jueves, 30 de enero de 2020

TUS LABIOS




Perdí muchas cosas con los años,
pero me queda la certeza de tus labios.

Perdí mi niñez de juegos y promesas
pero no me pierdo un “recreo”,
donde jugar al juego de los besos.

Perdí el nervio y la presteza,
gané en cansancio y desencantos
y sólo me salva, el descanso de tu boca.

Un frío de lutos, me lacera el sentimiento
pero solo entre las brasas de tus labios,
encuentro el calor que me redime.

Me perdí:
auroras y sueños,
viajes y aventuras,
primaveras y golondrinas,
travesías y estrellas,
promesas y presagios,
todo aquello que la vida no quiso darme
o no me supe ganar.

Menos mal que me queda,
el seguro camino de tus labios,
donde buscar besos como
relámpagos,
voraces,
tenues,
milagrosos,
abrasadores,
húmedos,
castos,
pecadores.

Toda una alegre letanía que redima,
este ansia de mi boca por tus labios.

Esos besos que son como banderas
de la única patria que respeto.





martes, 28 de enero de 2020

EXPLICACIÓN




Espero que no vuelva a pasar y lo que aconteció durante este largo, para mí, fin de semana, sea la última vez que ocurra.

Y lo digo porque a la edad que tengo, los artilugios que compras, seguro que no se hacen viejos a pesar de la célebre “obsolescencia programada”.

Viene esto a cuento, porque el pasado viernes, mi viejo móvil, que ya tenía 5 años, empezó a dar señales inequívocas de que su vida útil llegaba a su fin.

Entenderéis que no soy de esa secta que hace cola ante los almacenes para conseguir, antes que nadie, el último modelo de “Smartphone”, que sale de cualquier garaje olvidado de California (USA), o en las febriles y mal pagadas fábricas del oeste asiático.

Resumiendo que busque en Internet la manera de solucionar el problema y encontré lo que me convenía en unos conocidos almacenes, a los que me llevó una de mis hijas en su coche, pues no sé por qué extraña manía, suelen situarse en el extrarradio de las ciudades.

A media mañana del sábado, ya tenía en mi poder una cajita con el nuevo teléfono y también la ilusión de iniciar lo nuevo y desconocido.

Mi hija, bastante lógica y coherente, me propuso que el domingo antes de irnos a comer, se pasaría por casa junto con mi nieta Macarena, y me lo pondrían en marcha, sin problemas.

Debo decir, en honor de la verdad, que con una cierta candidez petulante, le dije que vinieran a la hora de siempre, que ya me encargaba yo de ponerlo en marcha, que no sería tan difícil.

Ese fue mi castigo y mi condena. Cinco años en estos inventores de telefonía, son casi una era para mis limitados conocimientos.

El Manual de instalación viene en el mismo teléfono y hasta que no eres capaz de insertar el microchip, dentro de una mini bandejita, donde va otro compartimiento para otro chip, para un segundo número y otro, un poco más grande, para archivos.

Como el teléfono es todo pantalla y viene sin botones, que son programables.

Como en la pantalla puedes pulsar, pulsar largamente, mover, pulsar dos veces y hasta “pellizcar”.

Como te da la posibilidad de “sugerencias de gestos”, reconocimiento facial y de huellas y hasta una educada señorita de nombre raro que dice quererme ayudar, pero que es incapaz de conocer mi voz, por mucho que me empeñe.

Como además debí insertar mal la “micro tarjetita de los cohooones” , me tuve que tragar mi petulancia, durante todo el domingo.

 Por cierto, todas estas cosas problemáticas suelen pasar en sábado, cuando la solución tarda en llegar al menos dos días.


Esta mañana de lunes, cuando escribo, he tenido que ir a una tienda especializada, que ha sabido “desfacer el entuerto” y por unos módicos euros y no mucho tiempo, no solo ha solucionado el problema, sino que además me ha pasado todos los datos del viejo al nuevo, que ahora funciona de maravilla.

Que conste que no me quejo, que necesario es y mucho, pero está claro que uno no está hecho para estos menesteres.

Sin ánimo de señalar, mi móvil no se ahogó en el inodoro del baño, pero si temí perder por la atarjea de los gastos imprevistos, una cantidad no esperada, pero necesaria.




jueves, 23 de enero de 2020

LAS GOTAS DE LA ESTELA





     Hay poesía que nace de la pena
     y otra que necesita de la brisa
     de un mar con resaca de sonrisa
     y belleza de cuerpo de sirena.

