martes, 31 de marzo de 2020

AHORA QUE ESTOY A SOLAS...




Ahora que estoy a solas con el tiempo
y las calles se llenan de silencio,
recuerdo la parra de aquel patio
haciendo sombra luz a los luceros.

Mariposas que vuelan en la noche
  pintando chiribitas en el cielo
y un olor concentrado de macetas,
le ponen realidad a lo que sueño.

Mi niñez, ahora presentida
tiene olor a espiga y a tomillos,
a  cardencha en flor y pies descalzos
dispuestos para todos los caminos.

Buscar en la luna las respuestas,
de lo que era apenas conocido,
deseando adelantar el calendario
para vivir aquello no vivido.

Quisiera encontrar la musaraña
que buscaba en las horas de colegio,
aquella que me enseñó a ser poeta
cuando no era la hora del recreo.

Ahora que estoy a solas con el tiempo
y me enredo en la ruta de un pasillo,
echo en falta las manos de mi madre
aluciándome de limpio los domingos.






jueves, 26 de marzo de 2020

LO IMPREVISTO



Lo tenía todo previsto.

Tan pronto como llegara la primavera, ayudado por una guirnalda de trinos y un pincel de colores de esperanza, le sería más fácil encontrar las motivaciones y la fuerza necesaria, para que con un simple “te quiero”, dicho a corazón abierto, terminaran por decir ¡¡SÍ!! todas las margaritas y se tiñeran de rojo las mejillas deseadas.

Pero esa primavera, se olvidó de las macetas, le puso mascarilla a los deseos y a pesar de los edictos, las palabras no suelen sonar igual, ni los ojos ponen luz a los sentimientos, a más de un metro de distancia.

Todo se quedó en un deseo y en un silencio que añadir al silencio castrante de los días.

Pidiendo explicaciones a los hados y añorando una libertad que se le había coartado, sofocando rabias y buscando en la luna, ese triste refugio de los enamorados, una solución al desespero, sonó la señal del WhatsApp de su móvil.

Era ella que en su mensaje escueto, decía:
.- Te extraño. Estos días solitarios, me han enseñado  lo necesaria que me resulta tu presencia.
Cuando esto acabe, te explicaré con besos, lo que siento.

Faltaban dos horas para las ocho de la tarde, pero no pudo reprimirse,  salió al balcón y se puso a aplaudir.



martes, 24 de marzo de 2020

ADAGIO




ADAGIO

Vengo de esa tristeza que nos marcan los días.

Están cerradas las voces
y no hay niños jugando en los jardines.

A esta primavera que anuncia el almanaque
le falta el calor de las sonrisas,
el tacto de los besos
y la caliente cárcel del abrazo.

Las horas se repiten
llenando sentimientos con hojarascas  de tristeza
y el tiempo pasa, oxidando los silencios.

Los dioses, impasibles, no ofrecen soluciones,
el mar me queda lejos y acepta prohibiciones.

Solo Johann Sebastian Bach, en un adagio,
me puede enseñar
que sigue siendo interesante
confiar en la vida que nos queda.






jueves, 19 de marzo de 2020

ESTE HOMBRE QUE VES AQUÍ






A este hombre que ves aquí,
sólo le va quedando la palabra,
el anillo de amor de cada día
y una gafas que aclaran la mirada.

A este hombre que ves aquí
rezumando con gotas de silencio
esa soledad que sólo cura
el apósito caliente de algún beso.

A este hombre que ves aquí,
se desboca en un río de nostalgias
buscando  un posible varadero
al socaire caliente de una playa.

Soñé con ser espuma,
subido a la cresta de una ola
y terminé siendo ceniza,
el confuso retazo de una sombra.

El cuaderno entreabierto de mi vida
guarda pingajos y algunas serpentinas,
un nombre que fue bandera y patria
y cuatro realidades de sonrisas.

