Cuando, entre los nerviosos murmullos, sobresalió la apremiante voz del líder, ordenando un belicoso y taimado: ¡“Todos a una”!, dejó de escuchar las aguerridas fanfarrias y se dio media vuelta.
Odiaba las aglomeraciones. Sobre todo, las tramposas y mal intencionadas.
Además hacía tiempo que había dejado de confiar en los que mandaban. Siempre eran los ganadores. Siempre, entre la sangre y la suciedad de la batalla, terminaban impolutos y con más oro en sus medallas.
Usando una imágen increible de Leónidas, has detallado como a pesar del tiempo aún y de otras formas se continúa en la batalla.
ResponderEliminarExelente como siempre mi querido Juan, te mando un abrazo.
y bien peinados...no se si te has fijado que nunca se despeinan...muy buenas palabras juan.
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