La Hilaria no sabe de
números. Sabe- y mucho- de coger yeros, varear aceituna, vendimiar, rebuscar,
segar, limpiar apriscos y todo aquello que le enseñaron desde niña, cuando no
había ni tiempo para las sonrisas.
No sabe de números,
pero hace verdaderos milagros con el exiguo sueldo mensual de su marido,
Onofre, el pastor.
De tanto contar y
recontar, últimamente anda algo escamada y tiene como un mal presagio. No
acaban de salirle las cuentas.
Su Onofre, además de
cambiar su ajada petaca, por una nueva y reluciente, le ha comprado unas
trébedes y un perol nuevo y lo que es peor, le ha dicho que se ha comprado un
transistor, que está harto de tanta soledad.
A Hilaria no le salen
las cuentas. Por muchos “montoncicos” de céntimos, por muchas sumas y restas
con los dedos de la mano, llega a la conclusión de que mas falta que sobra. Ahorros
no hay. La paga semanal sigue siendo lo mismo de exigua que siempre y no acaba
de encontrar familiar alguno que les haya legado alguna herencia.
Mosqueada, ya ha hecho
alguna visita a los corrales y a ojo de buen cubero, comprueba que faltan
ovejas.
.- ¿Qué has hecho
Onofre? Al final de nuestras vidas, vamos a terminar los dos en la cárcel.
Como Hilaria, que se
sabe cómplice si calla, no tiene transistor, no conoce la figura del participe
a titulo lucrativo, ese eufemismo actual que la salva de la cárcel, a pesar de
“estar en el ajo”.
Lo malo es que por no
tener, no tiene ni el dinero para reponer el importe del perol y las trébedes,
ni un abogado que levite, por lo que es muy posible que, a pesar de esa nueva
jurisprudencia, termine por acompañar a su marido a la trena.
¿De quien eran las ovejas?, si no eran suyas ha cometido un delito al venderlas y meterse la pasta en el bolsillo, si esa mujer es lista, solo tiene que decir que ella es una mujer florero, que no sabe nada de lo que su marido hace.
ResponderEliminarSaludos
No caigo ahora: ¿A qué me recuerda esta historia?
ResponderEliminarUn abrazo.
Genial, genial el cuento, lamentable la realidad. Un abrazo
ResponderEliminarHilaria seguro que va a la trena y su marido también porque la justicia es igual para todos,pero com ellos no son de la realeza.
ResponderEliminarNo sabia que tu mujer estaba mala, mejor enterarme cuando ya está recuperada. Me alegro.
¡MOLT BON DIA TINGUE, Juan!
ResponderEliminarTa la Res pública
Real o Sindical
Pa tocar palmas
Abrazote!!!
Vaya con la ironía que da el saber leer/escribir entre líneas! jeje
ResponderEliminarJajajaja Me has arrancado una carcajada, Juan. Cosa que por los tiempos que corren, no es fácil. Más bien dan ganas de llorar y más aún gritar.
ResponderEliminarGracias por tu sentido del humor.
Besos
Pero es que Hilaria está completamente enamorada de su marido y no tiene por qué saber si Onofre a vendido o no alguna oveja...
ResponderEliminarQué bueno Juan!
Un beso
:D :D Genial, Juan. Tranquila, Hilaria, al final mandarán a la trena a las ovejas que faltan :D Un abrazo, Juan.
ResponderEliminartus textos me dejan pensando
ResponderEliminarPero que ternura y que regusto de amor me deja tu relato. Benditos regalos aunque pesen en la conciencia.
ResponderEliminarUn abrazo
Simplemente genial en todos los sentidos.
ResponderEliminarCon lo listas que son las mujeres y lo suspicaces no creo que haya ninguna que no se entere de lo que hace el marido, ni siquiera la Hilaria sin saber de cuentas. Buen relato para leer entre líneas.
ResponderEliminarUn beso.