     Verso que despierta al sentimiento,
     con la justa palabra que presiente
     ese frescor, como agua de una fuente,
     que le presta tersura al pensamiento.

     Un poema es la arena de esa playa
     que espera  la caricia de la espuma,
     mientras el mar de azul se enciela.

     Lo que queda en el fondo de la malla
     de aquello que se escribe a vuelapluma.
     Las gotas que salpican de la estela.




martes, 21 de enero de 2020

OTRO DÍA SERÁ

Fotografía de Eva Bellido del periódico "Todo Benicassím".


Me siento ante el teclado del ordenador en esta mañana lluviosa, gris y desapacible, sin saber de qué escribir.

La tristeza del día, parece agarrotar mis dedos y lo que es peor, me nace como una especie de censura que trata de tachar, con pinceles negros, lo que debía ser la alegría.

Todavía me pesa en el recuerdo, ese mar de ayer que me hizo recordar  lo escrito por Alessandro Barico en “Océano Mar”:

“Se oía el mar, como un alud continuo, trueno incesante de un temporal hijo de quién sabe qué cielo. No se detenía un instante. No conocía el cansancio. Ni la clemencia. Si lo miras, no te das cuenta de todo el ruido que hace. Pero en la oscuridad...Todo ese infinito se convierte sólo en fragor, muro de sonido, grito abrumador y ciego. No se puede apagar el mar, cuando arde en la noche”.

Hace solo unos día, disfrutaba y os hablaba de ese mar femenino, “la mar”, maternal y paciente. Sensual y acariciador. Lúdico  e infantil. Amoroso y paciente.

Pero todavía vive en mi memoria, es mar “padre padrone”, brutal y violento, inmisericorde y enemigo, depredador de arenas y palmeras.

Ese mar rabioso, que ruge cuando ataca, sin importarle barreras y sin reparar, siquiera, en las vidas de los que le aman.

No es ese el mar que yo admiro y siento que no sabré nunca  a quién pedir responsabilidades, por  este triste cambio.

Delante del mar de ayer, me quedé triste y sin palabras, aunque pensándolo bien, quién soy yo, para pedirle explicaciones al mar.

Como no sé sobre que escribir, el día lo dedicaré a la lectura, y a escuchar la música retrasada, esa que vas dejando, para cuando las tardes manchan los cristales, las golondrinas se retiran temprano, y en la pizarra del cielo, un cepillo de bruma, borra las estrellas.

¡Otro día será!



jueves, 16 de enero de 2020

EL FLAMENCO SE MUERE




Dedicado a Mª Carmen Gª Franconetti, por sus venas corre esa sangre primigenia, que le dio sentido y vida a este sentimiento y esta pasión que nos retrata y nos hace más humanos.



El flamenco se muere. Todavía
hay “quejíos” que  llevan al desgarro
en noches de vino y sentimientos.

Todavía Camarón se viste de Undebé,
para aquellos “gitanicos”
que sueñan con el oro
de las cruces y las glorias.

Pero el flamenco se muere descafeinado,
como ese grano amargo,
que se olvidó de su pureza.
Empaquetado en colorines
de músicas impostadas,
que no saben de duendes
ni de la magia de lo “jondo”.

No se puede cantar,
la pasión,
las quejas,
los amores,
las plegarias,
las injusticias,
la desesperanza,
todo aquello que nos hace daño por dentro,
si no es con la sangre arrebatada,
con el fuego en la mirada,
con el escalofrío en la voz,
con cadencia hecha de puñal y mariposa.

FLAMENCO con mayúsculas,
no con ese diminutivo que mata el grito,
se olvida de las leyendas
pierde los anclajes de su esencia
y se vende por los brillos
de luces de discotecas.

martes, 14 de enero de 2020

LA SOLEDAD Y EL MAR




La soledad es como una batalla perdida,
como un desamparo y una tristeza,
la música olvidada de viejos saxofones,
el penúltimo vuelo de negras golondrinas.
Un gemido que duele con lágrimas de silencio,
una negra telaraña de suspiros.

Solo el mar,
con su paleta de azules, espumas y latidos,
con su graznar de cormoranes y gaviotas,
nos enseña en su quietud de amanecida
que, en este peculiar asunto de la vida,
también la soledad puede ser una mentira.



domingo, 12 de enero de 2020

12 DE ENERO




Hoy es día  doce de enero y sigo siendo el mismo que era solo que con el peso añadido de ochenta y cuatro achacosos, aunque recién cumplidos años.

Han sido tantas veces las que he escrito para dar esta noticia, que ahora no sé qué decir. Y bien sabéis que no soy parco en palabras.