Tracé renglones e inventé palabras.
Lo quise hacer bien y no he podido,
que los versos no son la panacea.
por muchos que duelan al parirlos.





lunes, 16 de marzo de 2020

LAS 8 P.M.



El día empieza a ponerse mohíno. El sol de ayer también se ha quedado en casa y una lluvia intermitente empieza a regar las calles vacías.

Parece como si la naturaleza, también hubiese decretado Estado de Tristeza.

Los silencios se relevan mientras llaman al crepúsculo que, a hurtadillas, no tarda en presentarse.

Y cuando las farolas tamizan de sombras las esquinas y un cierto sabor a desencanto mece las ramas de los árboles, el milagro se hace.

Los cerrados edificios cobran vida, poniéndole luz y sonido a los balcones.

Manos calientes y agradecidas, se amasan en calor y orgullo, aplaudiendo a esos seres desconocidos, pero heroicos, que luchan por sacarnos de este inesperado sinsentido.

Afortunadamente, estos dioses no nos han abandonado, aunque algunos lo hubiesen deseado.




jueves, 12 de marzo de 2020

ABUELOS




En mis recuerdos, siempre le falta algo a mi niñez vivida y a mi esperanza soñada.

Al no tener hermanos, soporté, entendí y viví una infancia sin juegos compartidos y sin agravios comparativos.

Pero siempre eché de menos el refugio seguro y placentero de los abuelos.

No conocí a ninguno y nunca supe de la vida que vivieron. Me faltaron sus historias, (ciertas o inventadas),  contadas en las tardes de invierno al fuego de la chimenea.

Tampoco pude nunca asirme a su tabla salvadora, cuando los padres actuaban, repartiendo castigos o dictando reprimendas.
No tuve abuelos que se alegraran con mis risas y se dolieran limpiando mis lágrimas. No los tuve, tampoco, para que me enseñaran entre caricias y besos, aquello que no viene en los libros, pero que se graba indeleble en los sentimientos.

No supe del refugio caliente de la abuela, cuando los besos y arrumacos eran necesarios, para contrarrestar las miradas que castigaban y las palabras que dolían.

Me siguen faltando sus recuerdos ahora que yo soy abuelo y me sobran las lágrimas que no pude gastar por su ausencia.

Mis abuelas, que tampoco conocí, no tienen historia, son de esas mujeres que solo eran lo que, en aquellos entonces, podían ser las mujeres: esposas, madres, trabajadoras sin salario, borradas, abnegadas habitantes de ese reducto mezquino, oscuro y carcelario que era el hogar.

Cierto es, que en la Mancha, árida y macilenta de la posguerra, era difícil que pudiesen brotar  exuberantes árboles genealógicos.

De mis abuelos solo sé sus nombres y los apodos familiares, (soy de pueblo y de eso de los “motes”, no se escapa nadie). A la familia de uno, le llamaban “tejedores” y a la del otro, “malasganas”.

Mi abuelo paterno, fue primero “jornalero” y después trabajador en una bodega. Padre de siete hijos, ya os podéis imaginar las penurias pasadas, hasta que los hijos se hicieron mayores y ayudaron con su trabajo.

El segundo, carpintero y carretero, que dicho de esta manera, puede parecer un oficio de “emprendedor”, pero que en aquellos tiempos solo daba para mal vivir y mi abuela tenía que servir en casa ajena, para contribuir precariamente con la inexistente economía.

Es seguro que no hubiesen podido darme muchos caprichos, por lo que entenderéis que quiero recordarlos, no por lo que dejaron de darme, sino por lo que yo no pude ofrecerles.

Llega una edad, en la cual piensas que el amor empieza a disolverse con los otoños, pero llegan los nietos y compruebas lo equivocado que estabas, al comprobar el nuevo calor de estas primaveras y es entonces cuando más recuerdo, la falta de mis abuelos.

