Como me temo que ya no se azogan los espejos, tendré que acordarme de comprara uno nuevo para el lavabo.
Llevo un tiempo viendo en el mío unas variadas rayas y raspaduras que afean mi rostro y una cierta mancha de color ceniza que termina por cambiar el color de mi pelo.
Se difumina tanto la imagen que el cristal me devuelve, que apenas me reconozco.
A pesar de que el espejo no es muy antiguo y que su aspecto no incomoda a los demás, es un gasto que no tendré más remedio que hacer.
Es que todo ha cambiado. ¡Ya no se fabrican espejos como los de antes, como los de mi juventud, que devolvían una imagen tersa y fresca, que no había vaho ni rotura que pudiera ocultar!
Qué gran consuelo saber que no es el espejo de mi lavabo el único que se ha deteriorado tanto (y tan deprisa) en los últimos pocos años.
ResponderEliminarY mayor consuelo todavía es que gracias a ti, el verbo "azogar" no ha muerto.
Un abrazo.
Pue yo no lo cambiaba, que el de ahora saca todos los defectos pero en claro jajajaja...me gusta la imagen que acompaña a tus pensamientos en voz alta...un abrazo Jota
ResponderEliminarJuan el texto muy hermoso, pero no cambies de espejo y quédate con la dignidad y la sabiduría de los años, vuelve a mirarte, creo que reconocerás a un hombre justo y sin ningún miedo a los surcos del tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo amigo
No cambies de espejo por favor.
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