…y paz a los hombres de
buena voluntad.
Un halo cálido de vaho
salió de la boca del oficiante, mientras un pecoso monaguillo escondía sus
manos en las anchas bocamangas de puntillas y bordados, no por aparentar un
gesto beatifico, sino por darle calor a sus manos ateridas.
En el segundo banco,
Damián el hijo mayor de Nicasio, el de los “Canchollos”, contemplaba
absorto la belleza románica de la capilla. A su lado, su hermano pequeño
golpeaba nervioso el suelo con los pies, queriendo ahuyentar el frio que se
enroscaba entre sus dedos.
…podéis ir en
paz.
. .
.
La chimenea era el
rincón caliente y vivo de la estancia.
Por la ventana
contemplarse el contraste blanco y gélido de la nieve en las montañas.
Había como una luz
distinta y nueva que enmarcaba de claridades, los contornos del pozo, del carro
con los varales apoyados en el suelo y los puntiagudos riscos que se intuían en
el horizonte.
. - Venga abuelo,
tómese esta copa de cava, que es Nochebuena,
. - ¡Quita de
ahí!. No quiero de eso que se me meten las burbujas por la nariz y estornudo.
Esa es bebida
para vosotros, los de la capital. A mi, en todo caso, dame un vaso de vino.
. – Si tu bebes
vino, yo también, dijo dejando la botella sobre la
mesa y llenando dos vasos de la jarra de barro mediada de vino.
Se fijó en las arrugas
de su cara, como surcos arados con esfuerzo y no siempre provechosos
resultados.
Sus manos se agarraban a
la garrota, haciendo resaltar las nervaturas de sus dedos, como sarmientos.
Con mano temblorosa se
llevó al vaso hasta sus labios resecos, acabando el contenido. Con un pañuelo
de yerbas limpió su boca y la lágrima perenne de su ojo derecho.
Con gesto parsimonioso,
sacó la petaca y lió un cigarro.
. -Damián, ¿cómo
van esos estudios?
. – Este año
termino, abuelo.
. – ¿Y que vas a
hacer?
. – Ponerme a
trabajar cuanto antes y casarme.
El abuelo no contestó.
Dio una profunda calada a su cigarro, se limpió los pantalones de pana
marrón , moteados de ceniza y con la punta de la garrota, removió las brasas de
la lumbre.
. .
.
En el portal de
Belén, hay estrellas sol y luna…
Le costaba dejar el
sopor caliente de las sabanas. Le dolía un poco la cabeza y una sensación
amarga y salobre le resecaba la garganta. Le cargó la culpa al último vaso de
vino trasegado con el abuelo.
Pugnaba entre el deseo
de salir al campo y la quietud calurosa de la almohada. Al final se decidió por
lo primero.
El agua de la palangana
estaba helada y le espabiló. En la estancia el abuelo seguía en el mismo sitio
de la noche anterior, como si no se hubiese levantado de la silla y seguía
removiendo las brasas con la punta quemada de su garrota.
. – Buenos días,
abuelo.
. – A la paz de
Dios, Damián.
El puchero de café
hervía encima de las trébedes. Se sirvió medio tazón, después de colarlo con un
trapo que antaño fue blanco y ahora era marrón y con pequeñas granzas del
recuelo. Lo terminó de espabilar y le calentó el cuerpo.
. – Voy a dar un
paseo.
. – Abrígate.
El tenue sol, al no
poder competir con el cierzo que se adueñaba de la mañana, se entretenía en
reflejarse en las gotas de rocío que pespunteaban los campos y en poner un
blanco distinto a las paredes enjalbegadas.
Fue paseando junto al
rio, llenándose de aire y de paisaje.
Los chopos, firmes,
erguidos, parecía como si vigilasen el continuo y rumoroso pasar de las aguas.
Al fondo, la montaña
cerraba el mundo maravilloso del valle, como abrazándole, como defendiéndole.
Sentía la hierba fresca
a sus pies mientras los ojos se le llenaban de claridad.
En una revuelta del rio,
notó como un frío distinto convulsionaba su cuerpo. Delante de él, se había
roto el paisaje. Al mirar de frente, sus ojos no se llenaban de montañas. Los
chopos se habían encorvado y las aguas del rio no encontraban su camino. Se
había perdido el color jugoso de la hierba y hasta la nieve se había vuelto
marrón.
Delante de él, un enorme
muro ceniciento que cortaba el paisaje con un terrible guillotina fría y gris.
En ese muro y con y con enormes letras rojas podía leerse la palabra
DEMOLICIÓN.
. .
.
… ya vienen los
Reyes Magos, caminito de Belén..
.- Pues yo este año,
quiero un scalextric. El
hermano pequeño repetía la misma cantinela tirando del vestido o la chaqueta de
todo el que pasara a su lado.
. – Y usted, abuelo, que
le ha pedido a los Reyes Magos.
. – Nada, Damián, no
quiero que me traigan nada. Bastante es con que me dejen aquí, disfrutando de
lo que fue mi vida.
Aquella noche Damián, 23
años, mentalmente pidió a los Reyes Magos algo para él, para su abuelo, para
los futuros biznietos de su abuelo y para todos los hombres y mujeres de aquel
lugar que estaba predestinado a desaparecer bajo las aguas, en aras de no sabía
que ventajas.
Y pidió para todos, un
mundo donde los ríos fluyeran libres y limpios, los chopos murieran y vivieran
de pie, con hierba verde y nieve blanca, donde los pájaros pudieran volar
libres, los campos no tuviesen barreras y los pueblos siguieran en los mapas.
Un mundo donde no se
pudiera amaestrar ni el agua, ni los animales, ni los hombres.
…La Noche buena
se viene, la Nochebuena se va y nosotros nos iremos y no volveremos más.
. – Bueno, esto se
acaba. Mañana a Madrid, a la pelea.
. – No padre, yo me
quedo aquí, con el abuelo.
. - ¿Pero qué vas a
hacer tu aquí?
. - Nada. Sentarme a la
lumbre y esperar a los Herodes que vengan a degollar el paisaje.
El abuelo sacó su
pañuelo de yerbas y se limpió la sempiterna lágrima que caía de su ojo derecho.
Imagina el que esto
escribe, que a lo mejor no era la lágrima de siempre la que se limpiaba.