanas.

Hartos de la repetida y `pronto olvidada literatura angelical y dulzona, que vuelve a nuestras casas por estas fechas.

Yo, sin embargo, quiero hablaros de otra Navidad menos colorista y melosa, pero que, desgraciadamente, también existe. Este vídeo os lo demuestra:











viernes, 6 de diciembre de 2013

HABLEMOS DE LA UTOPÍA


Fotografía de Matteo Melis


                                           HABLEMOS DE LA UTOPIA


Ya tenía decidido la publicación de esta entrada que escribí hace un tiempo, cuando al levantarme esta mañana, me encuentro con la desagradable noticia de la muerte de Nelson Mandela.
He pensado que sería pertinente escribir, un panegírico sobre este mito de la libertad, que ha visto, como sus sueños, tan difíciles de realizar, se convertían en realidades.
Pero he llegado a la conclusión de que estas pobres palabras mías, también son un homenaje a su memoria.
                        


He leído unas bellas palabras de Ernesto Sábato, que han sido las que me han empujado a pergeñar el escrito que hoy os ofrezco.

Decían así: “La vida de todo ser humano oscila entre esa ilusión del ideal y la pesadumbre de lo fáctico, esa chatura que llamamos realidad. La existencia reducida a lo material cae en un fascismo opaco que aborta lo mejor de la existencia en aras de este absolutismo de la realidad que hoy adoramos, estúpidamente”.

Hemos abandonado el humanismo enriquecedor y nos hemos puesto en manos de un mundo, en el que más que las ideas, tienen valor las mercancías.

Estamos tan embebidos en el día a día que no tenemos ni tiempo ni meninges para pensar en el mañana. No hay tiempo para la utopía.

Ese “fuera de lugar” que significa esa palabra griega que Tomás Moro ideó para un lugar imaginario, nos lo hemos tomado tan al pie de la letra, que hemos sido capaces de dejarla fuera de nuestras conciencias, como un bulto inútil y fuera de lugar, que nos lastra para el vivir que nos hemos impuesto.

Hemos elegido una vida repetida, hueca y oscura, a la que le falta la chispa fulgurante de lo imprevisto.

Deberíamos ser capaces de hacer cambiar todo aquello que nunca sucede, por lo que puede suceder, si empujamos con la fuerza de nuestros sueños.

Es posible que no seamos capaces de lograrlo hoy, pero. ¿por qué no mañana?.

Y si no somos capaces de conseguirlo nosotros, enseñemos a los que nos siguen que los sueños, la mayoría de las veces, son posibles si perseveramos en ellos.

Para mi abuelo Isidro, seguro que pasearse por la luna era una utopía, aunque ni siquiera supiera del significado de esa palabra.

Dice Juan Manuel Serrat, “que sin utopía la vida sería un ensayo para la muerte” y como siempre, acierta este bardo decidor de  grandes verdades.

Despreciar la utopía de las personas que sienten, es lo mismo que cercenar los sueños de los niños, vendarles los ojos para que no vean el futuro, ponerles zancadillas para que no encuentres su camino. Borrarles la ilusión y la sonrisa.

Mientras exista la pobreza en el mundo, la opresión de los fuertes sobre los débiles, el trabajo indigno y mal pagado, la falta de dignidad para con los demás, la vida sin presente y sin futuro, el hambre que parece irremediable, la muerte lenta, pero segura, de la naturaleza, la fuerza incuestionable de los que mas tienen, la debilidad silenciosa y sumisa de los parias, mientras todo eso exista yo seguiré buscando la Utopía, con mayúsculas, esa isla que ideó Tomas Moro, donde todos eran  iguales.

Ya sé que no lo conseguiré, pero al menos daré fe de ello. Como dijo el destacado escritor uruguayo Eduardo Galeano, abriré una ventana a  la utopía: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.

Yo estoy además convencido, que si se lucha con pasión y limpieza, al final, algunos obtendrán el premio de tocar el horizonte con sus dedos y muchos mas serán capaces de seguir la senda que esos iluminados iniciaron.