Decía Pío Baroja que en la vejez no se hace más que repetirse y no quisiera caer en los mismos argumentos que haya podido daros en otras fechas como esta.

En este bello libro para leer cada día, que es la vida, lo malo es que siempre se sabe el final, de modo que mientras queden páginas seguiré contento y procuraré no ocuparme con los detalles de ese desenlace inexorable.

Me iré a los agradecimientos, que ese libro de la existencia, afortunadamente, no se escribe en soledad y necesita de muchas colaboraciones.

En primer lugar, naturalmente a mis padres, sin los cuales no hubiese sido.

A mi mujer que siempre ha estado a mi lado desde que cumplí los veinticinco y que me ha enseñado lo que es el amor y la convivencia.

A mis hijas y mis nietas, resultado de ese amor y esa convivencia, y motor para poder escribir con rectitud y alegría las páginas de ese libro.

A los pocos amigos que me quedan, que no todos han tenido la suerte mía y ya cerraron para siempre su devenir por las páginas de esa vida que aún me queda, desgraciadamente  sin sus enseñanzas y afectos.

Y por último, a vosotros mis amigos lectores que habéis sustituido a los anteriores y sin conocerme, me enseñáis cada día que no estoy añadiendo años a mi vida, sino que con vuestra amistad y vuestro afecto, le dais vida a mis años, que no es lo  mismo.

No sé los capítulos que le quedan a mi libro, pero mientras vosotros estéis y las fuerzas me lo permitan, seguiré adelante y seguiré buscando posibilidades para que la vida digna sea posible.

Total, ochenta y cuatro años no son nada y hay que acostumbrarse a que cada día que pase, sea una nueva  entrada  digna de ser leída.


Alzar las copas,
en años y cenizas,
soñar burbujas.



jueves, 9 de enero de 2020

AL CALOR DE LA LUMBRE




Sinceramente no sabía de qué escribiros. Son tantos los años iniciados, las ilusiones depositadas en los días que restan, los fracasos y certezas, que no me atrevo a jugar a pitoniso en estos días primerizos del almanaque y mucho menos a revestirme con una sapiencia que ni tengo, ni mucho menos se me conceda por el paso del tiempo.

No sabía de qué escribiros y de pronto he mirado la cabecera de mi blog y he pensado que no sería mala manera de empezar el año, reuniéndonos alrededor de este fuego, sentarnos en los poyetes, serijos, banquetas, sillas de enea o cualquier adminículo que encontremos donde aposentar nuestras posaderas, aprovechar las brasas para asar una patatas, que nos calienten el estómago y haciendo pasar la bota con vino de mi tierra, y empezar a notar, como dijo el poeta,

La sed se apaga, el corazón se abrasa
la frente crece y la corbata aprieta.

Mientras, “al amor” del fuego, con el tiempo necesario para todas las cosas trascendentes, se va haciendo la “caldereta” de cordero que se sostiene en las trébedes.

Y cuando el vino y las llamas, nos van poniendo nuevas luces en las miradas, cuando los corazones y las palabras se abren como flores sonrojadas, cuando se acortan las distancias y los mapas se desdoblan, cuando las confidencias y los perfiles chisporrotean, entonces es el momento de que los vocablos resplandezcan, las sonrisas busquen geometrías musicales y esos abrazos escritos que se quedan día tras día vacíos de contenido, se hacen realidad y tacto, calor y latido, temblor y afecto.

“La caldereta”, cumplió con su noble misión de placer y alimento, y ahora que cada trago de la bota, viene envuelto en versos y canciones, cuando la tarde se pone lívida de afectos y recuerdos, la luna, ansiosa de mar se conforma con reflejarse en el agua del pozo, hay que salir al porche emparrado, donde buscar la estrella necesaria que nos guíe, en esa nueva noche que ha de nacer cuando se apaguen la lumbre y las miradas.

Pero seremos otros y se acompasarán los pulsos. Una gavilla, unas cepas de vid, un vino sin nombre, una caldera que hierve y unas llamas que chisporrotean, serán capaces del milagro.

Ya sé que esto es un sueño, pero permitirme este ejercicio de nostalgia, esta añoranza de amistad y recuerdos, este rumor de caracola niña que me canta en los oídos.

Dejad que acabe con los versos de mi poeta de cabecera, Juan Alcaide Sánchez:

Una lumbre, un puchero y una rosa cortada.
Y aquel mantel que guarda de la madre el zurcido.
…..
Pero quiero
Que acariciéis la sombra de este amor con que os hiero.
Que aprendáis en lo dicho lo mucho que he callado.

