UN
BANDO
Removiendo
cajones, me he encontrado con un librito de bolsillo, mal editado y con pocas
pretensiones, que por el precio de 477 pesetas, incluido el IVA, debí comprar en algún rastrillo o tenderete,
dedicado a los Bandos del Alcalde de Madrid, Don Enrique Tierno Galván.
No
me resisto a enseñaros uno de ellos, ahora que se acerca la primavera.
Dice
así:
MADRILEÑOS:
Es viejo decir
poético, con varia fortuna repetido, que con la llegada de la primavera, la
naturaleza se viste con sus mejores galas, encubriendo la magra y seca desnudez
del invierno con brillantes y copiosos adornos. Pero la humana especie que a
veces contraría y repele lo que la natura hace, lejos de cubrir, descubre, y lo
que tapado había, destapa, en obsequio del más alegre, descuidado y gozoso
vivir al que el bonancible tiempo invita.
Nada tendrá el Alcalde
que advertir, respecto de lo dicho, si entre los que tal hacen no hubiera
algunos y también algunas que caen en desquiciada y peligrosa confusión, pues
hacen de esta Villa, lo que esta Villa no es, tomando los ábregos que de la
Mancha vienen o los cálidos aires que del africano Sur nos llegan por suaves o
marinas brisas y el recio sol de Castilla. Que más quebranta que alivia, por el
suave y reparador que en los altos montes luce.
De tan quimérica
versión de la verdad nacen extrañas y peligrosas costumbres, pues desprovistos
los hombres de jubón y calzas, pavoneándose en liezos o lenzuelos, en extremo
contentos de sí, aunque hayan las carnes flacas, desdichadas las proporciones y
mal encajado los huesos, como si lo hubieran sido por un torpe algebrista.
Algo semejante, aunque
no igual, ocurre con buena copia de nuestras feminiles visitantes que `por esta
ciudad vagan y peregrinan y con numerosas vecinas que arrastradas por la antigua
y legítima inclinación al discreteo, más
la quimérica confusión que ya dijimos, dan en despojarse, como con particular y
escrupulosa atención ha observado el Alcalde de esta Villa, de corpiños,
basquiñas, briales y otras prendas, que por respeto no se nombran, faltando
poco, en algunos casos, para que tanto mozas como menos mozas en carnes queden.
Ocasiónanse de este
modo graves y superfluos daños, pues quienes desde el pescante los coches
guían, alejan la atención de su principal menester, arrastrados por el
invencible deseo de mirar, con menoscabo de haciendas, peligro para la vida y
aumento de la común confusión.
Sucede además que el
grande polvo que la ciudad produce, particularmente en el estío, la quemazón
del sol, el rebullir de las simientes y otras vegetales materias en la urbana
atmósfera, amén de los humores a cuya expulsión la desnudez promueve, ocasiona
salpullidos, llagas, postemas, abscesos y
hasta lamparones, males que, según los físicos del Concejo, empodrecen
los suaves miembros y gentiles cuerpos de las vecinas de esta Corte.
Conviene, por último,
añadir a lo ya dicho que las buenas costumbres piden comedimiento y mesura en
cuanto a destaparse toca, pues en esos lugares de común recreación y roce que
son las públicas piscinas, como natura huye los triste y aparece lo deleitable,
exagéranse los destapamientos sin haber cuenta del decoro que cada uno a sí
propio debe y del respeto que la tranquilidad de los demás merece.
También a veces
acaece, cuando los estivales calores son mu grandes, que alguno de nuestros
visitantes, para alivio, descanso y alegre algazara y regodeo, se metan en
cueros vivos en el agua que llena las tazas de las fuentes públicas
monumentales. De cundir este ejemplo, faltarían tazas o sobrarían visitantes,
con perjuicio notorio para el bueno y equilibrado proceso de la vida en esta
Corte. Amén de que con estos medios, según a esta Alcaldía se alcanza, los
ardores, lejos de bajar, aumentan, por lo que se conmina a moradores y
visitantes a que no practiquen tan dañosos y censurables usos.
Confía, pues el
Alcalde, que durante el presente estío, visitantes, andantes en Corte y las
vecinas y vecinos de esta Villa, de cualesquiera edad y condición que sean,
salvo los ancianos de cansada y molida senectud, tengan el debido cuidado en
cuanto a lo que en este Bando se aconseja, sin caer en impropias mojigaterías,
exageraciones ni afectación de virtud.
Madrid, 25 de Mayo de
1.984.
El
que trascribe jamás pensó que el tiempo pasado fue mejor, que sobradas
vivencias tiene para decir lo contrario, pero en este caso y comparando, no
tengo más remedio que pensar que el aserto o refranillo está pleno de razón.