Edición del autor.
Llevo unos días revisando enseres y papeles y me he encontrado con esta carta que, a poco de llegar, me
encargó que escribiera mi nieta Macarena. A pesar del tiempo transcurrido no me
resisto a la tentación de volverla a publicar.
Queridos
Reyes Magos:
Tengo
que deciros en primer lugar, que nunca antes, había oído hablar de vosotros.
Ha
sido al nacer para esta tierra, nueva y acogedora, gracias al sublime y
solidario acto de amor de mis padres, cuando mis compañeros de "guardería"
y mis cuidadoras, me han hablado de vosotros, de vuestra magnanimidad y amor a
los niños.
Me han
dicho que venís de Oriente, de unas tierras tan lejanas como las que me vieron
nacer. Es por lo que no dejo de preguntarme: ¿cómo es posible que viniendo tan
cerca de donde yo estaba, nunca dejasen ni un solo juguete en el orfanato de
Quinyuan, para poder alegrar nuestras tristes vidas? ¿ es que no lo
merecíamos?.
Ya sé,
que el mejor regalo para un niño es el beso caliente de su madre, pues bien, ni
ese regalo era posible en la lejana provincia de Guangdong.
Yo os
pido que , ahora que ya tengo el inmenso regalo de los besos de mis padres, que
han querido rescatarme de un mundo sin caricias. Ahora que me siento protegida
por el fuerte abrazo de unos apellidos, ahora que han querido crear día a día
un mundo nuevo para mí, al cual parecía que no tenía derecho. Ahora que gracias
al amor de mis abuelos, mis tíos y los amigos de mis padres, mis habitación
esta colmada de regalos, incluso antes de vuestra venida, yo quiero pediros que
los regalos que puedan corresponderme los dejéis en el Quingyuan Social Welfare
Institute de Quingyuan (Guangdong).
Os
será fácil. Ya sé que os queda un poco lejos, pero hasta allí fueron mis
padres, con la sola magia de su amor hacia mí y me dejaron el regalo de una
nueva vida con las lágrimas precisas.
Acordaros
también de esos niños que mueren de hambre en el mundo.
Ya sé
que ellos no han podido remitiros un carta, ya sé que no pueden acercarse hasta
unos grandes almacenes, para hacer su petición, pero el grito silencioso de su
hambre, debería ser suficiente argumento para despertar vuestras conciencias.
No dejo de pensar en que hay madres obligadas a abandonar a sus hijos,
masacradas por el hambre.
¿De
verdad somos todos iguales ante ese Dios del que ahora me hablan?.¿Por qué
entonces estas diferencias?¿Por el color del rostro? ¿Por las facciones
distintas?
Este
año he hecho de pastorcilla en el belén del "cole". Me acerqué ante
el niño, para ofrecerle nueces con las que colmar su hambre. Algún seguidor de
la ortodoxia dirá que la escena era rara.
Pero
me han dicho mis papas, que de mis ojos rasgados salía una mirada cargada de
amor, de paz y agradecimiento.
El
muñeco que hacía de Niño Jesús, ponía "made in Taiwán". ¡Que mas daba
su procedencia, si el mensaje que traía al nacer era que nos amasemos los unos
a los otros!
Espero
no merecer carbón por haber escrito esta carta, os prometo que está hecha con
el corazón.
Os
quiere:
MACARENA.
Por la transcripción: el “yayo” Juan.