Vengo de una triste resaca de ancestros desconocidos y no puedo recordar los bocetos que sobre mi pintaron y he tenido que inventarme los cuentos que de niño no pudieron contarme, para no dejar huérfanos de sueños a mis nietas de ahora.

Me gustaría que cuando les falte a mis nietas, fuese ese abuelo que supo ser juguete, cometa, diccionario, racha de viento que mece las espigas, penúltimo refugio, libro abierto a todas las lecturas, aquel hombre mayor que siempre ofrecía sonrisas a cambio de besos y caricias.




martes, 10 de marzo de 2020

POETA VIEJO





Tengo astillada la voz

de gritar en el desierto,
mientras regalo palabras
recorriendo los senderos.

Cuando voy por los caminos,
diciendo mis pobres versos,
me voy dejando señales
con migajas de recuerdos.

Que al menos pueda volver
a donde habitan los sueños,
esos que ahora se esconden
tras esquinas de silencio.

¡Que pocos poemas quedan
en el fondo del tintero!
Ya le van faltando palabras
a este poeta viejo.


jueves, 5 de marzo de 2020

POESÍA Y SUEÑOS




La noche empezaba a pesar al poeta, con su carga de silencio y su falta de claridades.

Cometió el fallo imperdonable de interesarse por las noticias que el día había producido y después de aquello, dudaba de que a alguien le pudieran interesar metáforas sobre el mar y la playa o si la luna se preocupaba de los enamorados.

A pesar de los cafés “tocados”, las ideas y la pluma descansan al silente rumor de los relojes que siguen destejiendo las tramas del tiempo que pasa inexorable.


Los vocablos, cada vez más etéreos, bailaban en el aire, como pájaros con alas desplumadas y sin posibilidad de rama protectora y una tempestad de silencios agita las cuadernas de la noche.

Buscando la palabra necesaria que  avive los sentimientos, el poeta se queda dormido y la blanca cuartilla sigue deseando el beso de la pluma.

Cuando la alondra canta y la claridad del sol aporrea los cristales, el poeta despierta de un bello sueño de hombre enamorado.

No recuerda nada, parece que ese poético amor dejó de existir, cuando dejó de ser soñado.

No le quedará más remedio que seguir rimando versos e inventando metáforas, para llenar el angustioso vacío de la falta de piel, saliva y nerviosos latidos.

Mientras seguirá soñando con labios como flores húmedas, con caricias suaves como melodías de mariposas y todas aquellas cosas que un poeta le está permitido soñar, aunque despierto,  la cruda y prosaica realidad se empeñe en ignorar.




martes, 3 de marzo de 2020

EN UN SOLO DÍA




Hace unas noches, escuche la canción de María Grever, “What a Difference a Day Made”, interpretada por Dinah Washington, como fondo de una serie de televisión.
Como mi inglés es tan deficiente que mejor sería decir inexistente, me inventé mi propia traducción, que nada tiene que ver con la canción que podéis escuchar, antes, mientras o después de leer mis versos.

EN UN SOLO DÍA

Dijiste ¡sí!
y se  tiñeron de grises
las paletas de los pintores,
mientras el arco iris
buscaba nuevos argumentos.

Dijiste ¡sí!
Y se acabaron las lunas muertas
 y las madrugadas sin golondrinas.

Firmaste esa afirmación
con la rúbrica de un beso
con sabor a mar y margaritas.

Junté todas las silabas
de una canción enamorada
y  acompañe de notas los latidos.

Las olas, lebreles de agua,
mordisquean la arena,
dejando un festón de salitre y espuma
y un temblor de beso robado.

Un solo día
y hasta las estrellas supieron
que gracias a ese ¡sí!
la luz es mi compañera
en todas las madrugadas.

Ese día, caí felizmente cautivo
en la negra trampa de tus ojos,
en esa tu armonía, que buscaba.

Gracias por darme,
con ese solo ¡sí!,
el color y la alegría
de una mañana de domingo en primavera.