Soy vuestro aunque no quiera; pero quiero y lo soy.
No me queda otra sangre que la que os busca en todo.
Solo encuentro firmeza si la mano que os doy,
buscando un punto honrado, se cuelga en vuestro codo.


martes, 7 de enero de 2020

EL HOMBRE QUE SE OLVIDÓ DE REÍR EN LAS FOTOGRAFÍAS




EL HOMBRE QUE SE OLVIDÓ DE REÍR EN LAS FOTOGRAFÍAS.
(Microrrelato)


No pudo saber cuándo pasó, ni que motivo hubo para aquella perdida, pero aquel hombre se olvidó de sonreír cada vez que  le hacían una fotografía.

Él, que siempre había dicho que una sonrisa era la mejor llave para abrir los corazones.

Que una sonrisa, te conduce hasta los más hondos sentimientos de quién te mira.

Que predicaba el valor curativo y sanador de la sonrisa.

Que trataba de enseñar que el bello instante de una sonrisa, suele durar una eternidad en el recuerdo.

Él, que solo se olvidaba de sonreír cuando le hacían una fotografía junto al mar, porque nunca le dio importancia, ya que la falta de posible luz y alegría, la ponía el azul de las aguas y la belleza del horizonte. Se consolaba pensando que ese bello paisaje no necesitaba de más subterfugios.

Es cierto que sabía cómo era su cara, conocía sus arrugas, sus ojos que perdían intensidad lumínica, sabía de las colgaduras de su cuello, de la gris tristeza de sus canas, de la flacidez de sus hombros ahítos de soportar el peso de los días transcurridos.

También sabía que esa tristeza, este pasar los calendarios, esta vida con falta de futuro sólo se podían suplir con la paleta multicolor de una sonrisa.

Y, desgraciadamente, había olvidado de sonreír, cuando le hacían una fotografía.

Al comprobar esta falta, se ha hecho el propósito de sonreír a la vida, olvidarse de las cámaras y solo se fijarse en la foto de su rostro que el espejo le da cada mañana.

Lo último que desearía, es que nadie le pusiese photoshop a sus arrugas, a sus vivencias, a los años vividos, a ese invisible poso que los días dejan, en quién cada día se afana por encontrar bellas sensaciones y nuevos latidos.

Lo tiene decidido, si al posar, tiene que volver a forzar una sonrisa, seguro que no se hará jamás una fotografía.



sábado, 4 de enero de 2020

CARTA A LOS REYES MAGOS.




Queridos Reyes Magos: ahora qué vais a empezar vuestra hermosa tarea quiero daros las gracias. Como todos los años,  repetís el milagro de poner sonrisas en las caras de los niños. Como siempre, conseguís que sus miradas nos enseñen ese candor autentico que solo habita en los corazones puros.

Al principio, trataba de recoger los momentos de mis nietas en las mañanas del 6 de enero, con una cámara fotográfica. Al poco, desistí. Era un momento mágico e irrepetible que no podía meterse en las estrecheces técnicas de un visor.

Gracias también porque a pesar de mis muchos años, sigo emocionándome en estas mañanas con olor a chocolate, cadencia de sonidos nuevos, paletas de colores brillantes, gritos de alegría y besos emocionados.
Gracias, repito.

* * *

Haced un alto en vuestro iniciado camino. Quiero contaros una cosa.

Veréis: la Valdepeñas que me vio dar mis pasos de niño, es una ciudad famosa por sus vinos. Seguro que habréis oído hablar de ella. Bien.

Después de las faenas de la vendimia, es decir de la recolección de las vides, cuando ya todo ha terminado y los lagares están repletos de uva para molturar y el epicentro del trabajo ha pasado de los majuelos a la bodega. Cuando el campo se queda huérfano de cantos, suspiros, cansancios y sudores, entonces, es cuando empieza “la rebusca”.

Es entonces cuando los que nada tienen, los que solo son visitados por el hambre, van a los campos y recogen los racimos perdidos, los olvidados y mustios, la pobre resaca que va quedando rezagada después de la opulencia y la plenitud. Los racimos que se han caído de las “capachas” con el traquetear de los tractores, los que han quedado en la cepa escondidos de la vista del presuroso vendimiador, el que se quedó a medio camino entre saciar el hambre y la mirada del manijero.

Pues bien, queridos magos de oriente, con esa paupérrima cosecha de advenedizos, hay familias que pueden dar de comer a sus hijos durante unos días.

Os preguntareis a cuento de qué viene esta historia. Os lo explico.

