lunes, 25 de julio de 2011

POEMA QUE NO PUDO ESCRIBIRSE

                                                         




Escribo frente a un mar gris,
en esta mañana sin sol y sin historia.

Espero que las olas me traigan
las musas necesarias
cubiertas de algas,
o como nereidas brillantes de espumas.

Un coro de palmeras
juegan al corro con la brisa
y los cansados ojos
se llenan de horizonte.

Quisiera escribir un poema
con aquellas palabras que nunca dije.
Utilizar los verbos abortados
en la fría oquedad de los silencios.
Edificar las metáforas
apuntalando con besos su estructura
y levantar el faro de un soneto
en un solar apartado
de mi corta antología.
Escribirte un verso que brille
como el primer arco iris.
Que tiemble,
como el suave aleteo de una golondrina.
El definitivo poema
que acalle las memorias

El día avanza
frunciendo el entrecejo.
Las palmeras se sueltan de las manos
empujadas por el viento
y las olas ensucian sus banderas.

El mar envía su recado de lluvia
y las sirenas del cielo
inician un ronco canto,
mientras las nubes se hablan
con su idioma de lumbre.

Me quedo sin mi verso.
Son el mar y el cielo
los que dictan su poema.



lunes, 18 de julio de 2011

BUSCANDO TRABAJO



Marina Nereida Gutierrez, lo decidió una tarde de finales de agosto, cuando la piscina comunitaria de la que era socorrista, se había quedado vacía.
Era consciente de que no sería capaz de aguantar la humedad y mucho menos los grandes  esfuerzos de los viajes transoceánicos.
Tenía la certeza absoluta de que saldría malparada ante cualquier pretendido Orfeo concursante en Operación Triunfo.
Sabe que nunca se sentirá cómoda, sentada mirando al horizonte en las piedras visitadas por las olas.
Tiene por seguro que nunca podrá encontrar un último y perdido verso de Alfonsina Storni, cubierto de corales y madreperlas.
Ignora que ya son pocos los que se atreven con viajes de dudosa escala y que los modernos odiseos tienen asegurado su retorno a Ítaca, en cómodos viajes a bajo costo.
Aún sabiendo todo esto, Marina Nereida Gutierrez, envió su currículo para ocupar un puesto de sirena.
Lo depositó en un buzón que tenía forma de boca de Neptuno.
¿Sería una premonición?

domingo, 3 de julio de 2011

LA SOLEDAD DE JONAS


Foto del autor


Jonás tardó bastante en decidirse, pero al final, liándose la manta a la cabeza, cambió de domicilio.
Su vieja casa del pueblo, con tantos achaques como él, necesitaba una cura de urgencia que, dada la precariedad de su maltrecha  anatomía, no merecía la pena acometer.
Eran ya muchos los que habían decidido abandonar el pueblo, mudándose a una moderna urbanización aledaña, donde sus nuevos edificios, acogedores parques, fácil comunicación y bellos panoramas, eran un poderoso reclamo para cambiar la motona vida a la que últimamente estaba condenado a vivir.
Con los escasos enseres que había conseguido reunir en su ya larga existencia, se aposentó en su nueva casa, después de afanarse en decorarla de la mejor manera posible, dispuesto a disfrutar de una vida que se le antojaba más nueva y prometedora.
En los primeros días recibió la visita de antiguos amigos del pueblo abandonado, lo que le hizo rememorar los alegres tiempos pasados, al tiempo que con sus bellos mensajes de amistad, le hicieron sentirse cómodo y seguro en su nueva andadura.
Cuando Jonás conoció los laberintos de la nueva urbanización, se dedicó a visitar lugares, que por su particular belleza le resultaron agradables.
Se asomó a sus patios y después de admirar la belleza de sus contenidos, dejó recado  de su visita con palabras que pretendían ser adelantos de amistad.
Fueron pocos los que oyeron estas palabras. Si acaso, unos someros y asépticos agradecimientos Solos aquellos que ya se conocían de antemano, siguieron brindando su cariño y se interesaron por sus nuevas vivencias.
Jonás entendió que esta era otra vida distinta, más cosmopolita, menos vecinal y pese a ello no perdió sus buenas costumbres, saludando siempre a los que se encontraba por las calles, aunque, en muchas ocasiones, ni siquiera recibiese la barata dadiva de la respuesta.
Pasa el tiempo y la soledad suele ser la cerril compañera de los nuevos días de Jonás.
Disfruta de la galanura de su urbanización, pero no encuentra motivos para nuevas inquietudes, novicias intimidades, comunes intenciones.
Mira el buzón de su casa y lo encuentra vacío y sin latidos. Y da su paseo diario, sintiéndose un desconocido, un intruso en la nueva ciudad.
Algunas veces, cuando los recuerdos y la nostalgia se enseñorean en su mente se acerca al cercano pueblo, para sentirse un poco seguro pisando tierra conocida, pero también allí se siente extraño.
Su casa está como la dejó, aunque un poco más vieja, Entra y recorre las habitaciones donde se sintió tan feliz, aunque un cierto olor a humedad y moho le hacen salir de nuevo.
Vuelve a su nueva urbanización, se sienta a la puerta de su casa, esperando que algún paisano, se pare a saludarle y hablen de sus cosas.
Pero teme que aquí la gente va más deprisa, tienen sus consolidadas amistades y sus perentorios quehaceres y no pueden gastar su preciado tiempo con un recién llegado que tiene poco que ofrecer.
Jonás espera poca atención, pero lo sigue intentando.
._ ¡Buenos días amigo! ¿Qué se cuenta de nuevo?
Se mete en su  nueva casa, sin obtener una respuesta. La soledad no es capaz de borrarle su sonrisa.
Le quedan todavía un montón de abrazos que ofrecer.