SEGURO QUE HABRÁ UN DÍA...

Seguro que habrá un día,

en el que los ojos de la vida se abrirán a la esperanza,

y que volveremos a los caminos

que habíamos desandado,

cuando una primavera dejo de ser color de rosa.

 

Se cerrarán los balcones

y les nacerán macetas de luz a las ventanas.

Aunque los barcos de papel naufraguen en los charcos

y el otoño y su  tristeza no nos deje enterrar la lluvia,

 seremos capaces de llegar hasta lo orilla

de ese mar azul de cielo

que nos espera jubiloso con su aliento.

 

Y volverán a enseñarse las sonrisas

y a pesar de las hojas resecas y mojadas,

serán más calientes y posibles los abrazos

y poder besarse, será de nuevo esa costumbre,

en la que, a cualquier hora, relucen las estrellas.

 

Debemos obligarnos a saber amansar a la tristeza,

en estos tiempos que no son necesarios los otoños.

 

Por eso, pido al menos,

que no se escatimen las sonrisas,

aunque sean detrás de las pantallas,

que más que nunca

sepamos que “el otro”, también es necesario,

que las hojas de este otoño,

caigan mojadas de lluvia y no de lágrimas.

 

 

Os lo pido, porqué después vendrá el invierno,

esa torva estación,

tan dada a lutos y responsos,

tan arisca con los que coleccionan calendarios,

tan abierta a plagas y cipreses.

 

Os lo pido a todos:

a los que los años os hacen inmortales

y a los que pensáis que queda tiempo para amarse.

 

Y a los irresponsables, que seguro no me leen,

solo quiero recordarles

que en otros pasados escenarios,

nosotros si supimos, con años ya nevados,

darle empujones a la vida,

cuando el pasar del tiempo, lo hizo necesario.

 

Seguro que habrá un día…