Nadie más consciente que vosotros mismos, de que vuestro trabajo, a pesar de desprendido y brillante no llega a todos los niños. Diría yo que son más los que se quedan sin la alegría de vuestra visita que los afortunados. Y no creo que esto sea justo.

Cuando lleguéis de vuelta a vuestros almacenes, después de un merecido descanso, mirar por todos los rincones, hacer una rebusca, con la cual puedan sonreír más niños de los que lo hacen.

Vender el oro, que es solo sirve como representación de vuestro poder, pero no como respaldo de vuestra magnanimidad. Rebuscar en las cámaras, seguro que encontráis tesoros de incalculable valor, bajo una pátina de polvo e indiferencia. Cerrar esos faraónicos templos donde es imposible el recogimiento y usar el incienso para que purifique la casa de los que no tienen.

Quitar el oro y las piedras preciosas de todos los costosos ropajes que hacen más pequeño y empobrecido al que necesita de pan y cariño.

Rebuscar en los templos, en los palacios, en las cajas fuertes, en las catedrales, en ese centro mismo de esa cristiandad que adoráis y seguro que podéis hacer otra ronda de donaciones a esos niños que no solo necesitan regalos, sino los necesarios alimentos para seguir subsistiendo.

Vosotros que tenéis el don de la ubicuidad, rebuscar en los salones de los consejos de administración, arrebañad lo que podáis de los presupuestos para la guerra y el odio, estad ojo avizor en los consejos de ministros y vigilad el Ibex 35, el Nasdaq, el Dow Jones, el Nikei, el Cac 40, todos esos índices que siempre señalan a favor de los poderosos. Usad de verdad vuestra magia.

No sé si vosotros tendréis la potestad para hacer lo que pido, pero al menos intentarlo.

Lo hago por egoísmo. Siempre que disfruto con las sonrisas de mis nietas al abrir sus regalos, se me congela la felicidad pensando en aquellos que no tienen nada.

A pesar de que yo ya he hecho mi rebusca, he podido comprobar que no ha servido para mucho.

Es por eso por lo que os pido ayuda. Vosotros, con vuestra magia y amor sí que podéis conseguirlo.


Este cuento de Reyes lo publiqué en este mismo blog en el año 2.013, para un reto ideado por Mos, (un desaparecido blog), y que recuerdo ahora, fue ganado por la inolvidable Mª Carmen Nazer.

jueves, 2 de enero de 2020

¿CADA COSA EN SU SITIO?




Todas las mañanas me lo encuentro cerca del supermercado.

En el mismo sitio, con la misma vestimenta, en su misma silla de playa azul.

Siempre que paso, está leyendo un libro, mientras su perro, atado a la silla, juega con las demás mascotas que pasan.

Ningún cartel explicitando su situación, ninguna moneda sobre un inexistente pañuelo en el suelo. Ninguna amarga letanía. Solo su quietud hierática  mientras lee su libro y la gente entra y sale del “súper” con esa prisa jubilosa de estos días.

Hoy no he podido resistirme y me he parado para hablar con él. Le he hablado de mi extrañeza de verlo cada día en el mismo sitio y enfrascado en la lectura. Y le he preguntado el por qué.

Me ha dicho que está por necesidad y al preguntarle que nunca lo había oído pedir, me ha contestado que no sabe hacerlo y que si alguien quiere darle unas monedas, algo del “súper”, o algún libro, lo acepta.

Al preguntarle por su costumbre de lectura, me ha contado que no tiene familia y vive con un amigo de su edad, también mala situación económica, que lo deja dormir en su casa.

Y me ha dicho, que cuando lee, (y son palabras textuales), siente como aprende de otras vidas y sabe de otros mundos, que no puede ni vivir ni conocer

Tiene 56 años, sin familia, ha sido electricista y lleva tiempo parado.

Está a la espera de una difusa ayuda estatal y según sus palabras, “con 300 o 400 €, tendría suficiente para mí y para mi perro”.

Me he preocupado de que tanto su amigo, él y su perro, hoy tuvieran una buena comida.

Le he prometido llevarle algún libro, por cierto amigo Emilio Manuel, es de los nuestros, me ha dicho “que le gusta la novela negra”.

Le he pedido permiso, para hacerle una fotografía, que me ha concedido.

Al hacerla me he dado cuenta de que su silla se apoya en un mini eco - parque, donde se tiran las cosas pequeñas, ya desechables, auspiciado por el Ayuntamiento de Castellón.

En un colorista eslogan, se dice: “Cada cosa en su sitio”.

Una extraña pero frecuente paradoja.