He pensado que hoy es
el mejor día para volver. Y lo hago movido por esa sinrazón anual, en la que un
pueblo de la hidalga Castilla, celebra sus fiestas alanceando y matando
vilmente a un toro que solo ansía pastos verdes y espacios abiertos.
Me he permitido,
retocar por medio de una técnica de la que soy lego y apenas domino, el famoso
cuadro de Las Lanzas, de Velázquez.
He tratado de romper
las lanzas, descabezando metales y filos y coronándolas con globos y gallardetes,
para que la fiesta sea más multicolor y menos propensa a las moscas y la sangre
reseca.
Seguro que el pintor
sevillano, amante de luces y claridades, me perdonará el sacrilegio. Por eso no
he querido tocar la terca realidad de su obra, que habla de paz y acercamiento.
De fiesta y sosiego.
Espero que tomen buena
nota los ediles de Tordesillas y olvidándose de una vez por todas de las urnas,
empiecen a entender, que por un miserable puñado de votos, no puede mancharse
de rojo un paisaje y no permitan que el luto de la muerte alargue sus
tentáculos cercenando la alegría.
Que dejen de aferrarse
al añejo tiempo y pongan en hora la realidad humana y sensata de unas
celebraciones que sean lección de luz, de canto de alegría.
Si fuera habitante de
ese hermoso pueblo, no quisiera gozar de la triste y universal notoriedad, de
esas fiestas que seguramente serán tradicionales, pero totalmente faltas de
humanidad, amor a lo creado y valentía.
Lo que me gustaría es
que los niños de ese pueblo, suban al aire la gozosa realidad de los globos de
colores y olviden para siempre los metales que alancean, matan cobardemente y
llenan de sangre alegres días de verano.