Tras leer la sugerente
entrada “500 palabras para parecer más
culto”, en el blog “Ex Libris” de mi
querida paisana Mayte Lorenzo, me vinieron a la mente algunas palabras, que
seguro ella también conoce y que son el motivo de esta entrada.
Siguiendo
las directrices de Juan Alcaide Sánchez,
mi poeta de cabecera, maestro de letras “hondas”, y culpable de esta
locura sin sentido de mis letras, las
llamaré, (como el hizo), “Voces ariscas”.
CHILANCO.-
No viene en el diccionario. Lo más parecido que nos muestra la RAE es “cilanco”: charco que deja un río en la orilla al retirar sus aguas, o en el fondo
donde se ha secado.
En
las bodegas, el chilanco solía estar al lado del jaraíz y era un foso donde se guardaba el
hollejo, las “cascas” de las uvas una vez molturadas.
En
mi Valdepeñas, cuando uno todavía no había podido deshacerse del todo de los
efluvios del vino, y se encontraba “ajumado”,
“mamado”, “calamocano”, “pedo” o “azumbrado”,
se le decía, tras llevarse la mano a la nariz, “hueles
a chilanco”.
Poeticemos
el vocablo, y quien mejor para ello que el propio poeta Alcaide:
CHILANCO
Este es mi corazón;
mas no te asomes.
Tiene tufo, y es malo
que quieras asomarte a
ver si encuentras.
mi infancia está, en
fermento, en lo más bajo.
¿Para qué remover,
mirada ansiosa?
Puede matarte el vaho.
Dos cauces, ¡qué
difícil
que puedan ir cogidos
de las manos!
Hay quien llega hasta
el mar, y hay quien se clava
con la sed boca
arriba, suplicando.
Tuyo es mi corazón;
mas no te asomes:
¡tiene tufo de muerte
mi chilanco!
BARJA.-
Tampoco os molestéis en buscar en el diccionario, sus preclaros
componentes no han dudado en incluir “toballa”,
pero no han tenido tiempo de indagar el nombre de esta especie de bolsa o
zurrón de esparto muy usado por los pescadores y por los campesinos de la
Mancha.
BARJA
Salir al campo mío.
Respirar la esperanza
del sembrado
que toma de mi sangre
el mejor río.
Dar mi obrada con fe,
yendo ayudado
de la brizna, del ave,
del rocío…
Parar. Sorber tonel y
echar bocado.
Registrar por la
barja, a mi albedrío…
¡ Y hallarme con mis
libros de Machado!
QUIÑON.- Hemos tenido suerte. Esta vez sí, el
diccionario ha cumplido con su obligación: “porción
de tierra de cultivo, de dimensión variable según los usos locales”.
Como yo lo recuerdo, el quiñón es un pedazo de
tierra yerma situado en las afueras, sin propiedad conocida, donde iban a parar
todo aquello que no se quería.
Bien es verdad, que hay otra acepción de la
RAE que dice: “parte que alguien tiene
con otros en una cosa productiva, especialmente una tierra que se reparte para
sembrar.”
Volvamos al poeta:
QUIÑÓN
Las afueras del
alma!...
Allí, donde la carne
tiene un algo celeste
todavía.
Allí, la dura mano en
la mancera,
quiebra el gañan la
costra de sus días.
¡Oh, gañán del Deber,
mayoral trágico
que rayas la besana
conmovida!
¡Quiñón del corazón,
gleba amorosa
de basura y de luz,
casi infinita!
¡Gañán de la difícil
peonada,
de la pobre ganancia
sin salida!...
¡Gañán: dale a la
boca, surco al cielo,
pan de altar y mantel,
lumbre de espigas!
Seguiré, siempre que viejas palabras, poco
usadas, me vengan al caletre.
No esperéis mucho, que cada vez me funciona
menos la mollera y si no es por lo cerros de Úbeda, termino por acabar en el
cerro de Las Aguzaderas, por donde los
viejos ángeles de plomo suelen perder las alas.