No quiero abominar de la utopía, porque necesito seguir creyendo en la esperanza.







lunes, 2 de diciembre de 2013

LOS JÓVENES Y LA LECTURA





Fotografía de Ignacio Silva Galdames



Ya me lo temía, pero el informe PISA, sobre la educación, viene a corrobora lo que ya empezaba a columbrar a la vista del escaso interés de una gran parte de los jóvenes por la lectura.

Ya es sintomático ese extraño y nocivo lenguaje inventado para que la tarjeta del móvil dure lo más posible. Aunque lo que viene a decir el mentado informe es que lo muchachos actuales no suelen entender lo que leen. Y claro está, si no lo entienden malamente pueden aficionarse a la lectura de algo que le resulta intrincado y aburrido.
Prometo ante el María Moliner, que en mi largo bachillerato de 7 años y Examen de Estado, nunca oí hablar de morfemas, sintagmas, lexemas y otras extrañas variedades del léxico y las oraciones.

Pero pongo a Salgari por testigo de que ya con 6 o 7 años, ya supe sobre el colonialismo gracias a Sandokan, el llamado tigre de Malasia.

No puedo asegurarlo, aunque es más que probable, (la memoria suele ser selectiva), que me suspendieran en algún curso de Gramática y Literatura, pero yo ya volaba solo. Me creaba mis propios mundos con la ayuda de Dumas, Víctor Hugo, Julio Verne, Zane Grey, Dickens y otros creadores de sueños.

Y puedo asegurar, que sin ser muy ducho en oraciones sustantivas o adverbiales y en otros menesteres gramaticales, mis recias convicciones de niño recién salido de la catequesis, se vieron profundamente conmovidas tras leer a hurtadillas “El retrato de Dorian Grey” de Oscar Wilde.

Y ya un poco mayor, cuando el bozo aparecía tímido sobre mi labio superior, alguien supo poner en mis manos las lecturas necesarias, para que el mito y la publicidad sectaria de una época plena de indignidades, se viniera estrepitosamente abajo, empujada por la sabia, elocuente y libertaria voz de los poetas.

No soy un virtuoso en gramática castellana, pero yo también pienso, al igual que Vargas Llosa, que aprender a leer ,(y entender, añado yo), es lo mejor que me ha pasado en mi vida.

Agradeceré mientras viva, los dictados de Don Abilio, las sugeridas lecturas de Dña. Consuelo Otero, los poéticamente interesados préstamos de Juan Alcaide, las sabias enseñanzas de Cecilio Muñoz, los subrepticios y peligrosos, pero enriquecedores consejos de Don Juan Fernandez Donado Mazarrón.

Todos y cada uno de ellos me fueron empujando a esa agradable pasión de la lectura

Ahora, cuando ninguno de ellos existe y yo ando próximo a emular su inexistencia, quiero agradecerles de corazón lo que hicieron por mí.

Me enseñaron a vivir otra vida, cuando la mía me resultaba pequeña y aburrida. Me enseñaron a soñar otros mundos, cuando este en el que habito me resulta insoportable. Me llevaron de la mano a paisajes y países que de otra manera nunca hubiese conocido.

Gracias a esa noble pasión a la que ellos coadyuvaron, hoy tengo la facultad de pensar sin que nadie me influya, tengo la libertad de decir lo que siento, porque si algo se aprende en los libros es a usar la libertad, a aclarar la mirada, a vivir con dignidad, a encontrar la verdad, a agavillar ilusiones.

El libro debe ser rampa de lanzamiento para el conocimiento de otros mundos, yunque con el que moldear personalidades, molino para molturar sueños y bastón donde apoyarse cuando la vida nos muestra la peor cara.

Tengo una nieta con 10 años, que el regalo que más admira y pide es un libro. (su abuelo empezó regalándoselos cada vez que traía una buena nota del parvulario y sigue haciéndolo ahora), se los lee con verdadera fruición.

Pues bien, como no quiero que me la maleen con plúmbeas clases de estructura de oraciones, a partir de ahora a cada libro que lea, le exigiré que me escriba un pequeño compendio de lo que le ha sugerido la lectura de ese libro.

Tal vez algún día, esta nieta mía sepa agradecer que esa pasión por la lectura que supo inculcarle, fue la mejor herencia que le dejó su abuelo.